viernes, 26 de febrero de 2010

LECTURA POSIBLE / 7


ANGELUS NOVUS

A sus contemporáneos no les resultó fácil entender a Walter Benjamin, en parte a causa de la naturaleza poco convencional de sus intereses filosóficos y literarios, por no hablar de que su obra se les aparecía ya a ellos fragmentada e inconclusa. A Brecht, su misticismo y el manejo de conceptos como el de aura le resultaban siniestros. En octubre de 1940, cuando Klaus Mann, exiliado en Nueva York, tuvo noticia de su suicidio, anotó en su diario: “Me resultó siempre inaguantable”. Y cuando, años después de la muerte de Benjamin, se publicó su correspondencia con Theodor Adorno, que incluía algunas observaciones nada halagadoras acerca de Ernst Bloch, éste escribió: “Ahora se me ha muerto un amigo por segunda vez”.

Hoy día Benjamin sigue siendo en su totalidad un misterio, lo que es razón suficiente para aproximarse a su pensamiento y a la diversidad de su obra, que conserva, acaso incrementada con los años, toda su capacidad de perturbación y de sugerencia. Nacido en 1892, es de la generación que se fascinó con Hugo von Hoffmannsthal y con Karl Kraus, la de aquella juventud que soñaba con una transformación que abarcaría todos los campos de la vida y el saber y que no tardaría en ser sacrificada, a la mayor gloria de un orden que se revelaría poco duradero, en la Gran Guerra.

El detalle de que la Universidad de Frankfurt no quisiera a Benjamin como docente difícilmente sorprenderá a quienes conocen el alto precio que suele pagarse por la originalidad, pero es que en el fondo no es posible reprochar a la anquilosada universidad alemana de entonces el que decididera prescindir del mejor filósofo de su tiempo, quien malamente habría encajado en sus rancios planes de estudio. Ese rechazo, para quien parecía estar destinado a la cátedra, tuvo el efecto desastroso de sumir a Benjamin en una permanente crisis económica, pero también, quizá, el de forzarle a ser esa especie de saltimbanqui filosófico, hoy dedicado a esto, mañana a lo otro y pasado a quién sabe, que con el tiempo habría de convertirse en el Benjamin que hoy conocemos.

Por una carta escrita en julio de 1931 y que está dirigida a la Administración Tributaria podemos hacernos una idea del estado de sus cuentas en aquellos años: “Le ruego a través de la presente tenga a bien concederme una moratoria de los pagos pendientes. Ya el año pasado tuve ocasión de dejar constancia de que en estos meses no tengo prácticamente ingreso alguno…” Carta que fue respondida con el lenguaje desabrido que al parecer es propio de la Hacienda en todo tiempo y lugar, lo que motivó a su vez una protesta en la que el filósofo trataba el imposible de razonar con ese ente inmaterial: “Desde la invención del arte de la escritura las peticiones han perdido mucho de su eficacia; en cambio las órdenes han ganado”. Mientras tanto, Benjamin trataba de ganarse la vida traduciendo al alemán a Proust y a Baudelaire y ejerciendo la crítica literaria.

Este hombre que no podía saldar su deuda con el fisco ya había puesto los cimientos de una filosofía volcada hacia la crítica de la historia del arte y de la cultura. En El concepto de crítica del arte en el Romanticismo alemán, tesis doctoral con la que culminó sus estudios en la Universidad de Berna, confrontaba el “ideal” (o fenómeno primigenio) goethiano con la noción romántica de “idea”, o lo que es lo mismo: el arte como unidad en la diversidad y como infinitud en la totalidad: “pues la infinitud romántica es la de la forma pura; la unidad es la del contenido puro. La idea del arte es la idea de su forma, de la misma manera que su ideal es el ideal de su contenido.” Hasta aquí Benjamin se expresa con el lenguaje de un idealista que razona como romántico (más tarde adoptará, sobre todo por influencia de Brecht, el método del materialismo histórico). La filosofía romántica alemana que él adoptó aspira en todo a la no consumación, entendida como infinitud y como negación de la clásica obra de la vida y obra de arte armónicamente conducida hasta el final. Benjamin insiste ya en la forma no armónica, inacabada, de toda realización artística. “La identificación de Benjamin con la imposibilidad romántica de consumación, con el trabajo de Sísifo, era una de sus propias máximas vitales”, según palabras de Hans Mayer. Sus distintas obras se presentan, pues, como fracasos productivos.
.
En Las afinidades electivas de Goethe escribió en parte sobre la novela de ese título y sobre el autor de la misma, pero también, implícitamente, sobre sí mismo, lo que constituye un rasgo característico del conjunto de su obra. En su interpretación, la novela de Goethe, aparentemente adscrita a la filosofía natural, y que fue leída por sus contemporáneos como una inmoral historia de matrimonio y adulterio alrededor del tema de la “elección a ciegas”, queda convertida en romántica obra de arte total. Aquí, como también en Los orígenes del drama barroco alemán, Benjamin niega lo meramente “bueno” y reconoce sólo la realidad del mal (“en el mal absoluto se hace real la subjetividad”).

Benjamin sostuvo relación con y se interesó por todo lo que era relevante en la literatura alemana de su época, desde Hoffmannsthal hasta Brecht pasando por Bloch y Kraus, pero no conquistó (ni fue conquistado) por ninguno de ellos. Mantuvo una línea independiente que de manera en apariencia sinuosa, pero en verdad muy rectamente, le llevaba hasta la Ilustración y en particular hasta el siglo XVIII francés, en torno al cual debió escribir su gran obra, que quedó en esbozo y que hoy se conoce como Libro de los pasajes. Su percepción pesimista de la época se fue concretando hasta resumirse en el siguiente balance: la Ilustración ha sido eliminada por un mundo de semifascismos y fascismos completos; el Progreso acaba por conducir hasta la decadencia; y la Modernidad se ha convertido en el baratillo de un tiempo que parece capaz de reproducirlo todo. De nuevo según palabras de Mayer: “Al contrario que Proust, su tiempo perdido no era el pasado, sino el futuro. Su mirar hacia atrás es el de una utopía rota”.

Así, el carácter inconcluso de su utópica obra parece aplicable también a su experiencia personal y a las vicisitudes de su paso por este mundo. En París, en contacto con Georges Bataille y con su grupo del Collège de Sociologie, le sorprendió la llegada de Hitler al poder, y allí permaneció hasta que el avance de los ejércitos alemanes le obligó a buscar el camino hacia América, camino que le llevó solamente hasta la frontera española de Port Bou. Su suicidio en la frontera, con el sarcástico añadido final de que la Guardia Civil permitiera el paso a sus compañeros al día siguiente, tiene el carácter de un final kafkiano, uno de esos finales que su admirado Kafka (también él fracasado e inconcluso) nunca escribió. Entre sus manuscritos, que había dejado al cuidado de Bataille en la Bibliothèque Nationale, había también una acuarela que había comprado a Paul Klee y que tenía el título de “Angelus Novus”.

Es un cuadro de formato pequeño. Se ha dicho, creo que con razón, que el ángel de Paul Klee, con el plumaje revuelto, aparece debilitado y falto de impulso, expuesto a la tormenta de un futuro inquietante, que en parte para nosotros ya es pasado. Un ángel bastante frágil, más pájaro que encarnación de un ser superior. Tiene miedo. Y sin embargo es un ángel: un Ángel de la Historia. En 1941, el último texto de Benjamin, Sobre el concepto de la Historia, llegó de una manera que nunca ha sido explicada a Estados Unidos, donde fue publicado. Está compuesto por dieciocho tesis que obedecen a una estructura coherente y a las que ulteriormente el autor esperaba dar forma. El noveno fragmento, encabezado por unos versos del amigo de Benjamin Gershom Scholem, alude al cuadro de Klee y es en sí mismo un compendio y una alegoría de su interpretación de la Historia.

.

"ANGELUS NOVUS"
.
Mi ala está pronta al vuelo,
Vuelvo voluntariamente atrás,
Pues si me quedase tiempo para vivir,
Tendría poca fortuna.

Gershom Scholem (Saludo del Angelus)

“Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El Ángel de la Historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso.”

Walter Benjamin (Sobre el concepto de la Historia)

miércoles, 17 de febrero de 2010

DISPARATES / 9


DOS REFLEXIONES SOBRE HAITÍ

Desde hace tiempo, una vez saqueadas las riquezas naturales de Haití y empobrecidos sus bosques hasta casi la total deforestación, el mundo rico se ha concentrado en extraer de Haití las tres únicas mercancías todavía disponibles: niños, mujeres y órganos humanos. Niños para subsanar la infecundidad de nuestro mundo civilizado, mujeres para la prostitución y órganos para ser trasplantados a millonarios en clínicas de lujo. En estos días los medios de comunicación norteamericanos presionan para que se devuelva la libertad a los diez ciudadanos que fueron detenidos en la frontera con República Dominicana en el momento en que sacaban ilegalmente del país a treinta y tres niños a los que se suponía la condición de huérfanos, suposición que fue desmentida a las pocas horas. Nada se dice en cambio de los más de 600 niños que en los días inmediatamente posteriores al terremoto ya habían sido secuestrados y enviados por vía aérea a Estados Unidos. Mientras tanto, las cifras no dejan de aumentar, y si ahora se dice que el seísmo causó más de 200.000 muertos, también el número de marines desplegados en Haití supera ya los 30.000. La verdad es que el terremoto haitiano le ha caído a la Administración Obama como agua de mayo. La subsiguiente reconstrucción augura grandes negocios, la ocupación militar servirá para frenar en Haití la creciente influencia de países vecinos que hoy se encuentran en la lista negra del Pentágono, y por si esto fuera poco su posición geográfica convierte a ese país en una pieza clave para el control de la cercana Cuba y en general del Caribe. A continuación pueden leerse dos artículos, uno de Ignacio Ramonet aparecido hace pocos días y otro de Eduardo Galeano que, pese a ser de hace más de una década, conserva una sorprendente actualidad.
.

APRENDER DE HAITÍ

Según el director de Le Monde Diplomatique, Haití se halla bajo tutela de la ONU y de un conglomerado de ONGs internacionales. El Gobierno de René Préval ha sido sistemáticamente privado de medios de acción. Antes de convertirse en el Ground Zero del planeta, Haití ya era el primer caso de "colonialismo humanitario". La tragedia reforzará la dependencia.
.I
Ignacio Ramonet
.
Por muy "natural" que parezca, ninguna catástrofe es natural. Un seísmo de intensidad idéntica causa más víctimas en un país empobrecido que en otro rico e industrializado. Ejemplo: el terremoto de Haití, de magnitud 7,0 en la escala de Richter, ha ocasionado más de cien mil muertos, mientras que el de Honshu (Japón), de idéntica fuerza (7,1), acaecido hace seis meses, apenas provocó un muerto y un herido.

"Los países más pobres y los que tienen problemas de gobernabilidad están más expuestos a riesgos que los otros", confirma un reciente informe de la ONU. En una misma ciudad, el impacto humano de una calamidad puede ser muy distinto según las características de los barrios. En Puerto Príncipe, el seísmo se ensañó con las desvencijadas barriadas populares del centro. En cambio, los distritos privilegiados de la burguesía mulata comerciante apenas padecieron estragos.

Tampoco son iguales los pobres ante la adversidad. La Federación Internacional de la Cruz Roja sostiene que, en caso de desastre, "las mujeres, los discapacitados, los ancianos y las minorías étnicas o religiosas, víctimas habituales de la discriminación, son más castigados que los demás".

Por otra parte, aunque un país no sea rico, si se dota de una política eficaz de prevención de catástrofes puede salvar muchas vidas. En agosto de 2008, el ciclón Gustav, el más violento de los últimos cincuenta años, azotó el Caribe con vientos de 340 kilómetros por hora. En Haití mató a 66 personas. Sin embargo, en Cuba no causó ninguna víctima mortal...

¿Es Haití un país pobre? En verdad, no hay países pobres; sólo existen "países empobrecidos". No es lo mismo. En el último tercio del siglo XVIII, Haití era la Perla de las Antillas y producía el 60% del café y el 75% del azúcar que se consumía en Europa. Pero, de su gran riqueza sólo se beneficiaban unos 50.000 colonos blancos, y no los 500.000 esclavos negros que la producían.

Invocando los nobles ideales de la Revolución Francesa, esos esclavos se sublevaron en 1791 al mando de Toussaint Louverture, el Espartaco negro. La guerra duró trece años. Napoleón envió una expedición de 43.000 veteranos. Triunfaron los insurrectos. Fue la primera guerra racial anticolonial y la única rebelión de esclavos que desembocó en un Estado soberano.
.
El 1 de enero de 1804, se proclamó la independencia. Sonó como un aldabonazo en el continente americano. Los esclavos negros demostraban que, por su propia lucha, sin la ayuda de nadie, podían conquistar la libertad. Afro-América emergía en la escena política internacional.

Pero el "mal ejemplo" de Haití −así lo calificó el Presidente de Estados Unidos, Thomas Jefferson− aterrorizó a las potencias que seguían practicando la esclavitud. No se le perdonó. Y nadie reconoció, ni ayudó a la nueva república negra, pesadilla del colonialismo blanco. Aún hoy, el viejo terror no ha desaparecido. Pat Robertson, telepredicador estadounidense, ¿no acaba acaso de afirmar: "Miles de haitianos han muerto en el seísmo porque los esclavos de Haití hicieron un pacto con el diablo para obtener su libertad"?
.
El nuevo Estado independiente fue boicoteado durante decenios con la idea de "recluir la peste" en ese país. Haití cayó en guerras civiles que arrasaron su territorio. Se perdió la necesaria etapa de construcción de un Estado-nación. Institucionalmente, a pesar de la gran calidad de sus numerosos intelectuales, el país quedó estancado.
.
Después vino el tiempo de la ocupación por Estados Unidos que duró de 1915 a 1934. Y de la guerra de resistencia. El héroe de la rebelión, Charlemagne Péralte, fue crucificado por los marines, clavado en la puerta de una iglesia... Washington acabó por ceder Haití a nuevos dictadores, entre ellos: Papa Doc Duvalier, uno de los más despóticos.
.
En los años 1970, aún gozaba Haití de soberanía alimentaria, sus agricultores producían el 90% de los alimentos que consumía la población. Pero el Plan Reagan-Bush, impuesto por Washington, obligó a suprimir los aranceles sobre la importación de arroz, producto básico del cultivo local. El arroz estadounidense, más barato porque estaba subvencionado, inundó el mercado local y arruinó a miles de campesinos que emigraron en masa a la capital, donde el seísmo los ha atrapado...
.
La única experiencia de gobierno realmente democrático, fue la de Jean-Bertrand Aristide, dos veces Presidente (1994-1996 y 2001-2004). Pero sus propios errores y la presión de Washington lo empujaron al exilio. Desde entonces, de hecho, Haití se halla bajo tutela de la ONU y de un conglomerado de ONGs internacionales. El Gobierno de René Préval ha sido sistemáticamente privado de medios de acción. Por eso resulta absurdo reprocharle su inoperancia ante los efectos del seísmo. Hace tiempo que el sector público fue desmantelado y sus principales actividades transferidas, si eran rentables, al sector privado, o a las ONGs cuando no lo eran. Antes de convertirse en el Ground Zero del planeta, Haití ya era el primer caso de "colonialismo humanitario". La tragedia reforzará la dependencia. Y por consiguiente las resistencias. El "capitalismo de choque", descrito por Naomi Klein, hallará una nueva ocasión de reclamar −en nombre de la eficacia− la privatización integral de todas las actividades económicas y comerciales ligadas a la reconstrucción.

Estados Unidos está en primera línea, con sus Fuerzas Armadas desplegadas en una ofensiva humanitaria de gran envergadura. Resultado sin duda de un generoso deseo de socorrer. Pero también de indiscutibles intereses geopolíticos. Washington prefiere invadir Haití de ayuda que ver invadidas sus costas por decenas de miles de boat people haitianos. En el fondo, se trata de la misma vieja obsesión: "recluir la peste"...


(© Le Monde Diplomatique, febrero 2010)


LOS PECADOS DE HAITÍ

El autor de Las Venas Abiertas de América Latina asegura que la historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental. Recuerda la invasión de EE.UU desde 1915 hasta 1934 justificada "porque la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma".

Eduardo Galeano

La democracia haitiana nació hace un ratito. En su breve tiempo de vida, esta criatura hambrienta y enferma no ha recibido más que bofetadas. Estaba recién nacida, en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por el cuartelazo del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado a tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por voto popular en toda la historia de Haití y que había tenido la loca ocurrencia de querer un país menos injusto.

El voto y el veto

Para borrar las huellas de la participación estadounidense en la dictadura carnicera del general Cedras, los infantes de marina se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos. Aristide regresó encadenado. Le dieron permiso para recuperar el gobierno, pero le prohibieron el poder. Su sucesor, René Préval, obtuvo casi el 90 por ciento de los votos, pero más poder que Préval tiene cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario o del Banco Mundial, aunque el pueblo haitiano no lo haya elegido ni con un voto siquiera.

Más que el voto, puede el veto. Veto a las reformas: cada vez que Préval, o alguno de sus ministros, pide créditos internacionales para dar pan a los hambrientos, letras a los analfabetos o tierra a los campesinos, no recibe respuesta, o le contestan ordenándole: −Recite la lección. Y como el gobierno haitiano no termina de aprender que hay que desmantelar los pocos servicios públicos que quedan, últimos pobres amparos para uno de los pueblos más desamparados del mundo, los profesores dan por perdido el examen.

La coartada demográfica

A fines del año pasado cuatro diputados alemanes visitaron Haití. No bien llegaron, la miseria del pueblo les golpeó los ojos. Entonces el embajador de Alemania les explicó, en Port-au-Prince, cuál es el problema: −Este es un país superpoblado −dijo−. La mujer haitiana siempre quiere, y el hombre haitiano siempre puede. Y se rió. Los diputados callaron. Esa noche, uno de ellos, Winfried Wolf, consultó las cifras. Y comprobó que Haití es, con El Salvador, el país más superpoblado de las Américas, pero está tan superpoblado como Alemania: tiene casi la misma cantidad de habitantes por kilómetro cuadrado.

En sus días en Haití, el diputado Wolf no sólo fue golpeado por la miseria: también fue deslumbrado por la capacidad de belleza de los pintores populares. Y llegó a la conclusión de que Haití está superpoblado... de artistas.

En realidad, la coartada demográfica es más o menos reciente. Hasta hace algunos años, las potencias occidentales hablaban más claro.

La tradición racista

Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene "una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización". Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: "Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los franceses".

Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: "El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro".
.
En cambio, Dios había puesto un látigo en la mano del mayoral. Los esclavos no se distinguían por su voluntad de trabajo. Los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de Dios: el esclavo debía servir al amo y el amo debía castigar al esclavo, que no mostraba el menor entusiasmo a la hora de cumplir con el designio divino. Karl von Linneo, contemporáneo de Montesquieu, había retratado al negro con precisión científica: "Vagabundo, perezoso, negligente, indolente y de costumbres disolutas". Más generosamente, otro contemporáneo, David Hume, había comprobado que el negro "puede desarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras".

La humillación imperdonable

En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores. La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.
.
El delito de la dignidad
.
Ni siquiera Simón Bolívar, que tan valiente supo ser, tuvo el coraje de firmar el reconocimiento diplomático del país negro. Bolívar había podido reiniciar su lucha por la independencia americana, cuando ya España lo había derrotado, gracias al apoyo de Haití. El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no invitó a Haití pero invitó a Inglaterra.
.
Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad.

La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.

(© Brecha, 26 de julio de 1996)

jueves, 11 de febrero de 2010

LECTURA POSIBLE / 6


EL VISITANTE CAVERNARIO


En el estilo de las grandes novelas de aventuras de Julio Verne, el joven escritor checo Petr Ginz concibió El visitante de la época de las cavernas, quinta narración producto de su inventiva, a la que precedieron, en la misma senda aventurera, De Praga a China, El sabio del Altai, Viaje al centro de la Tierra y La vuelta al mundo en un segundo. Del resto de su producción literaria nos quedan unos diarios, diversas anotaciones sueltas y algunos poemas. Si añadiéramos a esto sus dibujos a carboncillo y unas pocas acuarelas, no podríamos decir que tenemos una imagen completa del personaje, que también era aficionado a la litografía, la cartografía y la confección de artefactos varios, algunos de ellos en arcilla; otros, explosivos.
.
Hoy los lectores en lengua española podemos saber algo más de Petr Ginz, ya que sus diarios han sido publicados −Diario de Praga, 1941-1942 (Acantilado, 2006)− en una cuidada edición supervisada por su hermana Eva (Chava), de casada Pressburger. Por ellos sabemos que Ginz era enormemente curioso y perfeccionista. Así, por ejemplo, debió dibujar entero un segundo mapa del Gran Imperio Germánico, cuya confección le había costado mucho esfuerzo, ya que en el primero Moravia parecía una salchicha. Igualmente conocemos por sus diarios los resultados catastróficos de sus intentos de fabricar la pistola de fósforo. De su amor a Praga también dejó constancia en sus diarios, que incluyen frecuentemente chascarrillos y leyendas atribuidos a sus habitantes, como este: “Cuentan que una vez unos praguenses querían sacrificar a un pavo pero les daba lástima cortarle el cuello sin más, así que le dieron Veronal, le quitaron las plumas y lo metieron en el agua. Pero el bueno del pavo revivió, y como sin las plumas tenía frío, le hicieron un suéter, y desde entonces el pavo anda por ahí vestido de suéter”.
.
Pero sobre todo Ginz fue un lector voraz, y no sólo de Verne, sino también de Jack London, H.G. Wells, Balzac, Dickens, Thomas Mann, Oscar Wilde… De todo ello, y de las circunstancias amargas que le tocaron vivir, quedó constancia en sus últimas narraciones, en especial en El loco Augusto, en el que el personaje que da título al relato, en una noche de niebla y oleaje, a bordo de una lancha, expresa sus inquietudes a un joven marinero: “Reflexiona sobre la vida, muchacho. Mírala, es como esa llama. ¿Lo ves, lo entiendes? Por pura costumbre volamos a su alrededor hasta morir. ¡Queremos ser nuestro propio Yo, y estamos dispuestos a sacrificarlo todo por eso!”
.
De ascendencia judía, Petr Ginz había nacido en Praga en 1928. En octubre de 1942 fue deportado al campo de Theresienstadt, y de allí, en 1944, a Auschwitz, donde fue asesinado. Los diarios de este escritor de 16 años estuvieron perdidos durante décadas, hasta que casualmente su hermana los encontró en Praga, lo que ha permitido reconstruir algo de lo que fue su vida cotidiana, y la de otros muchos, en aquellos años en que la ciudad estaba ocupada por el ejército nazi. De las novelas de Petr Ginz sólo se ha conservado una, El visitante de la época de las cavernas, en cuyo prólogo el autor finge haber encontrado el manuscrito en el altillo de la casa donde vivió Verne, artificio narrativo que habría sido muy del gusto de éste. La hermana de Ginz ha resumido así el argumento de la novela: “Trata del enorme dinosaurio Ka-du, nacido, o al menos eso es lo que creen los científicos, en las profundidades de un lago africano, de un huevo que se escondía allí desde los tiempos más antiguos. El monstruo Ka-du mata, amenaza y acaba con todo lo que se pone en su camino, de modo que al final acaba dominando la mayor parte del continente africano. Pero al final se demuestra que el pretendido saurio arcaico es en realidad un robot, una enorme creación mecánica de un hombre que pretende, mediante él, dominar el mundo entero”.
.
Finalmente, dos científicos consiguen derrotar al monstruo y salvar el mundo. En el epílogo, el supuesto descubridor del manuscrito concluye: “Así fue como el Congo Belga se libró de quien lo torturaba y el mundo de aquel pretendido monstruo prehistórico. Pero debemos preguntarnos si no aparecerá sobre la superficie de la Tierra un nuevo monstruo, peor que aquél, que dominado por la maldad y dotado de los más modernos medios técnicos someta a la humanidad a los más horrendos castigos. Bien avanzado el siglo XIX, era del todo posible. ¿Quién sabe?”
.
No parece que el joven Petr Ginz, al perder su libertad, perdiera también la lucidez, ni que su extremada juventud le impidiera advertir claramente la desdichada realidad de su tiempo; e incluso es posible conjeturar que tales atributos debieron acompañarle hasta el último instante. Lástima, ya que la lucidez tiene el alto precio de un dolor que se suma al dolor propiamente dicho. En cuanto a nosotros, que todavía no lo hemos visto todo, nos conformamos con repetir lo que suele decirse de los niños y los locos. Por eso creo que el pequeño escritor de Praga, a su manera espontánea pero nada ingenua, muy dulcemente nos sigue hablando (aunque no le oigamos) acerca de la vida, la esperanza, los hombres y los saurios.

Petr Ginz

.
De la escritora y compositora Ilse Weber, muerta en Auschwitz, aquí puede escucharse Wiegala, en la interpretación de Anne Sofie von Otter



viernes, 5 de febrero de 2010

DISPARATES / 8


DEL BOOM AL CRACK

The Financial Times, oráculo infalible de Occidente, ha descrito en términos bastante oscuros el futuro de la economía en nuestro hermoso y soleado país, siguiendo así los pasos de otros artículos de la misma publicación y de The Economist el año pasado. “Una torpe España debe guiar a Europa”, se ha escrito allí en referencia a la actual presidencia transitoria de la Unión Europea. Dejando aparte el hecho de que unos piratas informáticos consiguieran colar a Mr. Bean en la página web de la presidencia española, a pesar de los 12 millones de euros que el gobierno paga a Telefónica por el mantenimiento de dicha página, parece ser que esta vez los chicos de las altas finanzas van en serio, si bien algunas de sus clarividentes observaciones no constituyen ninguna novedad para el indígena medio. Así, en efecto, que Rodríguez Zapatero, como su política, es “extraordinariamente anodino” es una revelación un poco tardía para los españoles, que ya saben algo de eso. Otra cosa muy diferente es que estos agoreros anglosajones dispongan de alguna receta o paliativo aplicable a nuestro caso.

Hace unos días, mientras el teólogo Zapatero rezaba en Washington, los hombres de negocios Pedro J. Ramírez y Adolfo Domínguez reclamaban con entusiasmo el despido libre como única solución a los males que nos aquejan, especialmente para combatir el paro. Y es que después de la experiencia de esta crisis a la que nos han llevado las políticas neoliberales, algunos demuestran a diario su nula imaginación insistiendo en la necesidad de seguir aplicando las mismas políticas, que en tiempos difíciles, y naturalmente hoy, como siempre, exigen el recorte del gasto público y la reforma laboral, entendiéndose por gasto público el paquete en el que van incluidos todos los subsidios sociales (por cierto que España es uno de los países de Europa que destina menos dinero a este capítulo de su presupuesto), y entendiéndose por reforma laboral el abaratamiento del despido. Por primera vez se habla abiertamente de recortar las pensiones y de revocar otras medidas sociales, ya que se parte de la premisa indiscutible de que los responsables de la crisis son los trabajadores, y en buena lógica son ellos los que deben pagar las consecuencias. Mientras tanto, el mismo día en que la pareja Ramírez & Domínguez formulaba sus exigencias, la prensa informaba de que el año pasado el Banco de Santander ha vuelto a batir su récord de beneficios, repartiendo esta vez entre sus accionistas la nada desdeñable cantidad de 9.000 millones de euros.

Una vez concluido el boom inmobiliario, el futuro crack de la economía española señalará algo más que el fracaso de la política económica seguida en las últimas décadas por el binomio PP-PSOE. No se podían figurar los tecnócratas del Opus Dei que a mediados de los años 50 del siglo pasado concibieron aquel proyecto económico que debía colocar a España en Europa (una vez cumplido el necesario trámite del fallecimiento del Caudillo) que su modelo, intacto, iba a seguir vigente en la segunda década del siglo XXI. Aquel proyecto de desarrollo se basaba en el auge de la construcción y el turismo, y en una modesta industrialización favorecida por la mano de obra barata, la ausencia de sindicatos y la privación de derechos laborales. Además, el modelo se benefició en sus inicios de una alta natalidad que hacía viable la Seguridad Social, así como de una emigración masiva a Europa que mantenía en términos razonables el índice de desempleo y que tuvo un segundo efecto favorecedor de los intereses de aquellos tecnócratas: la entrada de divisas procedentes de los emigrados. El crecimiento económico, en condiciones tan ventajosas, fue imparable, y permitió al español medio acceder a la sociedad de consumo (coche, electrodomésticos, vivienda), lo que a su vez hizo posible la perpetuación del franquismo hasta su muerte biológica, y más allá, su sucesión. Los economistas de entonces, sin embargo, no fueron muy optimistas con respecto al plan ideado por los discípulos de Monseñor Escrivá de Balaguer, ya que se apoyaba en dos sectores particularmente inestables (por su dependencia de factores externos de difícil o imposible control): la construcción y el turismo, sectores además muy proclives a la corrupción; y por la gran disparidad de las rentas obtenidas por el capital y las obtenidas por el trabajo. Los previsibles conflictos sociales originados por dicha disparidad fueron más tarde, ya con España en la Unión Europea, ahogados por medio de un fortalecimiento del consumismo y de la (in)cultura a él asociada (mejores coches, segunda vivienda en el campo o en la playa, ocio de vacaciones y electrónico), segunda etapa de crecimiento que fue posible gracias a los capitales venidos de fuera, esta vez en concepto de Fondos de Cohesión y de enormes inversiones inmobiliarias de origen más que dudoso.
.
Si exceptuamos la retirada de inversiones extranjeras provocada por la adquisición de derechos laborales y por el surgimiento de otros mercados de mano de obra más barata, el modelo económico (incluida la fiscalidad) permanece hoy intocable, en virtud de esa creencia tan española de que es mejor dejar las cosas como están y de la convicción de que la economía que hemos heredado es de mírameynometoques. Incluso los escándalos financieros que crearon algún que otro sobresalto en los años terminales del franquismo, tales como Sofico y Matesa, recuerdan por sus características a los escándalos con que nos desayunamos hoy cada mañana.

Decía Grocio que las cosas ocurren en el tiempo, pero no por el tiempo. Quienes creyeron que la economía española adoptaría otras formas, otra vitalidad, otros hábitos, por el simple paso de los años, dejando ir libremente al Santísimo Mercado, no habían leído a Grocio, ni sabían que las grandes transformaciones son producto de la creatividad humana. De ahí que el viejo proyecto desarrollista haya adquirido en la actualidad la forma de una economía de rasca y gana en la que los inmigrantes son mano de obra para usar y tirar, economía por cierto muy ligada, además de a los intereses de toda la vida, a los dos partidos hegemónicos y a la empresas que, por el uso y abuso del clientelismo, el tráfico de influencias y las privatizaciones, se les han asociado. Dice ahora Mariano Rajoy que se respiran “aires de cambio”, pero este cambio no afectará a la economía, que ni ha cambiado en setenta años ni es de esperar que vaya a cambiar ahora, entre otras cosas porque la economía de Rajoy, como la de Zapatero, es la misma que planearon aquellos lejanos tecnócratas a mediados del siglo pasado. Al fin y al cabo, los beneficiarios de este estado de cosas son ahora los mismos de entonces, o tienen al menos los mismos apellidos, y, como sus padres y abuelos, la misma reticencia a toda revisión de la economía, de la que creen, no sin razón, que saldrían perjudicados. Si los políticos de hoy no han hecho nada para cambiar el modelo económico en más de treinta años, ¿por qué iban a querer hacerlo ahora? Y sin embargo, tal vez entre ellos mismos empiece a despertarse en el momento presente la conciencia de que este caduco y agotado modelo, trapo sucio lleno de agujeros y remiendos, que ha sido exprimido hasta la extenuación, requiera ser revisado, aunque sólo sea por aquello de que los grandes trastornos políticos suelen ir aparejados a no menos grandes desastres económicos. Pues parece que sólo un desastre en el ámbito de la economía podría quebrar este bipartidismo y esta alternancia que nos afligen. Ya no en interés de los ciudadanos, sino de los mismos PP y PSOE, estos políticos nuestros deberían atender a las peligrosas señales que vienen de la economía. A menos que seamos nosotros los que tomemos en serio las recomendaciones de Ramírez & Domínguez y adoptemos por fin el saludable derecho al despido libre… de los políticos.

martes, 2 de febrero de 2010

CAMPO DE TIRO

ATMÓSFERA IRREAL
.
Juan Ángel Juristo
.
."Después de tres novelas de enorme interés –El momento de la luna (1995), El añil (1997), La noche y la niebla (2000)– nos llega ahora este cuarto título de José Ramón Martín Largo, donde el autor vuelve a incidir en los gestos precisos de su prosa: un estilo que demora una mirada que busca e interroga a la memoria hasta que ésta viene en su auxilio construyéndose, ahora sí, la historia que sustenta la narración.


Esa unión de paisaje, de paisanaje también, y memoria, es parte indisoluble, sustancial, determinante, de esta novela donde se recrea, esto es un decir pues a veces no es más que un nombre, una referencia, un territorio, Navas, que, aunque costero, mantiene unas características donde muchos querrán hallar a Toledo, ciudad natal del escritor. En realidad, esto es lo de menos. Lo que importa en el libro es su prosa, subyugante, no fascinante, que, al modo de una melopea, logra introducir al lector en una atmósfera que tiene mucho de irreal, pero sólo porque la mirada que sobre la ciudad se abate quiere ver, de hecho ve, más que el común de los que la pueblan.


El autor ha dedicado tiempo de su vida a realizar guiones para documentales. Parte de ese arte se detecta en la narración: hay la incidencia en mirar como el ojo de una cámara, las descripciones se quieren morosas porque recrean una imagen entera, no se contentan con el esbozo, y a veces esas imágenes sorprenden por el coraje con que se exponen. La historia es sencilla: Beatriz, Sebastián, Juan, Eduardo… sobreviven en Navas a pesar de su ambiente opresivo. Y digo sobreviven porque la derrota, la claudicación de sus deseos más pertinaces, ronda siempre a la vuelta de la esquina.


En esta novela, sin embargo, Martín Largo, que siempre ha tenido en perspectiva cierta estética expresionista, ha querido airear su prosa de excesivas connotaciones de oscuro entramado y ha optado por un claroscuro que al final del libro se muestra luminoso gracias a la carga moral de sus personajes. Esto es importante porque determina en buena medida todo el desarrollo de la historia: sólo subsisten en la opresión aquellos que buscan la luz con profunda y leal determinación. Y todo ello envuelto en la prosa sugerente de la rememoración, aquella que no necesita siquiera del diálogo para explicar ciertas situaciones. Aquí el narrador contempla, solamente se dedica a mirar."

(ABC de las Artes y las Letras, 30 de enero)