martes, 31 de enero de 2012

LECTURA POSIBLE / 22


A SANGRE Y FUEGO, DE MANUEL CHAVES NOGALES

Publicado por primera vez en 1937 por la editorial Ercilla de Chile y, en su traducción inglesa, por Doubleday en Nueva York y Heinemann en Londres, A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España no se imprimió en España hasta 2001 (curiosamente en la colección “Relecturas” de Espasa Calpe), y del mismo nos llegó el año pasado una nueva edición en Libros del Asteroide.

Que un libro escrito por un exiliado tarde más de setenta años en llegar a las librerías españolas es un hecho que no llama la atención en nuestras letras. Peor suerte ha corrido en su patria la importante obra de Blanco White, cuyos libros sólo ahora empiezan a ser conocidos entre nosotros, más de doscientos años después de que fueran escritos. Como Blanco, Chaves Nogales era sevillano y su exilio le condujo también a la capital inglesa, donde murió prematuramente (sólo tenía cuarenta y seis años) en 1944. Fue periodista desde muy joven, primero en El Liberal que se publicaba en Sevilla y después en Madrid, donde colaboró en El Heraldo, ABC, Estampa, La Gaceta Literaria y en el azañista Ahora, del que fue director. Convertido un poco por casualidad en uno de los fundadores del reporterismo moderno, Chaves Nogales viajó en avión a la URSS, de lo que dejó constancia en Un pequeño burgués en la Rusia roja (1929) y en la novela El maestro Juan Martínez, que estaba allí (1934). Exiliado en París en 1937, presenció en vivo la catastrófica caída francesa y los efectos de la guerra relámpago, de los que dejó una muy interesante narración en La agonía de Francia (1940), acontecimientos tras los que debió continuar su exilio en Londres, donde colaboró con el Evening Standard y la BBC.

Los nueve relatos que componen A sangre y fuego, a diferencia de lo que sucedió con la crónica de la guerra civil que hicieron otros exiliados como Max Aub y Arturo Barea, quienes redactaron la mayor parte de su obra en los años 40 y 50, fueron escritos durante la propia contienda, como corresponde a quien era ante todo un periodista, por lo que carecen del aliento literario que sí encontramos en los autores citados, un aliento que estos relatos no necesitan y que es sobradamente compensado con su inmediatez, la cual otorga a este libro la fuerza y el dramatismo que son propios del reportaje periodístico, un tono por cierto que en las mejores páginas de Chaves Nogales anticipa a otro cronista de guerra: Vasili Grossman. Como la de éste, la prosa de Chaves Nogales está privada voluntariamente de artificios, y, también como la de Grossman, está originada en la convicción de haber conocido de primera mano unos hechos históricos, hechos en los que han salido a la luz lo mejor y lo peor de que es capaz el ser humano. Así, en efecto, los acontecimientos se presentan no ya sin adornos, sino carentes de todo intento de justificación moral.

Pero a diferencia de Grossman aquí Chaves Nogales no nos deja ver ni siquiera un atisbo de otro tipo de justificación, por ejemplo ideológica, y más bien sus héroes parecen haber sido dominados por un simple espíritu homicida, cainita para ser exactos, que no permite adivinar ningún propósito, ningún objetivo, más allá del puro y primitivo ejercicio de la violencia. Hay en estos relatos páginas sobrecogedoras en las que todos sus protagonistas son verdugos y a la vez víctimas, hombres (pocos) que actúan impulsados por unas convicciones que sólo difícilmente pueden congraciarse con la brutalidad de la guerra, y muchos que, en un bando como en otro, pues aquí el autor no establece diferencias, obedecen sólo a su propio instinto.

De lo anterior es buen ejemplo el primer relato, ¡Massacre, massacre!, ambientado en la retaguardia madrileña, en el que Chaves Nogales hace una descripción de los bombardeos que sufría la ciudad y de las represalias que seguían a estos. En La gesta de los caballistas el autor nos traslada abruptamente de escenario, llevándonos a la Andalucía que él conocía muy bien, y en la que nos muestra a unos terratenientes a caballo realizando su particular caza del hombre. El tema de la llamada “quinta columna” aparece en algunos de estos relatos, especialmente en Y a lo lejos, una lucecita, que vuelve a conducirnos al Madrid asediado. Otro tema recurrente es el de los oportunistas y aventureros que en el caos originado por la guerra encuentran la ocasión para realizar sus crímenes, como sucede en La columna de hierro. Sin embargo, las páginas más conmovedoras de Chaves Nogales son las que consagra a describir el heroísmo de algunos de sus personajes, un heroísmo absurdo, casi suicida, como sucede en Bigornia, narración protagonizada por un “ogro jovial y arrabalero”, un trabajador metalúrgico que, tras participar en la toma del Cuartel de la Montaña, se ve convertido de pronto en conductor de un tanque con el que atravesará las líneas enemigas. Este relato, acaso el mejor del libro, contiene por sí solo toda la visión que Chaves Nogales alcanza a tener de la guerra, incluyendo su no pequeña dosis de horror pero también de humanidad, una humanidad desprendida, generosa en su inútil sacrificio.

Este libro nos proporciona una perspectiva, una entre las muchas posibles, de nuestra guerra civil. Posiblemente hubo en ella mucho más de lo que el autor nos cuenta, pero hay que conceder a estas páginas el mérito de no callar nada de lo que el autor sabía. Carente como se ha dicho de grandes ambiciones literarias, y apegado al más puro y llano oficio periodístico, el libro entronca, y precisamente por eso, con la noble y endémica prosa tremendista que se desplegó en nuestras letras en las primeras décadas del siglo pasado. Un tremendismo que se desprende de la realidad de los hechos narrados, en los que “cada uno de sus héroes tiene una existencia real y una personalidad auténtica”, como explica el autor en el prólogo que escribió para la edición de 1937. En ese mismo prólogo Chaves Nogales se declara con razón más testigo que autor, pues desde su exilio, en el que “España y la guerra están tan próximas, tan actuales, tan en carne viva, cuento lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario