miércoles, 26 de marzo de 2014

DISPARATES / 103

Erwin Blumenfeld,
Hombre arrodillado con torre, 1920
UCRANIA, SUMA Y SIGUE

Los recientes acontecimientos de Ucrania han sido expuestos en los medios de comunicación como un triunfo de la democracia y de la autonomía de ese país ante las oscuras intenciones del presidente ruso Vladimir Putin, quien estaría desplegando secretamente sus influencias “a fin de resucitar a la Unión Soviética”, según ha declarado Hillary Clinton varias veces en los últimos años. La ex secretaria de Estado volvió a hacer esta afirmación la semana pasada en una conferencia organizada por la Cámara de Comercio de Montreal, en la que explicó que “Putin intenta rediseñar las fronteras de Europa oriental, y que sólo a él le corresponde evitar una nueva Guerra Fría”.

Algunos hechos, sin embargo, han venido a cuestionar la versión oficial acerca de los acontecimientos de Ucrania. En primer lugar la aparición de un vídeo en el que algunos rebeldes de la plaza de Maidan, ex combatientes de las guerras en Afganistán y Chechenia, reclaman el pago del dinero que se les prometió por su participación en la revuelta. Según estos rebeldes “los fondos asignados para el combate han sido robados”. A propósito de esto el ex jefe del servicio de Seguridad de Ucrania, Alexánder Yakimenko, ha revelado que en los últimos meses Occidente transfirió a Kiev millones de dólares, un dinero que a menudo llegó en efectivo. “Desde el comienzo de las protestas”, ha afirmado, “tanto nosotros como los servicios de Inteligencia advertimos un aumento de la correspondencia que llegaba a varias embajadas de Ucrania. Después en la plaza Maidan empezó a aparecer moneda extranjera, concretamente dólares”.

Mientras tanto, el gobierno interino de Ucrania, que ha contraído con Rusia una importante deuda por la importación de gas, se ha apresurado a firmar con la multinacional estadounidense Chevron un contrato de diez billones de dólares para la explotación de su propio gas de esquisto en el campo de Olesska, un contrato que se añade al que previamente firmó el derribado gobierno de Viktor Yanukovich con Royal Dutch Schell, todo a ello a fin de alcanzar “la autosuficiencia energética”, objetivo que los dirigentes ucranianos esperan lograr en 2020. El yacimiento de Olesska, según documentos de la CIA, posee unas reservas de 1,1 trillones de metros cúbicos de gas natural.

La masiva llegada de dólares a Ucrania en los últimos tiempos no es un secreto. Victoria Nuland, secretaria de Estado adjunta para Europa y Eurasia, declaró en diciembre de 2013 que “hemos invertido más de cinco mil millones de dólares para ayudar al desarrollo de las instituciones democráticas de Ucrania y para promocionar su sociedad civil. Esta ayuda continuará”, afirmó, “a fin de promover el futuro que Ucrania merece”.

El siguiente artículo de The Ecologist trata de estos temas y del papel del gobierno de Estados Unidos en la defensa de los intereses de las compañías petroleras. Su autor, J.P. Sottile, es un periodista independiente, documentalista y productor en Washington D.C. Su programa de radio semanal Inside the Headlines w / The Newsvandal se trasmite todos los viernes en Fairfield, Iowa.


UCRANIA, CHEVRON Y CONDI RICE… ATANDO CABOS

J.P. Sottile

Todo el mundo tiene una opinión sobre el “enfrentamiento” con Rusia. Algunos dicen que se trata de la libertad y del derecho a la libre determinación. Algunos dicen que la prioridad es enfrentarse a la agresión y detener la marcha de un dictador. Algunos dicen que es por el futuro del mundo, desde Siria hasta Corea del Norte, sin olvidar el programa nuclear de Irán, y –de acuerdo con el senador Lindsey Graham– todo se debe a la incapacidad de Obama para matar a los que mataron a los estadounidenses en Bengasi.

Pero la voz más reveladora en el coro es la de Condi Rice, quien ha escrito un exaltado artículo de opinión en The Washington Post, el periódico de los grandes records. Su nostálgico “chico, esto es una guerra fría ahí fuera” vino justamente dos días después de que un Henry Kissinger cubierto de teflón opinara también en el Post acerca del “arte de establecer prioridades”, por supuesto con respecto a Ucrania.

¿Por qué debemos preocuparnos por Condi?

Como el mundo sabe por otras dolorosas experiencias, Condi Rice, al igual que Kissinger, está también por la labor de establecer prioridades. Pero ahora que está fuera del poder, ¿por qué alguien debería perder el tiempo teniendo en cuenta lo que dice esta señora, y además acerca de la “crisis” de Ucrania? ¿Por qué? Por lo que está sucediendo.

Como ocurre con la mayoría de los “excepcionalistas” americanos, persuadidos del carácter único del papel de Estados Unidos en el mundo, su bravuconería puede servir, como en una operación de ingeniería inversa, para encontrar la verdad banal sobre la política exterior de Estados Unidos. Por ejemplo, su firme creencia de que Ucrania “no debe servir de peón en un conflicto entre grandes potencias, sino que hay que considerarla una nación independiente” podría tener algo que ver con los cincuenta años de arrendamiento de Chevron para explotar las reservas de gas de esquisto en Ucrania.

Es el gas, estúpido

Cuando se firmó ese contrato que ahora ha sido confirmado, el 5 de noviembre de 2013, se avivaron los temores rusos acerca de su pérdida de influencia y de un importante mercado de gas en un antiguo socio. Aquello ocurrió mientras se discutía un acuerdo comercial con la Unión Europea, que tras ser abandonado a causa de la presión rusa, llevó al derrocamiento del gobierno de Ucrania.

Reuters caracterizó el acuerdo de diez billones con Chevron para la producción de gas de esquisto como “un paso más en la unidad con Estados Unidos para una mayor independencia energética de Rusia”. Sin duda, la señora Rice sabe algo acerca de la producción de energía. Ella se sentó durante diez años en la junta directiva de Chevron antes de renunciar para ser asesora de Seguridad Nacional con el presidente Bush, en 2001. Ella era una figura tan titánica en Chevron y tan querida por sus capitanes corporativos que incluso le pusieron su nombre a un petrolero de 129.000 toneladas. ¿Puede la gente poner su nombre a un petrolero? ¡Sí, se puede!

Pero cuatro meses después de salir de Chevron, discretamente, el petrolero fue rebautizado, ya que el asunto podría obstaculizar el cumplimiento de sus nuevas funciones en lugares prioritarios, como por ejemplo Kazajstán (una dictadura de hecho que cuenta con la simpatía de todos los “excepcionalistas” americanos) o en el Mar Caspio (donde Chevron ha realizado grandes inversiones) o en Afganistán (donde desde hace mucho existe un proyecto de oleoducto desde la región del Caspio hasta el Océano Índico).

Los intereses corporativos en el exterior

En el caso de Ucrania, el acuerdo alcanzado con Chevron continúa una larga tradición de matrimonios mixtos entre los intereses “nacionales” y las grandes corporaciones, bajo el pretexto de la seguridad nacional. Así, el International Business Times pudo declarar inmediatamente después de la operación que “el acuerdo de Chevron con Ucrania fue apoyado por Estados Unidos como parte de su estrategia de seguridad nacional para ayudar a reducir la influencia de Rusia en Europa y Kiev”. El artículo cita al embajador de Estados Unidos, Geoffrey Pyatt, quien afirmó estar “muy decidido a cooperar con el gobierno de Ucrania en el fortalecimiento de su independencia energética”.

Esa “cooperación” se expresa en el lenguaje de la “independencia”, pero en realidad de lo que trata es de establecer la interdependencia financiera con poderosos intereses corporativos, naturalmente americanos. No se trata de la libertad o la autodeterminación o los derechos humanos. Se trata de la “Open Door”, la puerta abierta a los negocios de las multinacionales.

Desde Estados Unidos ya se propuso una política de “puertas abiertas” a China a finales del siglo XIX, cuando el “imperialismo blando” estadounidense vio la oportunidad de aprovechar los recursos de docenas de “regímenes amigos” en beneficio de las empresas estadounidenses, no obstante su compromiso “con la libertad”.

Hemos estado allí antes

Ya se tratara del petróleo de Irán, del banano de Guatemala o de la caña de azúcar de Cuba, cualquier intento de cerrar la puerta a los intereses comerciales estadounidenses tradicionalmente ha llevado consigo serias advertencias sobre los peligros del aislacionismo y reclamaciones engañosas sobre las necesidades de Estados Unidos, cuyos recursos parecen estar siempre ubicados en otro país.

Durante la Guerra Fría, los intereses nacionales “en peligro” inspiraron travesuras de la CIA en todo el mundo. Los planificadores de la política exterior de Estados Unidos apoyaron el cambio de régimen en países como Chile (pregunten al doctor Kissinger) y en toda América Latina. Y se repartieron valiosos paquetes de ayuda extranjera a un variopinto grupo de “hombres fuertes” anticomunistas. Si había problemas, los marines podían ayudar. Desde el fin de la Guerra Fría, la política de Estados Unidos ha estado reventando puertas en todo el mundo, y en particular alrededor de los bordes de la antigua Unión Soviética. De hecho, esta expansión de Estados Unidos y de la OTAN en los que antes eran países satélites de Moscú ha extendido un cerco militar estadounidense en torno a Rusia.

Una declaración de guerra económica

La independencia energética de Ucrania pregonada por el embajador Pyatt equivale a una declaración de guerra económica a los intereses del petróleo y el gas con sede en Rusia. Al igual que Condi Rice antes que él, la prioridad establecida por el embajador es garantizar que las empresas bien relacionadas entren en la planta baja de una casa ajena.

Una vez en la planta baja, necesitarán un seguro –ya sea en forma de clientes locales o de patrulla de barrio, que muy bien pueden ser parte de las fuerzas armadas estadounidenses. Tal vez por eso la señora Rice utilizó su artículo de opinión sobre Ucrania como excusa para dejar sentada la conveniencia de una fuerza militar permanente en Afganistán. Porque ella “no quiere oír hablar de la retirada de Afganistán ni de si la situación de seguridad lo requiere o no”. Según ella, no pueden quedar en Afganistán menos de diez mil soldados. De lo contrario, Estados Unidos “no estaría haciendo nada serio para ayudar a estabilizar ese país”.

Libertad, libertad, justicia… e hidrocarburos

Sin embargo, uno se pregunta si ella –al igual que todos los ablandabrevas profesionales, agresivos y truculentos planificadores, y los futuros responsables de formular la política de un sector corporativo que está ansioso por enfrentarse a Rusia– no está en realidad preocupada por algo más básico que la libertad y la justicia para todos.

Tal vez la ex secretaria de Estado, la ex pez gordo de Chevron y la ex petrolera esté más preocupada por las posibilidades de Chevron de hacer realidad su sueño del oleoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI).

Sin duda las viejas cohortes que practican el “imperialismo blando” en el Departamento de Estado de Estados Unidos han hecho su parte para ayudar a Chevron a firmar este acuerdo tan lucrativo.

La verdad banal es que la política de hace ya tiempo de Estados Unidos es ayudar a las personas en cualquier lugar y en todas partes cuando esas personas viven sobre o cerca de grandes recursos. Al menos, así sucede en Bahrein, Nigeria, Kazajstán o en cualquier otro país cuyo gobierno represivo y corrupto ya es interdependiente de los intereses corporativos de Estados Unidos.

lunes, 24 de marzo de 2014

DISPARATES / 102

ADIÓS, ALFAGUARA

La noticia, el viernes pasado, del acuerdo entre Penguin Random House y PRISA, aunque no ha podido sorprender a nadie, ha servido para traerme a la mente (como imagino que también habrá ocurrido a otros, no muchos) algunas reflexiones que ya hice tiempo atrás y a las que me referí en distintos lugares, y otras que pertenecen al silencioso e íntimo género de lo que no puede publicarse. Baste decir que estos que corren son días negros para el libro.

Mi trayecto en Alfaguara abarcó un tiempo en el que se sucedieron cuatro directores: Luis Suñén, Gillermo Schavelzon, Juan Cruz y Amaya Elezcano. La mención de los nombres revela el alcance literario de la editorial hasta el momento en que su gestión empezó a ser desviada hacia derroteros más comerciales, forzados por la situación económica del grupo al que aquélla pertenecía y por la generalizada crisis del sector. Personalmente no podría dejar de constatar el compromiso que todos tuvieron con la literatura, en gran parte liberado de las consideraciones comerciales que hoy ahogan a todos los estamentos de la actividad literaria, actividad industrial, desde luego, pero también, y no en segundo lugar, actividad central en la cultura de un pueblo y de una lengua, una cultura que es indispensable para la salud de la sociedad y que no tiene por qué entender de finanzas ni de gráficos de beneficios.

Alfaguara, ubicada por entonces en la calle Juan Bravo, era lo que ya empezaba a llamarse “una editorial literaria”, como si fuera factible la existencia de editoriales conserveras o salchicheras. Estaba abierta a autores jóvenes, y para la selección de los originales remitidos existía un equipo fijo de lectores (algunos de ellos también excelentes escritores) armados de conocimiento y de buenos criterios literarios. Por propia experiencia puedo afirmar que sus informes eran muy respetables reseñas literarias, las cuales solían ser atendidas por la dirección. No en balde por allí había pasado Luis Suñén, que antes de dedicarse a la edición había llevado junto a Rafael Conte la añorada sección literaria de El País, llamada simplemente así: “Libros”, y que algunos recordarán. De este modo era posible que un joven autor del todo periférico, como era mi caso, tras enviar espontáneamente un original a Alfaguara, fuese llamado para publicarlo. Ello permitía que anualmente dos o tres de las novelas editadas fueran de un autor principiante o completamente novel. Esto a los autores nos parecía insuficiente, pero era una vía real de acceso al mundo literario y todo un lujo, en comparación con la calamidad actual.

En poco tiempo el artificioso concepto de “editorial literaria” pasó a identificarse, de manera interesada, con el de elitismo. La industria editorial, que seguía siendo uno de los sectores económicos mayores y a la vez más sólidos de nuestra sociedad se contagió de los excesos que empezaban a ser comunes en ésta. A la historia oculta de nuestra literatura pertenecen los contratos millonarios que las editoriales se dedicaron a firmar, por motivos que poco o nada tenían que ver con la literatura, con las grandes vedettes, de las que se esperaba el milagro de unas ventas masivas que nunca llegaron. En el caso concreto de Alfaguara la situación era peor, a causa de su dependencia respecto a PRISA, cuyos problemas económicos (y políticos) se iniciaron por algo tan escasamente relacionado con las letras y la edición como es el fútbol. También aquella guerra por los derechos de transmisión de los partidos de fútbol, por cierto, pertenece a la postmoderna historia de España que todavía está por escribirse.

Lo anterior es sólo un recorrido apresurado y arbitrario por la decadencia de nuestro sector editorial. Un sector al que en verdad ya no podemos llamar propiamente “nuestro”, lo que no dejará de tener sus consecuencias económicas y culturales.

Random House ha comprado Alfaguara por 72 millones de euros, casi un regalo. Alfaguara, además de la editorial que da nombre al grupo, incluye las editoriales Taurus, Aguilar, Suma de Letras, Punto de Lectura y alguna otra. Es de suponer en qué consistirá el proyecto editorial de los nuevos dueños del grupo, una multinacional que edita a Stephen King y a Ken Follet, y que sólo en España facturaba hasta ahora alrededor de 3.000 millones de euros al año. La pregunta de qué le puede importar a esta multinacional la promoción de la cultura española se responde por sí sola, lo que constituye una mala noticia, en especial para los escritores noveles, los cuales, como decía Juan Ángel Juristo el viernes pasado, tendrán que publicar sus libros “de manera no ya artesanal, sino casera”. Algunos otros deberán plantearse el exilio literario, por ejemplo a la editorial argentina Adriana Hidalgo, que tiene un excelente catálogo de autores contemporáneos en lengua castellana entre los que posiblemente no estorbaría algún autor español.

Entre las reacciones a la noticia, sólo unas pocas se han caracterizado por la sensatez. El resto ha oscilado, como era de esperar, entre la puesta en escena de un tardío rasgarse de vestiduras y el aplauso. Sucede que el de aplaudir es el único oficio que no tiene desempleo en este triste país.

La adquisición del grupo Alfaguara se inscribe en la tendencia de los últimos tiempos a la formación de un monopolio global, el de Penguin Random House-Bertelsmann-Pearson-Mondadori y sus sucursales, un monopolio del que no es rival, sino complemento, Amazon, compañía que se autocalifica “de servicios” y que acumula en su seno la venta y distribución mundial de libros de papel y electrónicos y la autoedición, en perjuicio de las editoriales independientes, de los distribuidores y los libreros. Algunos de los rasgos de esta globalizada deriva editorial ya fueron expuestos por Thierry Discepolo en su libro La traición de los editores (Trama, 2013), en el que ilustraba el modo en que estas maniobras especulativas aquejan gravemente a la democratización del saber, a la pluralidad de las opciones intelectuales y a la capacidad de los ciudadanos para construir su futuro. En las páginas de este libro se leía que “la distinción artificial entre ‘grupos de comunicación’ y ‘grupos editoriales’ oculta el papel fundamental de estas grandes empresas en una sociedad de masas: transformar a los lectores en consumidores y limitar la capacidad de acción de la mayoría”.

El daño mayor, irreparable, es para la cultura ya hecha, un pedazo importante de la cual se halla en los catálogos de las editoriales que ahora han sido mal vendidas, catálogo cuyo futuro hoy es incierto; pero todavía mayor para la cultura que está por escribirse y que aquí se va encontrar las puertas cerradas. Una mala inversión para el futuro.

jueves, 20 de marzo de 2014

CRÓNICAS TOLEDANAS / 11

Rudolf Schlichter, Hausvogteiplatz, 1926
MÁS ALLÁ DE LA LEY Y LA RAZÓN

En la ciudad en la que vivo, Toledo, el Ayuntamiento aprobó en 2007 el llamado Plan de Ordenación Municipal (POM), que contemplaba una reordenación urbanística general de la capital de Castilla-La Mancha y la construcción de miles de viviendas. En 2011, sin que hubiera llegado a ponerse un ladrillo del ambicioso plan, el mismo fue declarado nulo por tres sentencias del Tribunal Superior de Castilla-La Mancha. Recurridas dichas sentencias por el Ayuntamiento de la ciudad, el POM ha vuelto a ser declarado ilegal el mes pasado por el Tribunal Supremo. Ya ha anunciado la corporación municipal que recurrirá al tribunal superior, el Constitucional.

Lo anterior es una muestra elocuente de la manera en que se hace la política en el país en el que vivo, España, y si algo desentona en el ejemplo del POM de Toledo es el hecho de que éste fuera el último en aprobarse en el conjunto del Estado, en vísperas de la crisis del sector de la construcción y cuando, en consecuencia, ya había pocas (o ninguna) expectativas de que pudiera llevarse a cabo. De aprobarse unos años antes habría servido, como otros planes de ordenación, para que algunos empresarios de la construcción incrementaran sus fortunas, para que circulasen los habituales sobornos y para que los dos partidos políticos gobernantes recibieran sus cuotas correspondientes de financiación ilícita. Hay que subrayar que si esto (que ha sido la norma en todas las ciudades de España con independencia de que sus respectivos POMS se ajustaran a la legalidad vigente o no) nunca ha llegado a suceder en mi ciudad ha sido exclusivamente porque el POM de Toledo se aprobó demasiado tarde, cuando el negocio de la especulación inmobiliaria estaba dando sus últimos coletazos, lo que es atribuible únicamente a la torpeza de los ediles del Consistorio toledano.

Así pues, en Toledo no ha llegado a verificarse en la práctica el incumplimiento de la ley, no porque ésta haya sido impuesta por algún órgano de control institucional o ciudadano, sino sólo por pura ineptitud. A este respecto conviene recordar que el POM toledano fue aprobado por la unanimidad del pleno del Ayuntamiento, formado por los dos partidos dominantes, con la excepción de un solo voto, único voto disidente al que entonces se acusó de sabotear el progreso de la ciudad, y cuyo valor moral ha crecido desde entonces, al haber sido reconocido cuatro veces por los tribunales como el único ajustado a la ley.

No importan mucho los motivos por los que el POM de Toledo ha sido declarado ilegal. Más interesante es observar la manera en que hoy en España se manejan conceptos como “razón”, “verdad” y “ley”.

Ante todo hay que aclarar que el fallido POM ya ha costado dinero (y no poco) a los toledanos, dinero que deberán aportar mediante tasas e impuestos y por medio igualmente de una mayor precariedad de sus servicios públicos. Un dinero que se ha ido al limbo en forma de pagos a abogados y costas de los juicios perdidos, así como mediante el encargo de costosos informes “independientes” pagados por el Ayuntamiento a servicios jurídicos. Un gasto que aumentará ahora que el caso va a ser recurrido al Tribunal Constitucional. Entretanto, los dos partidos dominantes y gobernantes se recriminan mutuamente por la responsabilidad del desaguisado, lo que no impide que ambos sigan siendo los partidos dominantes y gobernantes. No se ha producido ninguna dimisión, y los ediles que votaron ilegalmente continúan en sus puestos (excepto uno de ellos, que ha sido elevado al cargo de alcalde). Hace unas semanas, cuando la prensa informó del nuevo fallo del Tribunal Supremo, ningún medio de comunicación se acordó de mencionar al único edil que se opuso a la aprobación del POM ilegal: José Esteban Chozas, que ha sido “premiado” de la manera en que hoy se premia la honestidad en España, lo que quiere decir que ya no forma parte del Consistorio toledano y ni siquiera de la formación política a la que entonces representaba (Izquierda Unida).

Y es que nuestra política está sometida hoy a una ley darwiniana no escrita de selección natural, en virtud de la cual el embudo del poder sólo acepta en su seno a la inmoralidad pública. Tal cosa sucede igualmente en todo el Estado, lo que explica la desconexión total existente entre las instituciones y la población. ¿Qué enseñanza puede extraer de esto el ciudadano medio? Quizá una: la de que el situarse fuera de la ley no sólo no está perseguido, sino que además está muy bien pagado. La razón ya no es cosa del grado de verdad que haya en ella, sino muy al contrario del poder de que se disponga para hacer pasar por razón aquello en lo que no hay ninguna verdad. Para ello basta con que esa falsa verdad sea convenientemente aireada por unos dirigentes a los que no importa nada lo que “es”, sino lo que “parece”. Ellos son seres mediáticos cuya única preocupación consiste en planificar la manera en que sus asuntos serán expuestos en los medios de comunicación, encargados de establecer la suya como única razón, aunque sea al margen de la ley.

Los ejemplos de todo lo anterior pueden multiplicarse hasta alcanzar la totalidad del espectáculo político, de lo que hemos tenido otra buena muestra con la reciente comparecencia del secretario de Estado de Seguridad en relación con la muerte de quince inmigrantes en la playa El Tarajal. De esta comparecencia se deduce que los inmigrantes, después de recorrer miles de kilómetros, optaron por suicidarse colectivamente a la vista de los edificios de Ceuta, sin que en tal decisión influyera significativamente el hecho de haber sido recibidos con disparos de pelotas de goma por agentes de la Guardia Civil. Al contrario, aquí el espectáculo se ha desplazado de los dudosos hechos puestos en cuestión a la comparecencia misma, “ejercicio de trasparencia” insólito en nuestras instituciones, en absoluto aficionadas a dar explicaciones, olvidando que si esta vez las han dado, aunque irrisorias, no ha sido pensando en dirigirlas a la población española, sino a los organismos internacionales (Naciones Unidas, Unión Europea y diversas organizaciones de derechos humanos) escandalizados por la masacre.

Lo expuesto aquí no responde a una excepcionalidad o error del sistema. Antes bien, se trata del modo natural en que éste se comporta. Esta “razón” de hoy, monopolio de una generalidad debidamente adoctrinada, ignora que la razón no es cosa de cantidad, sino de que en ella exista más verdad, aunque sea solo uno el que la defienda. La sinrazón elevada a la categoría de razón, desprovista de verdad y superior a la ley, ha sido siempre signo de decadencia de sociedades, estados y civilizaciones. ¿Lo será también de la nuestra?

martes, 18 de marzo de 2014

LECTURA POSIBLE / 139

HIJAS IMPERTINENTES O EL ARTE DE LA AUTOBIOGRAFÍA, UN RELATO INÉDITO DE DORIS LESSING

Son infrecuentes los casos de autores que en vida despiertan la atención de los biógrafos, y cuando tal cosa ocurre suele ser signo de una existencia anómala, o como mínimo aventurera. No parece que estos adjetivos puedan aplicarse a Doris Lessing, pese a lo cual la autora inglesa fue en las últimas décadas de su vida sujeto (o víctima) de un gran número de ensayos biográficos, cuya cantidad excede seguramente al de los estudios dedicados a su obra. Las razones de ello no se encuentran en la apacible vejez de esta mujer que vivió medio siglo en su casa del Hampstead, al norte de Londres, cuidando de su hijo inválido y de sus gatos, sino en los años de su juventud pasados en África, cuando militó en el Partido Comunista; en las peculiaridades de su feminismo y, acaso, en ese carácter excéntrico e independiente que le llevó a rechazar el título de dama del Imperio Británico con el convincente argumento, según sus palabras, de que “tal imperio ya no existe”.

La recientemente desaparecida Doris Lessing fue una autora prolífica que durante décadas no rehusó incorporar a su obra diversas experiencias personales relacionadas con la política, la segregación racial, la maternidad y la crianza de los hijos, la condición de la mujer, las etapas de la vida, el amor, el enamoramiento y el sexo. Pero no siempre su producción se ha nutrido de su propia vida, y en los años setenta, cuando pareció abandonar definitivamente los temas sociales de sus primeras narraciones, se entregó por completo a la ciencia ficción, lo que dio lugar a la parte más incomprendida de su obra, una parte, la de la serie de los cinco libros de Canopus en Argos, con su apocalíptica y pesimista visión de una humanidad sometida a las tiranías y a las catástrofes naturales, que sin embargo podría ser la que más y mejor se recuerde de Lessing en un futuro próximo.

Un relato autobiográfico era ya En busca de un inglés, escrito en 1960, y autobiográfico es también el contenido de muchos pasajes de El cuaderno dorado, novela que se publicó dos años más tarde y que se convirtió enseguida en referencia casi mítica, sobre todo para el movimiento feminista. No obstante, la obra propiamente autobiográfica de Lessing fue redactada mucho más tarde, y por distintos motivos.

Nacida en Persia, su familia no tardó en trasladarse a Rodesia (hoy Zimbabwe). Allí se casó, tuvo dos hijos, se divorció y volvió a casarse, esta vez con el comunista Gottfried Lessing, con el que tuvo otro hijo, Peter. Abandonada por su esposo, Doris Lessing se marchó con su hijo pequeño a Londres, encontrando allí una ciudad medio en ruinas que trataba de ponerse de nuevo en pie tras la guerra mundial. Bajo el brazo llevaba su primera novela, Crece la hierba, que en principio no interesó a ningún editor. Trabajó de niñera y telefonista, e incluso pasó por la redacción de un periódico que abandonó pronto, ya que a esa edad ingenua le resultaba incomprensible que debiera ajustar el contenido de sus artículos a la tendencia política de sus jefes. Su minusválido hijo Peter es el que ha ocupado, junto a la literatura, varias décadas de la vida de Lessing. A sus dos hijos “africanos” los visitaría siendo ya una autora de prestigio: el mayor, John, dueño de una granja, murió de un ataque al corazón a finales de los noventa. Jane, con la que tuvo algo más de contacto en sus últimos años, se dedicaba entonces a realizar campañas de alfabetización en diversos países centroafricanos. En las entrevistas Lessing se negaba en general a dar explicaciones sobre su vida privada, pero en una de ellas, con respecto a sus dos hijos mayores, confesó que “no hay nada más aburrido para una mujer inteligente que pasar mucho tiempo con niños pequeños. Yo sabía que no era la más indicada para cuidarlos, y si lo hubiera hecho creo que habría acabado alcohólica y frustrada intelectualmente, como acabó mi madre”.

Cuando Lessing, que a regañadientes aceptó colaborar con algunos de ellos, supo que varios estudiosos de uno y otro lado del Atlántico estaban escribiendo su biografía, se les adelantó a todos publicando Dentro de mí (1994) y Un paseo por la sombra (1997). Estos libros, junto a Made in England, que se ha editado recientemente (y que no es sino el ya mencionado En busca de un inglés), constituyen la autobiografía de Lessing, que en el conjunto de su obra viene a ocupar un lugar destacado no tanto a causa de los acontecimientos narrados en ella como por la lúcida y reflexiva naturaleza de su punto de vista, el de una mujer libre. Es a estos volúmenes a los que viene a sumarse ahora un texto que entre nosotros permanece inédito, cuya publicación en inglés tuvo lugar hace treinta años y que se ha editado en francés la semana pasada con el título de Filles impertinentes (Flammarion, 2014).

Impertinent daughters apareció por primera vez en el número 14 de la revista Granta, publicación británica de larga e influyente tradición en las letras inglesas (y de la que existe desde 2003 una versión en español). Este relato, escrito en la época en que Lessing trabajaba en Los diarios de Jane Somers y La buena terrorista, fue concebido como la contribución de la autora al número que Granta dedicó en invierno de 1984 a diversos textos autobiográficos, entre los que figuraban algunos de Raymond Carver, Vladimir Rybakov y Reinaldo Arenas. Diez años más tarde el relato fue ampliado por la autora, y en su nueva forma se publicó en el volumen A small personal voice (Flamingo, 1994), una antología de ensayos, críticas y recuerdos personales de Lessing.

El libro regresa a los orígenes de la autora para revelarnos su árbol genealógico, e incluye una descripción de la muy conservadora sociedad británica en el momento de su declive. Lessing nos relata la historia de sus padres, su emigración a Rodesia y su infancia. Pero sobre todo el texto se convierte en la ocasión en que la autora se confronta con su madre, Maude Tayler, verdadera protagonista del relato, una mujer encorsetada por su época y que sufrió vergüenza cuando Lessing publicó su primera novela, según ella, una “aberrante e injusta” visión del colonialismo británico. Tal y como cabe suponer tratándose de Lessing, nuestra autora muestra de manera implacable las diferencias y los conflictos que la separaban de su madre, a pesar de lo cual el libro es también una lúcida y emocionante declaración de amor a esa mujer “fuerte, inteligente y capaz” que con el tiempo devino en “enfermiza, neurótica e infeliz”.

En este relato, que no debería tardar en publicarse en castellano, Lessing nos ofrece, junto a la clara y sólida visión de su infancia y de su contexto, también una imagen frágil (poco común en su obra) de sí misma: la niña que había llegado en lugar del deseado hijo y para la que no se había pensado ningún nombre, por lo que el de Doris le fue directamente asignado por el médico. “Fui un bebé increíblemente difícil, y luego una niña fastidiosa, muy diferente de mi hermano Harry, que siempre fue tan bueno… Mejor dicho, y para acabar de una vez: mis recuerdos de ella [su madre] son todos de antagonismo, de lucha y de sentimientos excluidos”. Aunque la madre afirmaba que “un niño debe estar regido por el amor”, su hija señala: “El problema es que el amor es una palabra que tiene que ser llenada con experiencias de amor”, tema éste que determinó el resto de su obra, y que explica por qué “el calor, la compasión, la humanidad, el amor de la gente que ilumina la literatura del siglo XIX y que hace de todas esas viejas novelas una confesión de fe en uno mismo”, como escribió en su ensayo A small personal voice, todo eso está sorprendentemente ausente de su literatura, y lo que obtenemos en cambio es una dureza mordaz y despiadada, lacónica y precisa, liberada de los obstáculos del sentimiento.

No menos de cinco biógrafos, sólo en Estados Unidos, estaban trabajando en otras tantas biografías de Lessing cuando ella publicó el volumen Dentro de mí, libro que justificó como “autodefensa”, pues los datos autobiográficos que hasta entonces podían conocerse de ella eran los que estaban dispersos en sus novelas y en dos breves relatos, Mi padre y este Hijas impertinentes, de cuya versión original, reducida, sólo existían la edición inglesa y una alemana. En alguna ocasión Lessing declaró sentirse “canibalizada” por esa desmedida atención prestada a su vida privada, tributo que debió pagar por ser parte de una literatura, la anglosajona, que posee una rica y noble (y a menudo no tan noble) tradición biográfica, la cual está mucho menos extendida, y a veces pasa por estar mal vista, entre nosotros. Que esto le gustara o no a Doris Lessing daba igual, ya que, como escribió su biógrafa Eve Bertelsen, “la formación intelectual y el universo de Lessing –su compromiso con el comunismo, el feminismo, el psicoanálisis y el sufismo– son interpretados por los críticos literarios como la historia simbólica de nuestra era”. Al igual que ocurre con D.H. Lawrence, la vida y la obra de Lessing se celebran hoy por estar íntimamente en sintonía con el espíritu de la época. Las observaciones que hace en su obra, su capacidad para asimilar y cuestionar el estado de ánimo de su tiempo, y, consciente o inconscientemente, sus pronunciamientos oraculares en todas las materias, desde los estupefacientes hasta la pedofilia, han servido para reforzar esa impresión que se tenía de ella como profeta social, esa small personal voice en dialogo constante con otra voz colectiva más resonante, aunque no por ello más acertada. Ella ha sido, como escribió hace unos años la periodista Elizabeth Lowry, “una extraña y un animal político, una radical blanca en la conservadora Rodesia de los años cuarenta, una figura admirada aunque incómoda para el movimiento de las mujeres, una roja desencantada que conservó una comprensión fundamentalmente sociológica del individuo, una odiosa escritora anticolonial que ocupó un lugar de privilegio en el centro de la escena literaria metropolitana”.* Y sobre todo, añadimos nosotros, como narradora épica de la experiencia femenina, además de como dominadora del arte de la autobiografía, una voz personal de las que ya no quedan.
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* London Review of Books, 22/3/2001

viernes, 14 de marzo de 2014

DISPARATES / 101

Max Liebermann, La familia
Liebermann
 (detalle), 1926
Una cuarteta de la zarzuela La Marsellesa, de Manuel Fernández Caballero, dice así: “El pensamiento libre proclamo en alta voz, y muera el que no piense igual que pienso yo”. El pensamiento libre es como los monstruos que pueblan los lagos escoceses, cuya existencia muchos dan por cierta, aunque nadie los haya visto. El siguiente artículo, que se publicó hace unos días en la revista literaria estadounidense Storyville Books, trata con humor el estado actual del libre pensamiento, de la así llamada “libre opinión” y de la información “realmente circulante” en nuestros días, centrándose en especial en Estados Unidos y en su cada vez más precaria clase media. Su autor, Stephen L. Oakes, es sociólogo y profesor de la Universidad de Louisiana en Lafayette.

¿HA LEÍDO USTED LA ÚLTIMA NOVELA DE GUSTAV MAHLER?

Stephen L. Oakes

“El estadounidense es la persona más entretenida y la peor informada del planeta”, escribió hace años Neil Postman, lo que en este tiempo de entretenimiento e información global parece haber dejado de ser cierto. Junto a grandes dosis de entretenimiento, los americanos ostentamos el raro honor de exportar nuestra mala información al mundo entero. El entretenimiento es una ruina, y según los expertos los altos costes de producción de Hollywood pronto ya no podrán ser compensados ni siquiera aunque cada habitante de la Tierra se convierta en consumidor de nuestras teleseries y de nuestras carísimas producciones para la gran pantalla. Se buscan nuevos mercados, no se sabe dónde, quizá en la nebulosa de Orión. Hoy el negocio está en las noticias.

¿Qué cultura media tienen los americanos?

Según un reciente informe, los estadounidenses menores de trece años han perdido el gusto por toda forma de literatura, y los educadores que recibieron con alegría el e-book y otros artefactos electrónicos hace unos años han dado ahora marcha atrás. Los adolescentes que se acercan a los libros a través del e-book no se aficionan a la literatura, sino (todavía más) a la electrónica, y el tiempo medio de atención a la lectura se estima hoy entre los jóvenes en menos de dos minutos. Así, Guerra y paz podría ser ciertamente el libro de-toda-una-vida. En todas partes se estimula la velocidad de acceso a la información, lo que se hace en perjuicio de una capacidad de concentración que hoy es ya apenas superior a la de los peces. Los niños y niñas pasan sin embargo la mayor parte de sus vidas ante una pantalla, pero que consigan enterarse de algo resulta incierto. Ahora en nuestras ciudades se organizan competiciones de velocidad en los establecimientos de comida rápida, las cuales se celebran con gran despliegue publicitario. El niño o la niña encarga su comida sobre una pantalla táctil, la cual de paso se lleva por delante unos cuantos empleos, la pantalla incluye varias opciones, también el refresco. La operación lleva en total unos nueve segundos (en el nivel experto), y antes de que pueda darse cuenta el cliente recibe de una máquina automática expendedora el alimento solicitado. No hay platos, sólo un vaso de plástico. En menos de tres minutos el niño ha hecho su solicitud, ha comido y ha cagado. Y todo ello sin tener el más mínimo trato con otra persona. No se sabe si aquello le alimentará, pero el niño mientras tanto ha sido deglutido, devorado y expulsado por una sofisticada y potente maquinaria. Según hemos sabido, un alto porcentaje de estos chicos y chicas de menos de trece años creen tener conocimiento de un libro llamado El castillo del tesoro, El imperio del tesoro o algo parecido, que según parece ha escrito un tal Melville o puede que Twain, y sólo un once por ciento afirmó en una encuesta saber de la existencia de La isla del tesoro, de Stevenson. De ese once por ciento, una tercera parte incluso lo había leído.

Entre los adultos la situación empeora. La creencia que contribuyó a extender en su momento el ilustrado Gotthold Ephraim Lessing, según la cual el individuo podía alcanzar su plenitud y su emancipación personal por medio de la cultura, hace tiempo que pasó a la historia. Los requisitos mínimos para alcanzar una cultura mínima con la que desenvolverse en la vida menguan de generación en generación. ¿Qué hace falta saber hoy para ganarse el respeto de los vecinos, los compañeros de trabajo y los propios hijos? Apenas nada. Ello explica que los adultos participantes en otra encuesta hayan obrado el milagro de haber leído el último libro de Gustav Mahler, aunque no hayan conseguido ponerse de acuerdo acerca de esta cuestión: si se trata de una novela histórica o policíaca. En breve espero escuchar también la nueva sinfonía catártica de Allan Poe.

La falta de cultura, dicen algunos expertos, se equilibra con la abundante información. Pero ¿qué información es esta?

La clase media americana, y ahora también la global, opina con pasmosa ligereza acerca de acontecimientos sucedidos en países que son incapaces de situar en el mapa, ni siquiera por aproximación. Es lógico que sea así, pues ello se desprende del irrenunciable derecho de esa misma clase media a una información completa y veraz. El problema es que casi nunca es una de tales cosas, y ambas, jamás.

La prensa de hoy informa de que los movimientos de tropas rusas cerca de la frontera ucraniana han provocado la caída de la Bolsa, lo cual es malo. Esto es cierto, pero sólo en parte. El consumidor pasivo de información debe pasar a la acción y convertirse en periodista aficionado si quiere enterarse de que uno de los sectores más perjudicados por las pérdidas en la Bolsa es el de las aseguradoras y las compañías médicas. Cuando el gobierno proruso de Ucrania fue sustituido por un gobierno proeuropeo y proamericano el sector de los negocios de la salud provocó una irresistible y general subida de la Bolsa. Y es que dicho sector vio en el cambio de gobierno una promesa de desmantelamiento de la salud pública de Ucrania (que no es de las mejores de Europa), y un campo abierto a la rápida obtención de beneficios. Ahora el horizonte no parece tan claro, y vuelve a contemplarse la posibilidad de una continuación del sistema sanitario público y gratuito en Ucrania, razón por la que la Bolsa baja. Por el mismo motivo ha bajado la cotización de las grandes compañías energéticas, en especial las del gas. Todo esto es malo, sí, pero ¿para quién?

Tales informaciones no llegan al consumidor pasivo, el cual ya se considera feliz si logra repetir con buena entonación las consignas lanzadas por la prensa. Que un país eslavo se enemiste con otro país eslavo, ¿es una buena noticia para el mundo? ¿Lo es para los eslavos de un lado o de otro? ¿O sólo para las grandes corporaciones?

Los bosnios podrían hablar a los ucranianos de los efectos que tienen las privatizaciones en la economía. Hace unas semanas, mientras las televisiones transmitían en directo las escalofriantes imágenes de Ucrania, otra revolución tenía lugar en Bosnia, donde la situación de la economía es todavía peor, pero los medios apenas informaron de ello. Los archivos municipales y los registros civiles de Sarajevo fueron incendiados, hubo cientos de heridos, pero seguimos sabiendo muy poco de lo que sucede en ese país balcánico, que como la mayor parte de Europa es hoy un protectorado alemán. ¿Por qué? Pues porque dicha revolución de Bosnia no ha sido programada ni teledirigida desde Occidente, ya que de ella no podemos obtener ningún beneficio. Más bien sucede al contrario: la inestabilidad balcánica, provocada y nutrida en su día por Occidente, es hoy una mala noticia para nuestros negocios, y un contagio de la misma a Croacia y Serbia, donde las poblaciones tienen las mismas dificultades, podría resultar fatal, especialmente para la banca alemana.

La clase media, como dijo Max Weber, imita y reproduce los valores de los ricos y de los muy ricos, pero lo que entre estos es elegancia, glamour y sofisticación, en aquélla no es más que chabacanería. La clase media americana se identificó hace tiempo con los valores y los intereses de los grandes magnates, pero dicha apresurada identificación es para ellos un error táctico. La clase media americana es la principal sostenedora del sistema político y económico, del nacional y del internacional. Las sucursales de esa clase media en Europa sostienen también a sus propios gobernantes, en perjuicio propio. Y no sólo eso: pues está comprobado que cuanto más frágil se vuelve la posición de la clase media, mayor es la identificación con sus élites. Éstas son las responsables de la pérdida que aqueja a la clase media global de status quo, a lo que ésta responde de manera suicida apropiándose con más entusiasmo del material informativo realmente circulante, haciendo suyas las tesis y las consignas con las que es bombardeada a diario.

La libre opinión nunca fue menos libre, de lo que se desprende que el negocio informativo sea hoy más boyante que nunca. Hay, es cierto, cauces por los que acceder a una información de mejor calidad, sobre todo por medio de internet, pero este acceso requiere un esfuerzo y una curiosidad que por definición están excluidos de la mentalidad del consumidor pasivo, el cual así está totalmente privado de la facultad de formarse un criterio propio. Los acontecimientos que mañana serán noticia se están gestado ahora mismo en despachos y salas de reuniones, donde se decide qué tendrá que decir y que tendrá que pensar mañana nuestra ignorante, sumisa y aborregada clase media.

Dediquen a la información ese tesoro que poseen y que se llama crítica. Lean ustedes.

martes, 11 de marzo de 2014

LECTURA POSIBLE / 138

LAFCADIO HEARN EN EL JAPÓN FANTÁSTICO: UN VIAJE SIN BILLETE DE VUELTA

La historia es bien conocida: Pinkerton, oficial de la Armada estadounidense, llega a Nagasaki para casarse con la joven e ingenua Cio-Cio-San. Lo que para ella es un amor de los de toda la vida no es para él más que una aventura exótica. Tras la noche de bodas él regresa a su país y la joven oculta a todo el mundo el producto de aquella única noche: un niño al que ha puesto el nombre de “Dolor”. Los años siguientes son de espera, ya que él prometió que volvería cuando florecieran las rosas. Enterado de la existencia de su hijo, él regresa, en efecto, en compañía de su flamante esposa americana, y decidido a llevarse al niño consigo. Burlada, desengañada de todas sus ilusiones, Cio-Cio-San se retira a su cuarto, se despide de su hijo y se suicida. El cuento, que tiene más de cien años, y cuyo autor, John Luther Long, nunca estuvo en Japón, fue un éxito, y todavía hoy el redomado Pinkerton sigue haciendo su abominable papel en los teatros de todo el mundo.

La historia de Madama Butterfly pertenece al género universal que es propio de las islas y las ciudades portuarias: el marinero que tiene una amante en cada puerto y la mujer que espera. Los pensamientos y los anhelos de la joven burlada muy bien pudieran ser los mismos que expresaba cualquier mujer de cualquier siglo. Y no sólo ocurre cuando el otro es un desalmado, sino también cuando el mar, o el cielo, se convierten en espacio inabarcable que separa a los amantes, a veces a causa de una maldición dictada por los dioses. “Mi alegría entonces, cuando atravesaba el pequeño puente de tablas de la puerta trasera de la casa de mi patrón, era comparable a la de Tanabata cuando una vez al año podía reunirse con su amado”, escribió Ihara Saikaku en su novela Vida de una mujer amorosa, de la que hemos hablado aquí no hace mucho. Esta leyenda a la que se refiere Saikaku cuenta la historia de los amores de Tanabata, la tejedora del cielo, y Jikoboshi, quienes, absorbidos por su pasión, descuidaron sus deberes con los Kami, los espíritus que representan las fuerzas de la naturaleza en la religión sintoísta. En castigo, los espíritus decidieron separarlos, concediéndoles encontrarse una vez al año: la séptima noche del séptimo mes. Entonces las aves crean un puente por el que Jikoboshi cruza en barca el Gran Río de los Cielos (la Vía Láctea) para reunirse con su amada. Todavía hoy los japoneses acuden esa noche a la orilla de los ríos para desear suerte a los amantes por medio de poemas que arrojan al agua.

La leyenda anterior fue dada a conocer en Occidente por Lafcadio Hearn, quien la incluyó en una de sus colecciones de kwaidan, cuentos fantásticos japoneses tomados de la tradición y la cultura popular. En su tiempo, Hearn contribuyó más que nadie a disipar las nieblas que cubrían el archipiélago nipón, lo que no significa que ahuyentara la atmósfera de romanticismo que adornaba al lejano Oriente. De hecho, su divulgación de la mitología, las costumbres y las creencias del Japón no se contradecía con el íntimo deseo que él albergaba de preservar dichas tradiciones del amenazador industrialismo occidental. Como predestinado por alguna de las artes mágicas acerca de las que escribió, Hearn, que había nacido en Grecia en 1850, falleció en Tokio en 1904, el mismo año en que Madama Butterfly, la ópera de Puccini, se estrenó en la Scala.

Hearn es de esos raros privilegiados a los que la vida ha dado una segunda oportunidad, de lo que se desprende que haya en él dos existencias. La biografía de la primera de ellas empieza en la isla griega de Santa Maura, antiguamente llamada Leucas o Lefcada (de ahí el nombre de nuestro autor), hijo de un médico del ejército británico y de una campesina griega de ascendencia maltesa. Se educó en Dublín y en Francia. Enviado su padre a las Indias Occidentales, y retornada su madre a su país de origen, el niño quedó a cargo de una tía paterna. Tuvo la infancia de un niño abandonado, a lo que se sumó un accidente que le privó del ojo izquierdo. En 1869 se trasladó a Estados Unidos, ejerciendo de pinche de cocina en Nueva York y de corrector de pruebas en Cincinnati, de cuyo periódico The Cincinnati Enquirer llegó a ser redactor. Su convivencia extraconyugal con una mulata originó un escándalo por el que fue expulsado del periódico, a lo que sucedieron dos años de privaciones y de hambre, hasta que Hearn se trasladó a Nueva Orleans. Aquí emprendió una estimable carrera periodística y como traductor del francés y el español, y publicó sus primeros libros, entre ellos Dos años en las Antillas francesas, producto del tiempo que pasó en Martinica como corresponsal de The Harper's Magazine, así como Youma, historia de una joven sierva en época de las rebeliones antiesclavistas. En 1889 la misma revista le envía una temporada a Japón. Ya nunca volvería.

La segunda vida de Hearn se inicia en Yokohama, donde renuncia a su puesto de corresponsal, dedicándose primero a la enseñanza del inglés y más tarde al periodismo, esta vez en el periódico anglófono The Cronicle, que se editaba en Kōbe. Casado con la hija de un samurai, empieza a familiarizarse con los relatos fantásticos de la tradición oral, transmitidos por su esposa, descubriendo así un universo narrativo ignorado en Occidente, y a cuya divulgación en su propia lengua dedicaría el resto de su vida.

Hearn, convertido al budismo y naturalizado japonés, adoptaría el nombre de Koizumi Yakumo y redactaría un total de doce volúmenes acerca de su país de adopción, un conjunto de obras que en su época constituyó la principal fuente de información acerca del lejano Oriente y que hoy nos sirve de excepcional documento de una cultura y una tradición milenaria que en su mayor parte han pasado a mejor vida. La obra japonesa de Hearn podría dividirse en dos partes no siempre bien diferenciadas: una primera consistente en la transcripción fiel, en un lenguaje sencillo, de los relatos míticos del Japón; y otra dedicada a un intento racional de interpretar las peculiaridades, a primera vista incomprensibles para una mente occidental, de la cultura japonesa. Y si decimos que ambas tendencias a menudo no pueden separarse una de otra es precisamente por lo que acaso viene a ser el rasgo característico de esa cultura hoy casi extinta: su inevitable y recurrente condición mágica, la presencia constante en ella de lo fantástico, de modo que los relatos míticos y legendarios formaban naturalmente parte, y parte sustancial, de aquella visión del mundo y de su estilo de vida.

Representativa de la primera de esas formas de acceder a los misterios del Japón es Kwaidan, colección de relatos que ha conocido varias ediciones entre nosotros y que constituye una buena iniciación a la obra de Hearn y al mundo mágico por él recreado. Compuesto por narraciones de distinta procedencia, algunas transcritas de libros japoneses, otras recogidas verbalmente, el volumen incluye algún relato que es obra del propio autor en el que narra experiencias personales como lo haría un biwa hōshi, es decir, uno de aquellos trovadores itinerantes que recitaba sus poemas fantásticos sirviéndose del biwa (especie de laúd de cuatro cuerdas). En estos relatos se hace presente esa confraternización ya aludida entre la magia y la vida cotidiana. Muchos son historias de amor imposible, amor dirigido a personas y a otros fenómenos naturales. En uno de ellos es protagonista el resplandor de la nieve, metamorfoseada en la persona de O-Yuki, cuya identidad, “La Mujer de la Nieve”, debe guardarse en secreto; en otro, un samurai se sacrifica por medio del harakiri para ceder su espíritu a un árbol muerto. El volumen incluye dos relatos que pertenecen a un género particular y del que hay muestras en otros títulos de nuestro autor: se trata de La historia de Kogi el sacerdote y La historia de Kwashin Koji. Son relatos en los que el arte de la pintura cobra vida propia, permitiendo que el artista se convierta en la figura que él mismo ha creado (un pez), o que una apacible escena fluvial representada en un biombo inunde literalmente la estancia en la que éste se encuentra.

La creencia budista en la reencarnación es con frecuencia el vehículo que da lugar a este incesante transformismo en el que los seres vivos, e incluso los objetos inanimados, se vinculan entre sí, resultando ser todos ellos parte de un solo y único orden supremo, cuyo sentido podría conocerse solamente elevándose sobre él y rompiendo el encadenamiento de sucesivas reencarnaciones, es decir, por medio del nirvana. No es extraño que Hearn, quien de hecho había iniciado en Japón una nueva vida, dedicara muchas páginas de su obra a intentar comprender y explicar el significado de éste. Así, junto a sus impresiones de la vida doméstica japonesa, sus ensayos recogen gran variedad de observaciones acerca de la filosofía y las creencias del país, pobladas por gran variedad de espíritus y de personajes míticos. Este Japón, descrito social y moralmente en obras como Japón, un intento de interpretación, se nos aparece como un utópico “mundo de Elfos”, el cual quizá recordará “con más amabilidad a sus maestros extranjeros en el siglo XX, pero que jamás sentirá hacia Occidente, como sintió hacia China, el respeto reverencial que el hábito instaura hacia un guía”. Y es que, como el autor reconoce, la sabiduría occidental “le ha sido impuesta por la violencia, porque no les hemos ofrecido ninguna lección de belleza, no hemos sabido apelar a sus emociones”. Ello se condensa en una imagen que aparece en Chin-Chin Kobakama, uno de sus kwaidan más logrados, en el que las viejas hadas guardianas del orden natural son espantadas por el ferrocarril y los postes del teléfono.

El trayecto de Lafcadio Hearn, de una vida a otra, evoca en el lector el tiempo en que al ser humano aún le resultaba posible “ir a otra parte”, a uno de esos otros mundos que estaban en éste, según la expresión del surrealista Paul Éluard. Como evoca también las peripecias de otros tantos viajeros que como Pinkerton, si hubiera sido más generoso, habrían podido descubrir en sí mismos el hastío de la vida occidental. Uno de ellos fue Townsend Harris, el primer embajador de Estados Unidos en Japón, que a mediados del siglo XIX amó a su Madama Butterfly particular, la geisha Okichi, relación que dio lugar a un bestseller de Robert Payne, El bárbaro y la geisha, y a un film que dirigió John Huston. Otro fue este Lafcadio Hearn que encontró su lugar en el otro extremo del mundo y que en agradecimiento nos dejó estas bellas y sugestivas páginas.

domingo, 9 de marzo de 2014

MÚSICA NOCTURNA / 12

DESCONFIAD DE LOS HOMBRES BLANCOS. LAS CHANSONS MADÉCASSES DE RAVEL EN AIX EN PROVENCE

El poeta Evariste Parny, nacido en 1753 en la isla de Reunión, publicó en 1787 una colección de poemas en prosa titulada Chansons madécasses traduites en français, suivies de poésies fugitives. Los textos son traducción de documentos malgaches anteriores al siglo XVIII. Parny escribió estos poemas durante su estancia en las Indias francesas. En realidad él nunca estuvo en Madagascar. Más allá de su interés documental, esta colección de poemas ilustra con bastante antelación los sentimientos anti-colonialistas de Parny:

“La isla de Madagascar se divide en un número infinito de pequeños territorios que pertenecen a muchos príncipes. Estos príncipes están en perpetua rivalidad, siendo el propósito de estas guerras el de tomar prisioneros que más tarde serán vendidos a los traficantes de esclavos europeos. Así que, si no estuviéramos allí, estas personas serían felices y vivirían en paz. Son inteligentes, amables y hospitalarios. Las personas que viven a lo largo de la costa se muestran legítimamente desconfiadas con los extraños y, en sus tratos con estos, toman todas las precauciones que la prudencia dicta para prevenir los engaños. Los malgaches son de natural alegres. Los hombres están siempre de brazos cruzados mientras las mujeres trabajan. Son apasionados de la música y la danza. He recogido y traducido algunas de las canciones de este pueblo para dar una idea de sus costumbres y sus vidas. No conocen el verso y la poesía se ofrece como una prosa sofisticada. Su música es sencilla, amable y siempre melancólica”. (Evariste  Parny, prefacio a Chansons madécasses, 1787).

Entre 1925 y 1926 Maurice Ravel puso música a tres de estos poemas, los titulados Nahandove, Aoua e Il est doux. La obra está dedicada a la mecenas norteamericana de Ravel, la pianista Elizabeth Sprague Coolidge, que igualmente encargó obras a Béla Bartók, Igor Stravinsky y Benjamin Britten, entre muchos otros. Ravel se entusiasmó con los poemas de Parny porque su contenido estaba conforme con sus propias convicciones. “Las Chansons madécasses”, escribió, “me parece que aportan un elemento nuevo –dramático o puede que erótico– que ya está presente en los propios textos. Es una suerte de cuarteto en el que la voz desempeña el papel de instrumento principal. La sencillez domina. La independencia de las partes se afirma”. El ardiente erotismo de Nahandove y de Il est doux y la virulenta denuncia del colonialismo que es Aoua hacen de las Chansons madécasses una obra comprometida de Maurice Ravel a la vez que su mayor logro en el género de la canción.

Acerca de las Chansons madécasses impartirá Florence Sartori una clase de música de cámara el próximo sábado, 15 de marzo, en el Conservatorio de Aix en Provence, en el marco de una jornada consagrada por entero a la voz, y que incluirá arias de corte, canciones folclóricas contemporáneas, obras corales y jazz.




¡Awa! ¡Awa! Desconfiad de los blancos
habitantes de la costa.
En los días de nuestros padres,
los hombres blancos llegaron a esta isla.
Se les dijo: Tomad estas tierras,
que vuestras mujeres las cultiven;
sed justos, sed buenos,
y seréis nuestros hermanos.

Los blancos prometieron, y sin embargo
hicieron trampas.
Se elevó una fortaleza amenazadora;
el trueno fue encerrado
en bocas de bronce;
los sacerdotes quisieron darnos
un Dios que no conocemos;
finalmente, hablaron
de obediencia y esclavitud:
más bien de muerte.
La carnicería fue larga y terrible;
pero a pesar de los truenos que vomitaban,
que aplastaron ejércitos enteros,
todos fueron exterminados.

¡Awa! ¡Awa! ¡Desconfiad de los blancos!
Hemos visto nuevos tiranos,
más fuertes y más numerosos,
plantar sus pabellones en la costa:
El cielo ha luchado de nuestro lado;
ha hecho caer sobre ellos las lluvias,
las tormentas y los vientos envenenados.
Ya no están, y vivimos,
y vivimos libres.

¡Awa! Desconfiad de los blancos
habitantes de la costa.

sábado, 8 de marzo de 2014

DISPARATES / 100

DOS INÉDITOS DE LOPE DE VEGA

El 22 de enero pasado la Biblioteca Nacional anunció el descubrimiento en sus archivos de una comedia de Lope de Vega, Mujeres y criados, un manuscrito de cincuenta y seis páginas que puede consultarse en el sitio web de la biblioteca y que podría ponerse en escena este mismo año, cuatrocientos después de su estreno. Según su descubridor, Alejandro García-Reidy, profesor de la Universidad de Syracuse, este vodevil puede “competir con algunas de las más importantes comedias urbanas de los mejores años de Lope”, resultando ser una pieza muy actual “por su elemento cómico, por el carácter desenfadado de sus personajes femeninos y por la burla de algunas convenciones de la sociedad”. Sus protagonistas son dos parejas cuyos amores han sido secretos hasta el momento, y que se verán cómicamente perturbadas por la aparición de dos nuevos pretendientes. El resultado es una especie de folle journée plagada de enredos, confusiones y disfraces.

Por otra parte, recientemente se conoció el hallazgo en Lyon de un manuscrito que contiene dos obras anotadas por Lope. El autor del hallazgo, el profesor de literatura y traductor Alexandre Roquain, cree que las obras contenidas en este manuscrito inédito, Il gentilhuomo y Avvertimenti morali, ambas escritas en italiano, influyeron decisivamente en el pensamiento y en la obra literaria del llamado “Fénix de los Ingenios”, según ha explicado en una entrevista a Ouest-France. Las obras, que fueron escritas por el toscano Girolamo Muzio en 1571 y 1572, se hallan profusamente anotadas por Lope, de cuyos comentarios parece desprenderse la importancia que concedió a su lectura. Muzio fue un poeta que desarrolló su carrera en las cortes de Ferrara, Pesaro y Urbino. Escribió obras caballerescas y diversas colecciones poéticas en honor de su amada Tullia de Aragón, ella misma poeta, cortesana y filósofa. Igualmente, participó en las polémicas lingüísticas de su tiempo en defensa de la italica lingua.

El manuscrito fue un regalo hecho a Lope por el secretario de Felipe II, Mateo Vázquez de Leca. La historia de esta “piedra preciosa” para la comunidad científica y los admiradores de Lope, junto a un análisis de la influencia que sobre éste ejercieron las obras de Muzio, componen el libro Mas allá del exlibris Lope de Vega y Mateo Vázquez de Leca. Historia de un libro inédito, del que es autor el propio Roquain y que acaba de ser publicado por la editorial Michel Oudiard.

Alexandre Roquain ha estudiado en la Universidad de Maine, donde obtuvo su doctorado en estudios hispánicos en 2011. El título de su tesis, dirigida por la profesora María Aranda, es La poética del tiempo en el teatro de Lope de Vega, y actualmente es profesor de español y de traducción en la Universidad de Borgoña, en Dijon.

jueves, 6 de marzo de 2014

DISPARATES / 99

Nancy Cunard, vista por
Barbara Ker-Seymer
NANCY CUNARD, ANTOLOGÍA EN NEGRO

El Musée du Quai Branly de París presenta desde el martes, y hasta el 18 de mayo, “L’Atlantique Noir”, una exposición dedicada a Nancy Cunard y al libro Negro Anthology, del que fue editora y de cuya publicación se cumplen ahora ochenta años. La exposición reúne una selección de fotografías, carteles, libros y piezas de arte africano que pretende ser testimonio e ilustración de uno de los aspectos centrales de la vida de esta mujer que inspiró, y que encarnó en sí misma, no poco del arte de vanguardia de las primeras décadas del siglo XX.

Inglesa, hija del baronet y fundador de la naviera Cunard, vivió su infancia en el castillo y la hacienda propiedad de su padre, en Leicestershire, donde éste se dedicaba principalmente a la caza, la pesca y los paseos a caballo. Maud, su madre, era americana de San Francisco, aunque criada en Nueva York, y ni por educación ni por edad (era veintiún años más joven) tenía mucho en común con su esposo. Recluida en la inmensa finca de Nevill Hot Hall, lady Cunard comenzó a establecer su reputación como anfitriona, y llevada por su afición a las artes convirtió su residencia en un centro de atracción para escritores, pintores, músicos y gentes de vida bohemia. Uno de ellos era el novelista George Moore, que retrató a la joven Maud en diversas obras. Al nacimiento de Nancy, se extendió la creencia de que era hija del novelista, cosa que él no desmintió pero que ha sido rechazada por la mayoría de los investigadores. En 1906 lady Cunard se trasladó a Londres, donde continuó su actividad de musa de las artes y donde pudo relacionarse con sus amantes más libremente. Allí se emparejó con el director de orquesta Thomas Beecham, al que ayudó en su carrera, convirtiendo su salón en uno de los más frecuentados y prestigiosos de Londres. Nancy vivió la infancia de una niña recluida, abandonada y solitaria.

En la hacienda de su padre, Nancy Cunard “aprendió a despreciar todo lo que sus padres y la clase a la que pertenecían representaba”, escribe Lois Gordon, profesora de universidad y autora de la biografía Nancy Cunard: Heiress, muse, political idealist (Columbia University Press, 2007).* Ella, según su biógrafa, rehusó definirse a sí misma por su glamour o, lo que es lo mismo, por las riquezas que disfrutaba como heredera de la fortuna de su padre. “Los tiempos favorecieron su rebelión”, escribe Lois Gordon, “pues su debut en sociedad en 1914 coincidió con el inicio de la Gran Guerra, lo que para ella marcó el comienzo de un período de desafío a sus padres y a la sociedad, y abierto a la vez a la experimentación artística y sexual”. Tomando como ejemplo a su madre, Nancy reunió en Londres a “una camarilla corrupta” de artistas que en su mayoría, tarde o temprano, se convirtieron en sus amantes. Entre ellos figuraban Ezra Pound y T.S. Eliot, que más tarde encabezarían una revolución literaria en Inglaterra, y quienes inculcaron en Nancy la idea del papel que “había recaído sobre ellos en la sagrada misión del arte para cambiar la Historia”.

En 1920 se traslada a París, donde establece contacto con Ernest Hemingway y Tennessee Williams, pero también con los surrealistas y los dadaístas, con los que compartió, según Gordon, “su compromiso con la denuncia de las falsas ilusiones y la vacuidad de los valores de la clase dominante”. Este compromiso le llevó en 1928 a fundar Hours Press, modesta editorial ubicada en la campiña de Normandía en la que publicó obras de Louis Aragon, Ezra Pound y Samuel Beckett, entre otros, así como este Negro del que ahora se cumplen ochenta años. Se trata de un volumen de casi novecientas páginas en el que una gran variedad de autores, muchos de ellos afro-americanos exiliados en Europa, contribuyeron con sus poemas y narraciones a mostrar una novedosa imagen de la cultura negra. Cuando se anunció la publicación de esta antología, que iba a servir para divulgar y poner en valor la importancia de la diáspora intelectual y política negra de los años treinta y sus relaciones con los movimientos intelectuales y políticos del momento, Nancy Cunard recibió cartas anónimas de amenaza y odio (algunas de las cuales figuran en el libro) sobre todo remitidas desde Estados Unidos, pues, según escribió, “la obscenidad vigente en ese país impide que esta parte de la realidad y la historia americanas puedan exhibirse públicamente”.

En esos años Nancy Cunard había iniciado una relación con el músico de jazz afro-americano Henry Crowder, al que el volumen Negro está dedicado. Convertida en activista contra el racismo y por los derechos civiles, visitó Harlem en 1932. Los periódicos lanzaron contra ella una campaña de insultos y difamaciones y volvió a recibir amenazas, todo ello mientras su madre, ya viuda, se embarcaba en una feroz campaña contra su hija, a la que exigió que se separase de su amante negro. Ella se negó, y fue desheredada.

En agosto de 1936 se trasladó a España, desde donde reclamó la intervención de la comunidad internacional contra el fascismo. Exasperada por la neutralidad de las potencias, Nancy Cunard envió artículos y reportajes de guerra para The Manchester Guardian y otras publicaciones. En 1937 editó en París, junto a Pablo Neruda, Los poetas del mundo defienden al pueblo español, obra colectiva que incluye poemas de Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, W.H. Auden, Tristan Tzara y muchos otros.  A sus ojos la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y la que se desarrollaba en España contra el fascismo eran la misma, y ambas venían a ser, como anunció proféticamente, el preámbulo de una nueva guerra mundial.

En uno de sus artículos, ya hacia el final de la Guerra Civil, Cunard señala a los lectores ingleses y europeos las condiciones en que se encontraban los refugiados huidos de España y hacinados en los campos de concentración franceses. “Aunque muchos de esos refugiados son mujeres y niños, ancianos y heridos de guerra, los funcionarios franceses, viendo en ellos sólo ‘escoria comunista’, les ofrecen un amargo recibimiento, a menudo mortal”, escribió. Y añade: “Los prisioneros tuvieron que esperar cinco días a recibir algo de comida, y luego se les asignaron dos onzas de pan y una de arroz. Durante un período de cuarenta y ocho horas, muchos murieron de hambre”.

En España Cunard creó un refugio en el que se preparaba a diario comida caliente para tres mil o cuatro mil personas, y como el resto de los refugiados debió recorrer a pie más de cuarenta kilómetros hasta los campos franceses. A resultas de ello su salud se resintió, y de vuelta a París para convalecer escribió en una carta que “sentía íntimamente no haber hecho todo lo que estaba en mi mano por las personas que sufrían en Barcelona los bombardeos de la aviación”. Pese a ello, en esos días se la pudo ver en las calles de París organizando colectas para la República española.

La heredera había vuelto como mendiga. Más tarde, encuadrada en un batallón inglés, formó parte de la Resistencia contra la ocupación nazi, y en Londres colaboró en las emisiones de Francia Libre. Sus amigos, según Lois Gordon, la caracterizaban así: “No podía estar tranquila si sabía que alguien, en algún lugar, estaba sufriendo”. Su actitud abnegada la mantuvo incluso tras el final de la guerra, concluyendo “que no debía poseer absolutamente nada”, y dedicar sus escasos recursos a “muchas cruzadas”.

El consumo de alcohol produjo en Nancy Cunard un deterioro físico y mental que acabó llevándola a distintas instituciones psiquiátricas. “Una noche”, cuenta su biógrafa, “en un café de Frascati, Italia, apareció totalmente borracha y con un par de cigarros embutidos en sus fosas nasales. En ese estado, se puso a lanzar tomates a los perros”. Tras una de esas borracheras, en 1965, se la encontró inconsciente en una calle de París, “delgada como un superviviente de Buchenwald”, incapaz de recordar su nombre y despotricando contra todo: “¡Cómo me gustaría ametrallar a esos blancos hijos de puta!”, y “¡Maldita España y todas su obras!”. Falleció dos días después.

La exposición que ahora puede verse en el Musée du Quai Branly muestra muchas de las facetas de esta mujer de vida extraordinaria que fue poeta, modelo, editora, coleccionista, periodista y rebelde. Incluye fotografías de Barbara Ker-Seymer y Man Ray, grabaciones sonoras de la música de Henry Crowder, las cubiertas de los libros que Cunard publicó en su editorial, y abundante obra gráfica que ilustra las luchas antisegregacionistas y anticolonialistas de los años treinta, todo lo cual constituye un “monumento a la historia de los negros”, según Sarah Frioux-Salgas, comisaria de la exposición. Coincidiendo con ésta se ha editado un número de la revista Gradhiva que reúne documentos inéditos y una reflexión sobre el trabajo de Nancy Cunard, obra de François Buot, autor de una biografía de la misma que apareció en la editorial Pauvert en 2008.

En su libro, la biógrafa de Nancy Cunard cita una frase de su amigo Pablo Neruda: “Su cuerpo se había consumido en una larga batalla contra la injusticia en el mundo. Su premio fue una vida cada vez más solitaria, y un dios que la abandonó a su muerte”. Frases que muy bien pueden añadirse a lo que Cunard escribió acerca de sí misma hacia el final de su vida, cuando advertía que “todo lo que me queda es un sentimiento de indignación furiosa”. En el poema Remorse escribió: “He sido pródiga, lasciva, alocada, atrevida / y he amado con manos codiciosas e impúdicos ojos / pero ahora soy vieja / y estoy enferma y mal –me contento con el descontento– soportando el malestar y los reveses / con la cabeza hundida y el corazón aún agitado”.
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* Edición en castellano: Nancy Cunard, Circe Ediciones, México, 2008

martes, 4 de marzo de 2014

DISPARATES / 98

TOUS À POIL! (¡TODOS EN CUEROS!), UN LIBRO PARA NIÑOS EN LA CAMPAÑA ELECTORAL

Todo comienza con un bebé, al que sigue una niñera, y más tarde los vecinos, el policía, e incluso un equipo de fútbol. Todos ellos nacen desnudos. En cada página puede verse a alguien en el acto de desnudarse o a un grupo, o a todos ya desnudos, con la ropa tirada a sus pies y una frase como lema: “En cueros”. No hay decorados, sólo un fondo blanco detrás de los personajes. Los dibujos son realistas pero a la vez infantiles. Aquí y allá aparecen unos pechos, a veces el sexo, todo ello mostrado de una forma ligera y divertida. Y el suspense se mantiene hasta el final, cuando descubrimos que todos van a darse un chapuzón en el mar. Un chapuzón en cueros, se entiende.

El libro, cuyos autores son Claire Franek y Marc Daniau, está dirigido a niños de más de seis años y fue publicado en 2011 por Éditions Le Rouergue, una pequeña editorial que divide su actividad entre el libro infantil y el de adultos y que obtuvo un enorme éxito de ventas hace unos años con la novela Les déferlantes, de Claudie Gallay. El libro que nos ocupa pasó totalmente inadvertido en el momento de su publicación en 2011, pero parece destinado a convertirse en un nuevo bestseller después de que el Centre National de Documentation Pédagogique, institución dependiente del Ministerio de Educación francés, lo incluyera supuestamente en la lista de libros recomendados a los maestros en las clases de primaria. Hace unas semanas Jean François Copé, el presidente del derechista Union pour un Mouvement Populaire (UMP), declaró en un programa de televisión que había sentido hervir su sangre al contemplar las ilustraciones del libro, al que calificó de “perturbador y peligroso”.

“No sabemos si sonreír”, dijo Jean François Copé en el programa Grand Jury del canal LCI, “pero como se trata de nuestros hijos no tenemos ganas de sonreír”. Según la psicóloga Anne Bacus, no parece que estas imágenes “puedan sorprender a los niños. Esto dependerá de su edad y también de su educación. Algunos serán sensibles al humor del libro, porque ya están a gusto con la desnudez. Otros, cuyos padres valoran más el pudor y la discreción, se esforzarán en comprender lo que ven”.* Las airadas declaraciones de Jean François Copé han merecido la réplica del ministro de educación, Vincent Peillon, quien ha hecho un llamamiento a la razón y la responsabilidad y ha pedido que “se deje en paz a los niños en este período electoral”. Según el ministro, “existen listas de obras que son puestas a disposición de los centros educativos, los cuales tienen libertad para adquirirlas o no”. Además, la mayoría de los franceses entiende “que hay que proteger a la escuela de todos estos debates”, pero algunos, dijo en referencia a Copé y al movimiento “Printemps Français”, que ha pedido la retirada del libro, “siempre están en busca de provocar violencia, incomprensión, el rumor, el desprecio. Al fin y al cabo, los niños son las víctimas”.

El libro Tous à poil!, sin embargo, no está incluido entre las obras recomendadas por el Ministerio de Educación, aunque sí forma parte de una lista de cien consideradas como referencias bibliográficas por el llamado “ABCD de l’égalité”, programa de enseñanza que depende del Ministerio de Educación, el Ministerio de Derechos de la Mujer y El Centre National de Documentation Pédagogique. Este programa participa en un controvertido proyecto puesto en práctica en diez institutos de diversas regiones de Francia a fin de disipar los estereotipos existentes entre los sexos y enseñar a los niños el respeto por las diferentes formas de identidad sexual. Esta experiencia, que ha sido acusada por algunas organizaciones de padres de servir a la introducción de una pretendida enseñanza de la “teoría del género” en las escuelas, ya fue cuestionada por la asociación “Le manif pour tous”, que el 2 de febrero pasado convocó manifestaciones en París y Lyon en las que, entre otras cosas, se reclamó la suspensión del “ABCD de l’égalité” y el sometimiento del mismo a una investigación parlamentaria.

Libreros y editores en cueros
 contra la censura
En reacción a las palabras de Copé, un grupo de editores y libreros decidió hace unos días posar sin ropa ante las cámaras, cubriendo estratégicamente sus cuerpos con libros. “Todo el mundo en cueros contra la censura”, declararon. “Nos hemos desnudado”, dijo uno de ellos, “para mostrar nuestro apoyo a los autores y los libros que han sido atacados injustamente”. Por su parte, los bibliotecarios han creado en las redes sociales un sitio de información sobre la censura en las bibliotecas, administrado por el colectivo “Tous à poil”. Dicho colectivo ha denunciado que las bibliotecas y los centros de documentación han recibido presiones de instancias gubernamentales a fin de retirar de la circulación diversos títulos, así como la recomendación de “vigilar con la mayor atención los contenidos de los álbumes infantiles y los libros ilustrados”. Así, el libro Tous à poil! ya no es una herramienta educativa recomendada por el “ABCD de l’égalité” en su página web, la cual ha sido rediseñada hace unos días. En ella se informa de que su bibliografía destinada a los niños y jóvenes no es una herramienta de enseñanza, sino sólo “un recurso complementario útil para ser consultado por los maestros, pero no para su uso en las aulas”.

Marc Daniau, el ilustrador que co-escribió este libro con su novia Claire Franek, afirma que para ellos se trataba de invitar a dirigir una mirada diferente al cuerpo y a la desnudez. “Tenemos cuatro hijos y nos han preguntado sobre esta cuestión”, explica Daniau. “Los niños están rodeados de imágenes del cuerpo más o menos desnudo en la publicidad, en las paradas de los autobuses y en las portadas de las revistas. Estas imágenes están a menudo manipuladas, mutiladas, alteradas por la cirugía plástica o Photoshop. Sabemos que los niños tienen preguntas acerca de sus cuerpos: quieren saber si son normales, cómo estamos hechos, como están hechos los demás. Si se deja a los niños solos con estas preguntas, ¿dónde encontrarán las respuestas? ¿Están en internet? Incluso si ellos no lo piensan, en el mundo en el que vivimos es imposible dejar de interrogarse acerca de lo que vemos en las revistas, los anuncios publicitarios y los programas de televisión. Nuestro libro fue una respuesta a estas imágenes retocadas del cuerpo que aparecen por todas partes. Estos cuerpos no tienen nada de real. Esa percepción remite al odio a uno mismo, y nosotros queríamos proponer una mirada desacomplejante sobre la desnudez”.

“Queríamos ofrecerles”, continúa Daniau, “una visión más precisa del cuerpo. Queríamos mostrar que todos somos diferentes, que unos son grandes, otros pequeños, flacos, altos, negros, blancos. Mostramos a las personas de su entorno y de su imaginación, y por encima de todo lo hacemos con humor. No somos naturistas militantes, sólo quisimos imaginar una escena feliz, nada más. En cueros no es una expresión muy positiva; sin embargo, la acumulación hace que sea divertida. ¡No dramaticemos!”. Y añade: “A los ojos de Jean François Copé nuestro libro tiene al menos un mérito: el de ser visual, sin demasiado texto, fácil de esgrimir, por tanto, con fines polémicos. Que un hombre político de su estatura caiga tan bajo es alucinante. Parece bastante grave que un partido político responsable desafíe tan violentamente a la educación, como si hubiera una conspiración para pervertir a los niños. Y es una vergüenza aprovechar esto en contra de la literatura infantil, un sector frágil lleno de creatividad, de energía y de reflexión. Si quiere atacar a alguien, ¿por qué no cuestiona los reality-shows en lugar de un libro para niños? Nuestro libro fue escrito para ser divertido y los niños no se equivocan. Nos muestran la vida tal como es y no tienen ningún problema con eso, son los adultos los que tienen algunas reservas. Copé está jugando un juego muy peligroso, al enfrentar a la gente con la educación nacional”.**

¡Que se desnude la maestra!, 
viñeta de Boll (Livres Hebdo)
En Éditions du Rouergue, donde confiesan haber vendido sólo 1.500 ejemplares hasta la aparición televisiva del presidente de UMP, están muy sorprendidos por la reacción de éste y por la polémica que ha provocado un libro que se publicó hace tres años, el cual recibió entonces el premio al mejor libro ilustrado y francófono en Bélgica. “Siempre hemos publicado libros que se ocupan de temas importantes con humor”, explica la editora Sylvie Gracia. “Es lamentable que la literatura infantil se convierta en un tema de debate sobre la teoría del género. Sobre todo porque desde hace algún tiempo varios de nuestros libros son violentamente criticados”.

Claire Franek estudió Artes Aplicadas en la Escuela de Marionetas de Praga y Artes Decorativas en París. Ha creado los decorados de numerosos espectáculos, especialmente los del montaje inspirado en su obra Qui est au bot du fill?, para la compañía Le Regard du Loup. Marc Daniau estudió en la Academia Charpentier de París y ha ilustrado, entre otros, el volumen Contes de Afrique (Le Seuil, 2000), sobre un texto de Henri Gougaud y La confiture aux cochons (Thierry Magnier, 2003).
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