sábado, 20 de junio de 2009


Presentación de CAMPO DE TIRO en Toledo: Muchas gracias a todos los que quisisteis compartir con nosotros la presentación de CAMPO DE TIRO en la Librería Hojablanca y un saludo para los que no pudisteis venir. Fue un acto de verdad literario y se habló de algunos aspectos del libro y de otros temas diversos. Como siempre, mucho quedó en el tintero para la próxima vez. Un saludo muy especial para Juana, Sally, Luis y Xavi, que, ay, tuvieron que irse tan pronto.

Foto: Ana Pérez Herrera, ABC Toledo

DISPARATES / 2

MADE IN SPAIN

El disparate nacional, que no cesa, suele nutrirse de clamorosas ausencias y, paradójicamente, abrumadoras profusiones. Las ausencias abarcan casi completamente el ámbito del pensamiento, ya sea individual o colectivo; las profusiones se recrean obstinamente en los terrenos del ruido. El español habla mucho y en voz alta, como decía León Felipe, y el exceso de decibelios es generalmente el aliado de un absoluto vacío argumental, amplificado además hasta el delirio por la omnipresente, ensordecedora e incansable maquinaria mediática. Este ruido es producto de la servidumbre de papagayo que nuestros medios de (in) comunicación manifiestan hacia los poderes político y económico, de lo que se infiere que toda expectativa de un argumento razonado deba ponerse en exclusiva en las voces y en los medios independientes, que, por serlo, están acostumbrados a recibir sólo de la (in) cultura dominante sus tortas y su desprecio. Resulta esperanzador en estos pagos advertir signos de inteligencia en medio del descomunal vocerío cotidiano, signos provenientes de un privilegiado silencio y una no menos privilegiada reflexión, los cuales acostumbran a ser la condición principal de un trabajo bien hecho. Y por eso, cuando tales signos aparecen, muy esporádicamente, se hace necesario escuchar.

He conocido en estos días dos de esos trabajos que, por su admirable rigor, parecerían haber sido creados en algún lejano país venturosamente exento de ruidos. El primero es el libro ¡Viva la Ilustración!, que tiene por subtítulo Educación ético-cívica. 4º ESO, y del que son autores Carlos Fernández Liria, Pedro Fernández Liria, Luis Alegre Zahonero y Miguel Brieva, profesores de filosofía que, con esta obra publicada por Akal el año pasado, siguen los pasos del libro aparecido en la misma editorial Educación para la ciudadanía. Democracia, capitalismo y Estado de Derecho. Los autores no ocultan, sino todo lo contrario, su orientación de izquierdas, ni su laicismo ni su verdadero (extrañísimo en estos tiempos) amor por la cultura y la pedagogía. Por la dedicación de sus autores a la ardua tarea de formar personas libres, estos títulos son recomendables no sólo para jóvenes estudiantes, sino también para adultos sumidos en melancólicos escepticismos y otras perplejidades. Y puede que su lectura reconcilie a muchos con ese noble y viejo ideal que es la enseñanza.

El otro trabajo es un libro y algo más. Se titula Barómetro social de España. Análisis del período 1994-2006, ha sido editado por Traficantes de Sueños y sus autores son los miembros del Colectivo IOÉ, equipo de sociólogos a los que anima el saludable empeño de tomar el pulso a esta realidad nuestra, de la que antes ya se habían dado algunas claves en Discursos de los españoles sobre los extranjeros (1995), Mujer, inmigración y trabajo (2001) y en Inmigración, género y escuela (2007). El campo de estudio de IOÉ en su última obra es muy amplio ya que describe la evolución socio-económica de España en más de una década (durante la que han gobernado tanto el PP como el PSOE), examinando diversos aspectos de dicha evolución, desde el precio de la vivienda hasta la renta salarial. Lo más estremecedor del libro (que tiene una muy útil prolongación en la web) se refiere sin embargo, y volviendo al principio, a la enseñanza. Es difícil que las frías cifras nos den una idea ajustada de lo que en estos años se ha hecho con la enseñanza, pero baste reproducir aquí uno de los datos que ofrece el libro: en 1994 el porcentaje de población entre 18 y 24 años que no había completado la segunda etapa de secundaria y que no seguía ningún tipo de estudio era del 36,9. En 2002 el porcentaje se había reducido notablemente hasta el 28,7. Pero en 2007 había remontado otra vez hasta el 31%, dato con el que la enseñanza española se honra de ocupar el tercer puesto de la Europa comunitaria, sólo por detrás de Malta y Portugal (la media europea es del 15,6%). Si el futuro de las naciones depende del grado de formación de sus jóvenes, mal lo tenemos.

Las obras mencionadas aquí no han suscitado ningún debate en nuestras instituciones docentes ni han sido tenidas en cuenta por los productores y reproductores de ruido, que están más interesados en facilitar la implatación de las multinacionales españolas en Latinoamérica, aunque para ello sea necesario promover de vez en cuando una algarada o un golpe de Estado; o en los fichajes de Florentino; o en el número de vueltas que da una pelota que ha sido golpeada por la raqueta de Rafa Nadal (sesudo estudio, de gran interés para la ciencia, que ha sido realizado recientemente por la Universidad de Castilla La Mancha). Y pese a todo deberían ser estimulantes, para los que no tenemos costumbre de comulgar con ruedas de molino, los trabajos mencionados aquí, hechos en España con el rigor que sólo permiten la independencia del poder político y el alejamiento del ruido.

Akal ha puesto el libro Educación para la ciudadanía. Democracia, capitalismo y Estado de Derecho a disposición de todos los internautas. La base de datos del Barómetro social de España está disponible en la red y el Colectivo IOÉ la actualiza periódicamente.

sábado, 13 de junio de 2009

DISPARATES / 1

UN PSIQUIATRA NACIONAL

No hace mucho hablaba aquí mismo de Antonin Artaud y mencionaba de pasada las difíciles relaciones que, por su parte involuntariamente, mantuvo con los psiquiatras de su época. Como es sabido, la simple alusión a Artaud solía suscitar (y suscita todavía) el malestar o por lo menos la desconfianza de casi la totalidad del gremio psiquiátrico, motivo por el cual, en desagravio a tan ilustre rama del saber, se me ocurrió enseguida escribir alguna cosa en defensa de la psiquiatría. La elección del tema no era muy difícil, ya que nuestro solar hispano dispone por fortuna de una eminente figura psiquiátrica que además fue estricto coetáneo de los doctores que tanto y tan enérgicamente (con una energía que sin exagerar podríamos calificar de “eléctrica”) trataron a Artaud. Por si fuera poco, sobre esta figura ejemplar de nuestra ciencia ha caído últimamente un olvido que está muy lejos de merecer y que también de manera enérgica, aunque humilde, intento paliar con estas palabras.

Antonio Vallejo-Nájera, pues no es otro nuestro personaje, nació en un pueblo de Palencia en 1889, realizó sus estudios en la Universidad de Valladolid e ingresó en el cuerpo sanitario del Ejército, en el que realizó diversas tareas que le valieron condecoraciones nacionales e internacionales. Siendo agregado de la Embajada española en Berlín, se familiarizó con las modernas teorías de Emil Kraepelin, Hans Walter Grühle y Gustav Schwalbe, en particular en el campo de la eugenesia. Tras concluir sus estudios en Alemania, dirigió desde 1930 la Clínica Psiquiátrica de Ciempozuelos. Al año siguiente fue designado profesor en la Academia de Sanidad Militar, y desde 1947 ejerció la docencia en la Universidad de Madrid. Como ensayista, fue autor de una abundante obra. Parece que durante sus años en Berlín se interesó especialmente por las teorías raciales del momento y por las técnicas de que podía servirse la psiquiatría (es decir: la esterilización) para ser útil al mejoramiento de la raza. Es bien sabido que en Alemania estas teorías se orientaron principalmente hacia las razas inferiores de los gitanos y, sobre todo, los judíos. A partir de 1936 los textos de Vallejo-Nájera tomaron una orientación decididamente racial, pero a falta de judíos nacionales a los que aplicar sus teorías, él optó por aplicarlas a razas inferiores inventadas por él mismo. En La locura en la guerra. Psicopatología de la guerra española (1939) escribió: "La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible". Y añadió: “La perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que ocurre con los regímenes aristocráticos, donde sólo triunfan socialmente los mejores.” Con el mismo rigor científico, demostró que “las hembras no están facultadas para la lectura de libros (excepto los piadosos)”, consecuencia lógica del hecho de que “a la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la Isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar por la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella.” Una vez aclarada la inferioridad racial de los marxistas y las mujeres, había que proceder a la purificación de la raza en el caso específico español, ambiciosa obra que solamente podría acometerse una vez reinstaurada la Santa Inquisición, porque “la parte del problema racial de España era que había demasiados Sanchos Panzas (físico redondeado, ventrudo, sensual y arribista), y pocos Don Quijotes (casto, austero, sobrio e idealista)”. Evidentemente era precisa “la militarización de la escuela, de la Universidad, del taller, del café, del teatro, de todos los ámbitos sociales".

A la luz de lo dicho hasta aquí, podría pensarse que Antonio Vallejo-Nájera, como otros sabios e iluminados de todos los tiempos, fue un hombre que toda su vida debió luchar desesperadamente contra los fantasmas de la incomprensión y de la marginalidad. Nada más lejos de lo cierto. Él fue el primer catedrático numerario de psiquiatría de la Universidad española, y resultó elegido miembro de la Real Academia Nacional de Medicina en 1951. En su calidad de jefe de los Servicios Psiquiátricos del Ejército, realizó un estudio, que fue supervisado por la Gestapo, que tenía por objeto manifestar al mundo, más allá de toda duda, la imperfección genética de los rojos y las mujeres. A tal fin reunió dos grupos de seres inferiores: uno de prisioneros de las Brigadas Internacionales y otro de cincuenta mujeres de Málaga (¿y por qué de Málaga?, preguntará algún lector poco informado. Pues muy sencillo: porque Málaga, según explicó Vallejo-Nájera, tiene puerto, y en consecuencia sus habitantes están más expuestos que nadie a influencias malignas procedentes del exterior). El resultado del experimento fue que todos los individuos examinados eran casos de anormalidad psíquica. Tampoco tuvo Vallejo-Nájera dificultades para llevar a la práctica las ideas que expresó en su obra Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la Raza (1937). Así, con el auxilio de la Acción Social de Falange y de la Iglesia Católica, consiguió salvar a decenas de miles de niños de las garras de sus padres rojos, poniéndolos a buen recaudo en familias adictas al régimen. El número de estos niños se desconoce, ya que tales prácticas nunca han sido investigadas por institución pública o privada alguna (se sabe, en cambio, que en 1943 los hijos de presos bajo tutela del Estado eran 12.043). Por parecidas razones se ignora el número de mujeres que fueron esterilizadas durante estos experimentos.

Vallejo-Nájera fue uno de los principales ideólogos del régimen franquista. A él se debe la institucionalización de conceptos como la limpieza de raza y el exterminio de indeseables, ideas tomadas del proyecto racial de los Reyes Católicos. Su ámbito de trabajo fueron los programas de reeducación política y los campos de concentración, y de hecho el único de sus proyectos que nunca prosperó, sin duda a causa de alguna negligencia burocrática, fue la reinstauración del Cuerpo General de Inquisidores. Resulta sorprendente que tal luminaria de nuestra psiquiatría no disfrute hoy de los honores que merece, y si bien no estoy seguro de que esta modesta contribución sirva para poner a Antonio Vallejo-Nájera en el destacado lugar que le corresponde, sí tengo la convicción de que a él también le habría gustado mucho unirse a la nómina de psiquiatras que trataron a Antonin Artaud. ¿Por qué no? Y, por otra parte, con psiquiatras así, ¿quién necesita locos?

Los interesados en el tema pueden consultar: Enrique González Duro, Los Psiquiatras de Franco. Los rojos no estaban locos (Península, 2008), Eduard Pons Prades, Los niños republicanos (RBA, 2005) y el blog de José Guillermo Fouce.

miércoles, 10 de junio de 2009

MÚSICA NOCTURNA / 2



EL ALBÉNIZ Y ARTAUD

Hace sólo unos días ha vuelto a abrir sus puertas el Teatro Albéniz, al que no hace mucho ya se daba por desaparecido gracias a la diligente gestión cultural de la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre. La feliz y casi inesperada reapertura del teatro se produce después de dos años de cierre en los que ha habido de todo: desde el día en que el gobierno autonómico retiró su protección al edificio, lo que permitió su adquisición por parte de una inmobiliaria, hasta que el alcalde Alberto Ruíz-Gallardón aplicó una normativa municipal que lo ha salvado in extremis, al menos por unos años. Es triste que también los teatros se conviertan en objeto de cambalache en estos litigios y desavenencias que los poderosos tienen entre ellos. Por otra parte, me temo que a la provisional salvación del teatro ha contribuido de manera decisiva la actual crisis de la construcción, con el consabido descenso del interés especulativo y la previsible disminución de ganancias que ahora mismo habría significado seguir con el proyecto previsto. En todo caso, la reapertura del Albéniz es una buena noticia que trae a la memoria de quienes lo frecuentaron en los últimos veinte años, cuando era una de las principales instituciones de la cultura madrileña, algunos de los mejores momentos que últimamente han podido vivirse en un teatro. Voy a referirme a uno de ellos.

El espectáculo Les Cenci, sobre la obra homónima de Antonin Artaud, se representó en el Albéniz hace dos años, dentro del ciclo Operadhoy, siendo por tanto uno de los últimos montajes que se vieron en él antes de su cierre. Alumno de Stockhausen y Kagel, el compositor Giorgio Battistelli (Albano Laziale, 1953) escribió esta obra en 1997. La puesta en escena fue de George Lavaudant y la dirección musical de Luca Pfaff. En sus Crónicas Italianas, Stendhal escribió estas palabras acerca de Francesco Cenci: “¿Con qué acciones que hablen por sí mismas, yo, romano, nacido en Roma en 1527, precisamente en los meses en que los soldados luteranos del condestable de Borbón cometieron las más afrentosas profanaciones contra las cosas santas; con qué acciones podré demostrar mi coraje y disconformidad ante todo esto…? ¿Cómo dejaría yo boquiabiertos a mis estúpidos contemporáneos? ¿Cuál será el modo de tener la inmensa satisfacción de sentirme diferente de todo el vulgo que me rodea?” 

La obra de Artaud, escrita en 1935, tiene el carácter violento que cabe esperar de su “Teatro de la Crueldad”, pero también esa naturaleza indefinible que orientaba a sus creaciones de entonces hacia la obra de arte total. Por “Teatro de la Crueldad” Artaud entendía una nueva dramaturgia que debía minimizar la palabra hablada y dejarse llevar por una combinación de movimiento físico y gesto, sonidos inusuales, y por la eliminación de las disposiciones habituales de escenario y decorados. Con los sentidos desorientados, el espectador se vería forzado a enfrentarse a su fuero interno, a su ser esencial, despojado de su hipócrita máscara. Impedido siempre por enfermedades físicas y mentales, apenas fue capaz de poner sus ideas en práctica. Su libro El Teatro y su Doble (1938) expresa su admiración por el teatro de Extremo Oriente y en especial por el balinés, en el que el movimiento, el gesto, y en definitiva la manifestación física, al adquirir un carácter ritual, imperan sobre el texto, ese “tirano del significado”. Lo que él llamaba el “Teatro de la Crueldad” no aludía sólo al sadismo o a la aparición del dolor en escena, sino también a la violenta determinación física de destrozar la falsa realidad. Ésta no es más que una convención de la que participan por igual actores y espectadores, pero no la auténtica realidad, que se encuentra en la imaginación apasionada y convulsa, en el pensamiento y el deseo. Artaud, que abogaba por el teatro hecho de un lenguaje único, un punto medio entre los pensamientos y los gestos, describía lo espiritual en términos físicos, y creía que toda expresión es expresión física en el espacio. Su obra Les Cenci fue un fracaso, lo que le determinó a viajar a Sierra Madre, en México, donde vivió varios meses familiarizándose con la cultura solar de los indios tarahumaras, que le revelaron un mundo en el que un hombre desesperado, no tanto por la locura que padece como por el tratamiento psiquiátrico, encuentra a sus iguales.

Y creo que el montaje visto hace dos años en el Albéniz no habría disgustado a Artaud. La austeridad de la puesta en escena y la exquisita interpretación de solistas y orquesta se beneficiaron de una iluminación creadora de ambientes, a lo que se unió una instalación sonora que envolvía por igual a cantantes y público. Resulta milagroso que el grito de Artaud, tanto tiempo silenciado, pudiera escucharse en medio de nuestra actual miseria política y cultural, y que pudiera verse en la valiente propuesta que Battistelli y Lavaudant presentaron hace ahora dos años en el viejo, por entonces desahuciado, y en la actualidad de nuevo resurgido Albéniz. ¿Ofrecerá en el futuro el escenario de la Calle de la Paz otros momentos así?

martes, 2 de junio de 2009

MÚSICA NOCTURNA / 1



MÚSICA PARA MURNAU

El joven compositor Jesús Torres ha escrito la música de una nueva banda sonora para el Fausto de F.W. Murnau, partitura que se estrenó en un concierto-proyección el pasado 19 de mayo en el Teatro de la Zarzuela. Esta vez no se trata de una banda sonora al uso, sino más bien de una especie de poema sinfónico que se interpreta sin interrupción y en el que pueden apreciarse nueve partes que se corresponden con las escenas principales del film. La música (con abundante presencia de la percusión) comenta, acentúa, envuelve y matiza las situaciones ideadas por Murnau, confiriéndole una variedad que, a juicio del compositor, haría de ella una partitura ejecutable autónomamente, sin el soporte de la imagen, a pesar de su duración superior a los cien minutos. Sonia de Munck y María José Suárez cumplieron su cometido a la perfección, así como la Orquesta de la Comunidad de Madrid, siempre en plena forma bajo la dirección de José Ramón Encinar, dedicatario de la partitura. Resulta plenamente acertada la aparición de la voz en la escena final: Gretchen, a punto de morir en la hoguera, lanza un grito que, articulado por una soprano y una mezzo, llega hasta Fausto, el cual acude en su auxilio. 

Pero lo mejor sigue siendo el film de Murnau. Visualmente, nunca se mostró con tanta eficacia el significado de esa cosa tan vaga, oscura y nebulosa que se llamó expresionismo, y que aquí aparece en su ropaje más transparente. La riqueza de la imagen (las citas de Vermeer, Friedrich y otros) adorna la desnudez de luces y sombras que constituye la esencia del mundo de Murnau, esencia que no es otra cosa que un romanticismo intenso y extremado que abraza con entusiasmo el sueño, la noche, la magia y la sinrazón, signos inequívocos de lo humano que poseen, por ello, un valor bien llamado universal, como frecuentemente podemos apreciar en los tiempos que corren. El colorido de la música de Torres alumbra el espléndido blanco y negro de la pantalla, espacio inagotable en el que Murnau encuentra tiempo para todo, incluso para el humor. Era, ya se sabe, otra época, una en la que el arte, incluyendo el que aspiraba a llegar a las masas, se negaba a renunciar a nada, lo que explica que el principal valor de Fausto, como el de todo arte verdadero, no sea otro que moral. Por eso Fausto, por arduos y sufridos caminos, debe llegar finalmente a comprender su error, y la juventud, el éxito social y económico, la gloria y la fama ceden una vez más su sitio ante la palabra salvadora: amor, triunfante todavía, si nos lo proponemos, sobre las nefastas insidias de entonces y de ahora.