sábado, 11 de septiembre de 2010

LECTURA POSIBLE / 11


DANTE MUSULMÁN

Hay un campo científico que hoy parece poco menos que abandonado y en el que investigadores españoles, o sus alumnos, han tenido una presencia destacada e incluso preponderante durante decenios: el arabismo. Caso excepcional en la esclerótica ciencia española, que en tantas otras materias, incluso en las que nos atañen más de cerca, ha tenido que ir mayormente a la zaga de hispanistas foráneos. Un arabista que removió las bases del conocimiento europeo del Islam, y de su relación con Occidente, fue el aragonés Miguel Asín Palacios (1871-1944), de quien, en el caso de que alguien se hubiera acordado de él, habría podido conmemorarse el aniversario de su muerte el pasado agosto.
.Asín era jesuita y catedrático de lengua árabe en la Universidad de Madrid. Fue miembro de la Real Academia Española y de otras instituciones, entre ellas la Hispanic Society of America, el Comité International d’Histoire des Sciences y la Academia Árabe de Damasco. En tiempos de Alfonso XIII formó parte de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria madrileña, y en 1939 le nombraron vicepresidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Su archivo y su biblioteca forman hoy parte de los fondos de la UNED.
.En su obra El Islam cristianizado (1931) estudió el vínculo entre una de las ramas del Islam, el sufismo, y la ascética cristiana del siglo XVI. Su Abenhazan de Córdoba y su historia crítica de las ideas religiosas (1932) es un esclarecedor estudio de la obra filosófica y poética del cordobés Ibn Hazm, quien, con motivo de la quema de sus libros en Sevilla, escribió: “Dejad de prender fuego a pergaminos y papeles, y mostrad vuestra ciencia para que se vea quién es el que sabe.” Asín fue también el traductor, y casi descubridor, del filósofo zaragozano Avempace, y no dejó de divulgar el conocimiento de la cultura hispano-árabe desde las páginas de la revista Al-Andalus, que fundó en 1933. Pero Asín Palacios fue sobre todo el causante de una agria polémica internacional desatada a consecuencia de la publicación de su libro La escatología musulmana en la Divina Comedia (1919), en el que defendía la hipótesis de que Dante “plagió” en su obra unos textos del murciano Ibn al-Arabi.
.Que Dante es, como suele decirse, uno de los pilares de la cultura occidental, como Carlomagno o Juana de Arco, es algo que está fuera de toda duda. A personajes así, también en nuestros tiempos, se les presupone una especie de incuestionable pureza de sangre no sólo física, sino también espiritual, pureza que excluiría naturalmente cualquier clase de mezcolanza o de influencia ajena, pues es bien sabido que ni la más mínima partícula extraña puede tener cabida en los cimientos de nuestra inmaculada civilización. ¿Se aceptarían un poco de sangre judía en Isabel la Católica o una ascendencia literaria árabe en El Quijote? Por las mismas (sin)razones los estudiosos italianos de la época de Asín Palacios pusieron el grito en el cielo al conocer su hipótesis, que además formuló con un alarde de rigor que a ellos les resultó ultrajante, por no decir herético. Pues La Divina Comedia, con su viaje simbólico por el cielo, el purgatorio y el infierno, no es sino “una visión cristiana del destino temporal y eterno del ser humano”. Con ella, por añadidura, Dante señaló el futuro curso del desarrollo de la literatura y hasta de la propia lengua italiana, que durante varios siglos habría de convertirse en el lenguaje literario de media Europa. A los contemporáneos de Asín les pareció inconcebible que su obra pudiera estar inspirada en la de un moro murciano.
.Ibn al-Arabi, filósofo, poeta y viajero, se educó en Sevilla, donde se familiarizó con el misticismo sufí. Recorrió Al-Andalus y después el norte de Marruecos, El Cairo, Jerusalén, La Meca, Bagdad, Konya y Damasco, donde murió, siendo hoy su tumba lugar de peregrinación para los musulmanes. En sus obras (más de doscientas) logró un compendio de la metafísica islámica, y, entre otras, se hizo eco de una tradición recogida en el llamado Libro de la Escala, en el que se narra lo que algunos discípulos oyeron contar a Mahoma respecto al viaje nocturno que realizó a los cielos e infiernos sobre una yegüa alada con cabeza de mujer, la cual era conducida por el arcángel Gabriel. A lo largo de su periplo conoció a anteriores profetas y tuvo ocasión de hablar con el mismo Dios, que le dictó los preceptos del Islam.
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No es este el lugar para analizar las semejanzas entre el Libro de la Escala y La Divina Comedia, tarea en la que Asín Palacios fue pionero y que más tarde ha sido ampliamente continuada por los estudiosos. Lo cierto es que esta influencia, sin la que el florentino nunca habría escrito su obra, ya no se discute, en especial desde que se encontró una traducción provenzal del Libro de la Escala, así como otras traducciones de obras hispano-árabes que tuvieron divulgación en Florencia y que Dante conoció (descubrimientos, dicho sea de paso, hechos después de la muerte de Asín Palacios). Hoy sabemos que el autor de La Divina Comedia conocía a fondo el Islam, al menos lo referente a su escatología, y que estaba al corriente de los hechos de la vida del Profeta. Asín escribió: “En la misma corte de Federico de Sicilia –un hombre que hablaba árabe– nació la escuela poética siciliana, la primera que usó la lengua vulgar, y de la que arranca la tradición de la literatura nacional de Italia, imitando la moda de la brillante corte musulmana de España. Federico se rodeó de poetas árabes, espléndidamente pagados, que en su propia lengua arábiga cantasen el elogio de las empresas imperiales y deleitasen su espíritu con amorosas rimas”. Igualmente, es bien sabido que el maestro de Dante, Joaquín Difiore, buen conocedor de la obra de Ibn al-Arabi, se convirtió al Islam.
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No existen las civilizaciones puras, excepto en las fantasías hitlerianas. Y, como escribió Asín, “es un hecho muy sugestivo para la Historia el contagio de ambas literaturas, cristiana e islámica, la convivencia de los trovadores árabes con otros cristianos que en la lengua vulgar naciente trataban de emularse”. Hoy es un hecho automático admitido, sin crítica, incluso sin reflexión, que hay una civilización occidental y cristiana y otra oriental e islámica. Una vez aceptado esto, es fácil creer que dichas civilizaciones están enfrentadas entre sí, y que la convivencia entre las mismas resulta poco menos que imposible. De este modo, la idea predominante que se sigue teniendo de Europa, en contra de toda evidencia científica, es la de un continente en el que reinaría una supuesta hegemonía religiosa y racial, y cuyas Historia y realidad podrían explicarse sin apelar a factores que no tuvieran sus raíces en la propia Europa; es decir: como si ésta se hubiera hecho a sí misma. Esto es lo que nos dicen. Sin embargo, quien así opina ignora por completo la realidad de casi un milenio de convivencia, de intercambio, de contagio y de mestizaje. Pretender separar hoy lo que corresponde a un lado de lo que corresponde al otro es, eso sí, tarea imposible.
.Es una lástima que el gobierno español, inventor del concepto de “alianza de civilizaciones”, pase por alto a Asín Palacios y su obra, cuya difusión en los centros de enseñanza sería en nuestro tiempo de la más saludable utilidad. Pero es que el jesuita aragonés, como otros muchos que han estudiado con seriedad el tema, no creía que lo cristiano y occidental y lo musulmán y árabe fuesen civilizaciones diferentes, y no sólo porque ambas proceden del mismo Libro, sino porque el lugar físico y espiritual en el que se han desarrollado es un espacio común rebosante de contacto vital y de influencia mutua. Más bien parece que lo cristiano y lo musulmán florecieron juntos, lo que quiere decir: en el mismo lugar y en el mismo tiempo, quizá porque lo uno no pudiera entonces, ni pueda ahora, vivir sin lo otro, lo que cabría recordar a cierto pastor norteamericano que en estos días ha decidido saltar a la fama anunciando la quema del Corán. A él también podrían dirigirse las palabras de Ibn Hazm: “Mostrad vuestra ciencia para que se vea quién es el que sabe”.
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Aquí puedes leer un documentado artículo sobre la cultura musulmana y La Divina Comedia.

El libro de Miguel Asín Palacios La escatología musulmana en la Divina Comedia ha sido digitalizado por Google y puede consultarse en su Biblioteca de Arabismo.

A la editorial Hiperion se debe la última reedición en castellano del libro La escatología musulmana en la Divina Comedia (1984, 4ª edición).

7 comentarios:

  1. Para Asín Palacios el islam "digámoslo por última vez, no es más que un hijo bastardo de la ley mosaica y del evangelio" (La escatologia musulmana en la Divina comedia, Madrid, 1919, p. 353). Es de comprender que, ya por el simple comentario, no encaje muy bien en el plan de la Alianza de Civilizaciones. Hace poco, por cierto, el Instituto Cervantes de Fez cambió el nombre de su biblioteca (hasta entonces Asín Palacios) por el de Manuel Altolaguirre.

    En cuanto al arabismo de hoy, si le parece un campo científico "poco menos que abandonado" es que le fallan sus fuentes de información.

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  2. Al hablar del arabismo como un campo científico "poco menos que abandonado" me refiero a los reducidos presupuestos de que disponen instituciones e investigadores, y a la mínima divulgación que reciben hoy estos estudios. Creo que así puede entenderse la frase por el contexto del párrafo y del artículo en general.
    Asín Palacios era un pensador de gran erudición al que no se puede negar el haber sido pionero en muchos aspectos, si bien la época en que vivió y su propia condición de sacerdote le impusieron notables limitaciones. Hoy en sus textos se advierte, junto a la mencionda erudición, una dosis no pequeña de ingenuidad.
    Agradezco su comentario, que me permite hacer estas aclaraciones útiles para la comprensión del artículo, y que tal vez eran más necesarias de lo que creía cuando lo escribí.
    Un saludo.

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  3. La frase, en efecto, podía entenderse así, pero descarté la posibilidad porque no sé (y espero que usted me aclare) hasta qué punto es posible afirmar que los presupuestos destinados hoy en día a los estudios árabes, o la divulgación que reciben, son más reducidos que entonces (me refiero a los tres primeros cuartos del siglo XX). El número de profesores (actualmente más de 150 según el INE), alumnos y universidades donde se imparten estos estudios es muy superior, y también lo es el de investigadores (p. ej., en el CSIC), publicaciones, etc., aunque naturalmente muchos en el gremio le dirán que todo esto es claramente insuficiente. Más difícil de calibrar es el alcance de la divulgación o lo que podríamos denominar "visibilidad" de estos estudios, pero dudo mucho que sea menor de la que tenían en tiempos de Asín.

    Ya otro gran orientalista, por cierto, el británico A.J. Arberry, advirtió y puso en guardia al respetable sobre el sectarismo (nada ingenuo, a mi modo de ver) de Asín: "In using his books, the researcher should make due allowance for the sectarian bias which has unfortunately to some extent affected the outlook of a brilliant and most industrious worker" (An Introduction to the History of Sufism, Oxford, 1942, p.54).

    Gracias por sus aclaraciones y un saludo.

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  4. Me parece que es un error comparar los recursos de que dispone hoy el arabismo, y su repercusión mediática, con el estado de cosas en 1919. Más bien la comparación debería hacerse entre el verdadero conocimiento del mundo árabe propiciado por los investigadores y el abrumador desconocimiento de que hoy hacen gala nuestros medios de comunicación. Estos, en tiempos de Asín, estaban muy lejos de tener la envergadura y la influencia que poseen en la actualidad, y estuvieron más lejos todavía de prestar al tema la atención que ahora recibe (por razones en realidad ajenas al mundo árabe y quién sabe con qué intereses). Ahí es donde veo que la visibilidad del arabismo es insuficiente. Pues de otra forma no se explicaría la cantidad de sandeces que se leen y se oyen a diario. No me parece poca cosa el peso de tales prejuicios y desinformaciones, de lo que son buena muestra los comentarios que hacen muchos occidentales cuando vuelven de un país árabe. En efecto, se diría que en esos viajes la gente ve lo que esperaba ver, y así vuelven más desinformados de lo que antes estaban y más confirmados en sus prejuicios. Nada de esto ocurriría, o no al menos en grado tan alto, si tuvieran a su alcance una información veraz, lo que sería factible si el sistema educativo (ya desde sus niveles inferiores) y los medios de comunicación estuvieran abiertos a un conocimiento que mereciera ese nombre.

    Gracias por la cita de Arberry, que no conocía (no soy arabista). Sinceramente, y no es por una benevolencia gratuita, creo que Asín, teniendo en cuenta quién era él y cuál era su entorno, no habría podido hacer lo que hizo de manera diferente. Y posiblemente su importancia actual no esté tanto en su punto de vista como en los caminos que abrió. Hablando como divulgador, y no como erudito: la avalancha de falsa información es hoy tal que (no sólo en este asunto) resulta conveniente y tal vez necesario volver al principio, recordar cómo empezó la crítica, es decir, el pensamiento, aunque haya partes en esos inicios que nos hagan sonreír, o que sean ya inaceptables.

    Un saludo.

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  5. Le responderé con una anécdota: en 1940, a poco de terminar la Guerra Civil, Asín Palacios publicó en el Boletín de la Universidad de Madrid un artículo titulado "Por qué lucharon a nuestro lado los musulmanes marroquíes", en el que justificaba la presencia de estos mercenarios en términos de una supuesta hermandad espiritual entre ellos y "los defensores de la civilización occidental y de la España tradicional". De este modo, Asín ponía sus conocimientos de arabista al servicio de unos intereses espurios (véase esto otro, sobre la labor depuradora de un discípulo suyo, González Palencia, al término de la guerra). Quiero decirle con ello que hoy, como entonces, los arabistas tienen tantas posibilidades de desinformar como los periodistas, o de prestar su ciencia a las causas más inesperadas (quizá el ejemplo más llamativo en la actualidad es el de Serafín Fanjul, convertido en todo un referente de la islamofobia patria).

    Es cierto que hay desconocimiento, pero yo diría que en la mayoría de las circunstancias se trata de un desconocimiento deliberado, y no por falta o escasez de información. No es que no se sepa y punto: es que no se quiere saber, porque ese conocimiento estorba. Cuanto más conocemos a los demás, más se parecen a nosotros en lo sustancial, más nos ponemos en su pellejo y más difícil nos resulta deshumanizarlos. No pretendo dar a entender con ello que no hay conocimiento que no esté contaminado, sino poner de manifiesto que la crítica también ha de alcanzar a eso que llamamos "voces autorizadas", porque nadie es infalible en este sentido (y mucho menos en un ámbito como el orientalismo/arabismo, nacido en el marco de siglos de confrontación entre cristiandad e islam).

    Saludos y disculpas por la extensión del comentario.

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  6. Todo pensamiento está contaminado, eso no lo podemos negar, aunque sólo sea porque la elección de un asunto en lugar de otro ya es una "contaminación". Cosa muy diferente es el grado de contaminación y las intenciones conscientes y subconscientes de la misma. Entre las "voces autorizadas" hay algunas que se desautorizan a sí mismas, como es el caso que mencionas (que más que al conocimiento está dedicado a la opinión), y otras que, por falta de medios, no tienen la audiencia que merecen. Razón de más para transmitir el conocimiento "que estorba" por los medios de que se disponga, pues creo que sí hay un público que es víctima de un desconocimiento involuntario que podría (no digo que sea fácil) subsanarse.

    Un saludo.

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