jueves, 30 de junio de 2011

DISPARATES / 23


GRECIA, RUINA Y NEGOCIO (I)

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El origen del problema vendría a ser el mismo que ya en su tiempo hizo posible la teoría del espacio vital alemán y del nazismo: la necesidad que tiene el país con el mayor sector exportador de Europa de un mercado en el que colocar sus productos. La Unión Europea se concibió en estos términos, y por eso constituye un mercado apto para la circulación de mercancías y capitales, pero carece por completo de un sistema redistributivo que armonice las desigualdades entre las naciones. La contención de los salarios en Alemania durante la pasada década, y la existencia de un enorme mercado europeo ansioso por adquirir dichos productos de un alto valor añadido, y pagados en una moneda única, constituía una situación idílica en el país de Angela Merkel, situación que sólo ha podido mantenerse gracias a un creciente endeudamiento de los países periféricos. Estos, definitivamente, han perdido el paso, y ninguna de las alternativas posibles es vista con buenos ojos en Alemania. Un incremento de los salarios allí supondría una mejora de la competitividad aquí, pero también, en Alemania, una disminución de la productividad y de los beneficios y un aumento del desempleo. La burocracia gobernante parece empeñada en mantener el modelo contra viento y marea y ya contra toda lógica, apelando a los prometedores beneficios de la banca.
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Transferir fondos públicos a bolsillos privados –o más sencillamente: el robo− no es una estrategia nueva en el mundo de las finanzas y de la banca internacional. Lo que sí es nuevo es que esta estrategia se desarrolle tan masivamente como ahora, imponiendo la ruina a los estados y los pueblos y condenando a estos a un empobrecimiento y una situación de bancarrota permanente que durará por lo menos algunas décadas, todo ello con el aplauso de la prensa y de los partidos dominantes, incluidos los llamados socialdemócratas. Bien claro lo ha dicho Theodoros Pangalos, vicepresidente griego y “socialista a la antigua usanza”, según fue presentado en su momento por el diario Público: “Hay que elegir entre el paquete de medidas [en alusión a los recortes aprobados ayer] o los tanques”, y, concretando aún más: El ejército tiene que salir a las calles a proteger los bancos. Por cierto que este socialista es nieto del general que participó en el golpe de estado en Grecia de 1925, a resultas del cual fue designado primer ministro de la dictadura entre ese año y el siguiente. De casta le viene al galgo.
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Según el economista Costas Lapavitsas, al que cita el autor del siguiente artículo, “hasta un alumno de primero podría llegar a entender que lo último que necesita alguien en bancarrota son más préstamos punitivos y un recorte de los ingresos”. ¿Qué sentido tiene entonces este nuevo rescate? La respuesta, según Lapavitsas, es que “se trata de rescatar a los tenedores de bonos y comprar tiempo para los bancos. Jean-Claude Trichet, el presidente del BCE –un burócrata no elegido– le ha impuesto su voluntad a Angela Merkel, la política más poderosa de Europa. En 2015, Grecia se encontrará en bancarrota, pero su deuda estará abrumadoramente en manos de entidades crediticias públicas: la UE, el BCE y el FMI. Cuando se produzca el impago, los bancos ya estarán fuera de ello y la carga recaerá en los contribuyentes europeos”. Ante la evidencia de que Grecia no podrá pagar la deuda que está contrayendo, tendrán que ser el resto de los europeos los que acudan a rescatar al rescatador (el Banco Central Europeo). La otra alternativa no deberían ser los tanques, como afirma Pangalos, sino el desmantelamiento de una unión económica y monetaria que a estas alturas ha dado pruebas más que suficientes de su fracaso. Según el economista americano Randall Wray, la razón principal de ese fracaso es la incapacidad para armar una respuesta en términos de política fiscal efectiva. A lo que el mismo autor añade que, a falta de una autoridad fiscal, hoy más improbable que nunca, ¿qué queda? Salir de la unión.

Alberto Garzón Espinosa - ATTAC

La revista digital Sinpermiso acaba de publicar en castellano algunos artículos sobre el futuro de Grecia y los países periféricos en general que son altamente recomendables. Me da la sensación de que por la elección de los mismos puede derivarse que la línea editorial de la revista apuesta por una salida del euro, algo sobre lo que no hay acuerdo en la izquierda política.

El artículo de Costas Lapavitsas, que por cierto es griego, apuesta por la salida del euro a pesar de los costes sociales que puede suponer a corto plazo. La alternativa, dice, es el paroxismo de la crisis. Según Lapavitsas los miembros de la troika UE/BCE/FMI saben perfectamente que Grecia va a acabar reestructurando la deuda, y que si están ofreciendo esos programas de “rescate” es únicamente para conseguir que los poseedores de títulos de deuda pública (y que son bancos fundamentalmente) puedan deshacerse de unos títulos que dentro de muy poco no valdrán nada. Eso significa que los planes de rescate lo único que consiguen es trasladar el riesgo desde las unidades privadas hacia las unidades públicas. Es decir, lo que ya veníamos diciendo una y otra vez.

Lapavitsas insiste en la necesidad de salir del euro, algo que ya proponía el informe del Research on Money and Finance del año pasado y del cual fue él mismo su coordinador. Por cierto que Lapavitsas habla de las horas trabajadas por los griegos, algo que ya vimos el año pasado al demostrar que son los segundos en la OCDE en horas trabajadas, y de la indignación masiva que puede derivar en una oposición frontal a los planes de la troika.

Por otra parte un poskeynesiano como Randall Wray también propone la salida del euro como única solución posible a la crisis de los países periféricos. Pero lo hace tras asegurar que la solución alternativa y de izquierdas no tendrá aceptación en los organismos actuales de la UE y que por lo tanto estamos ante un callejón sin salida. Esa alternativa progresista pasa por incidir en los desequilibrios comerciales y, en concreto, subir los salarios de los trabajadores de Alemania*. Es, por cierto, la solución que poskyenesianos radicales como E. Stockhammer y O. Onaran y marxistas como M. Husson recomiendan en algunos de sus artículos sobre la crisis griega.

En el fondo no parece que haya mucha disensión en torno a qué opciones tiene la UE para superar sus problemas actuales, ni mucho menos a la hora de predecir lo que está por venir. La diferencia estriba en que algunos (Stockhammer, Onaran, Hussson) confían en recuperar una Unión Europea social que otros (Wray, Lapavitsas) ya dan por perdida.

Sobre lo que está por venir no parece haber duda. Un proceso importantísimo de regresión social, con pérdida de derechos laborales (reformas en mercado de trabajo), sociales (reformas en sistema de sanidad y educación, entre otros) y económicos (reformas en sistemas de pensiones, por ejemplo). Todo ello reducirá la capacidad de demanda de los países, llevando a menores ingresos por parte de los Estados. Eso mantendrá la deuda en los mismos niveles o incluso en niveles crecientes, tras lo cual necesariamente vendrá el impago y la agudización -aún más- de la crisis. Pero un impago que seguramente sea gestionado por los acreedores y no por los deudores, que es como tendría que ser.

No parece haber duda de que pronto tendremos una nueva crisis financiera, bien porque la quiebra de un país supone un efecto dominó de impagos (y muy especialmente en el mercado de CDS**) bien porque los bancos están jugando con fuego como precisamente acaba de recordar el Banco Internacional de Pagos.

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* Algo con lo que no estoy del todo de acuerdo, puesto que eso puede resolver los desequilibrios comerciales de Alemania pero no necesariamente de España o Grecia. Los competidores de Grecia o España en materia comercial no son los países exportadores de alto valor añadido sino, desgraciadamente, países como China. Puede verse algunos datos en el working paper de Felipe, J. y Kumar, U. (2011): "Unit labor cost in the Eurozone: The Competitiveness debate again"

** CDS: Credit-Default Swaps. Estos contratos dan cobertura a los riesgos crediticios, permitiendo que bancos y fondos especulativos apuesten por la quiebra de un país entero y resulten beneficiados. Esta clase de coberturas y seguros casi derribaron a la gigante aseguradora American International Group (AIG).
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Aquí puedes leer el artículo de Costas Lapavitsas en la revista Sinpermiso
Y aquí el de Randall Wray

1 comentario:

  1. Sí, efectivamente la Unión Europea no contempla favorecer los avances sociales, es una pena, parece que el capital especulativo a través de sus agencias de valores parece que es el único benefiado de este poderoso proyecto que va más allá de los límites de las fronteras de esos países miembros. Quiza se trataría de buscar una salida social a los problemas de los ciudadanos.

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