martes, 29 de noviembre de 2011

LECTURA POSIBLE / 19


HAY ALTERNATIVAS, DE VICENÇ NAVARRO, JUAN TORRES LÓPEZ Y ALBERTO GARZÓN ESPINOSA. 115 PROPUESTAS PARA OTRO MUNDO POSIBLE

Suele decirse que la verdad es la primera sacrificada en una guerra. La ya bien conocida guerra de clases de la que habla Chomsky en el prólogo al libro que comentamos, citando a Douglas Fraser, presidente del sindicato más importante de Estados Unidos, “es una guerra en contra de la clase trabajadora, de los desempleados, de los pobres, de las minorías, de los jóvenes y de los ancianos, e incluso de los sectores de las clases medias de nuestra sociedad”. Pero difícilmente podremos leer algo parecido en la prensa convencional, ya sea en inglés, en español o en cualquier otra lengua. La guerra de clases declarada por los poderosos no constituye por sí misma una novedad, como tampoco la falsedad de las premisas en las que se asienta, ni tampoco la ocultación de otros datos y otras opiniones que la ponen en entredicho. Así pues, ¿qué hay de nuevo en la guerra actual?

No parece que a nadie se le escape a estas alturas la dimensión mundial del falso discurso dominante que, presentado en forma de consenso, sirve para legitimar una guerra que persigue el mismo objetivo de siempre: el lucro. Muy atrás, y convertidas ya en meros juegos infantiles, quedan las torpes campañas de propaganda empleadas pronto hará un siglo para justificar aquella carnicería, denunciada en su tiempo sólo por unos pocos, que fue la Gran Guerra. Los exaltados discursos nacionalistas, trufados de mentiras destinadas a suscitar el odio hacia el vecino (discursos intercambiables pero aplicados a un territorio limitado), palidecen ante la gigantesca escala de la propaganda actual, difundida en todas las lenguas y por todos los medios posibles. No hay duda de que esto es una novedad, pero una novedad menor, pues lo que nos sorprende y nos abruma en ella no es más que la dimensión. Lo verdaderamente nuevo es esto: que ahora el enemigo ya no es el vecino, sino nosotros, y que no es de otros, sino de nosotros mismos, de quienes se espera de inmediato una capitulación, la cual, en un giro inesperado de las técnicas publicitarias de la guerra, debemos aceptar por nuestro bien.

La guerra moderna ya no tiene víctimas mortales, o no muchas (aparte, claro está, de la mortandad causada en el Tercer Mundo por la injusta distribución de la riqueza), y la victimización de los vencidos se manifiesta por un descenso generalizado del bienestar en todas partes y en todos los aspectos, pues de hecho se trata de una guerra que ya no es total, sino totalitaria, que afecta a todas las vertientes del individuo: a su trabajo, a su salud, a su educación, a su cultura, a su ocio, y que para obtener sus fines exige no sólo la destrucción del estado vecino, sino también la del propio. En esta guerra las fuerzas de choque son las agencias de calificación de riesgos: Standard & Poor’s, Moody’s Investors Service y Fitch, fuerzas equipadas con armamento avanzado, producto de la más alta tecnología. Los Estados Mayores de este ejército se encuentran en las oficinas de la banca internacional, la cual dispone de sucursales en posiciones avanzadas: gobiernos y bancos centrales, desde donde dichos Estados Mayores pueden realizar sus operaciones de inteligencia y de sabotaje. Sin estado, casi sin representantes políticos, desorganizada y desarmada, enfrente sólo se encuentra la ciudadanía.

Los autores del libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España (Sequitur, 2011) son economistas de reconocido prestigio que llevan años explicando la naturaleza del pensamiento neoliberal y sus modos de actuar, así como denunciando sus falacias y proponiendo formas de recuperar la economía, hoy en poder de unos pocos grupos financieros, para las personas. Los lectores habituales de los textos que dichos autores vienen publicando donde pueden, es decir, en libros, en sus blogs personales y en diversos foros cada vez menos marginales, ya conocen los argumentos y el arsenal crítico que emplean para desmontar la teoría neoliberal, en particular en lo que respecta a la supuesta gravedad de la deuda pública, a sus causas y a los procedimientos para atajarla. Mucho más novedoso, y de gran valor, es el último capítulo del libro que nos ocupa, el cual contiene 115 propuestas concretas y practicables, ajenas por completo a la ortodoxia dominante. Propuestas por cierto que se despliegan en torno a una economía específica que no es otra que la española, pero que en su mayor parte constituyen una saludable respuesta global a una perversión igualmente global. En efecto, no pocas de esas propuestas empiezan a ser tenidas en cuenta internacionalmente, desde Estados Unidos hasta Grecia. El libro es en sí mismo un tratado de la sensatez económica opuesta radicalmente a la irracionalidad que nos aflige.

El lector avisado observará que las propuestas enunciadas en ese último capítulo tienen un cariz que va más allá de la teoría económica, pues he aquí que es en ese apartado donde el mesurado registro económico se vuelve más claramente político. Un registro del que está ausente todo extremismo y que más bien bebe de las apacibles aguas de lo que en otro tiempo y en otros lugares fue la socialdemocracia, hoy erradicada del panorama visible, por mucho que algunos partidos sigan ostentando tal nombre. Y es que la aplicación de tales medidas, que componen lo que no hace mucho se llamaba “un programa”, exigiría una conquista de la política y por ende del estado, conquista de la que debe tratar un capítulo que todavía no se ha escrito y cuya redacción es competencia de una ciudadanía cargada de indignación y de razón, pero que con libros como este empieza a disponer también de recursos teóricos y prácticos, económicos y políticos, que podrían servir para que dicha ciudadanía, que como dicen los autores del libro “puede construir su historia”, diera un paso más allá de la indignación.

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Los autores de Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España han puesto el libro a disposición de los lectores por descarga directa en la página de ATTAC España.

jueves, 13 de octubre de 2011

MÚSICA NOCTURNA / 11


ADOLFO SALAZAR Y LA EDAD DE PLATA (y III)

UN EXILIADO EN EL CINE: JULIÁN BAUTISTA


Con el mayor de los sigilos, al menos en España, y como es costumbre en estos casos, está pasando el cincuentenario de la muerte en Buenos Aires de Julián Bautista, según parece uno de los compositores más dotados de su generación. Y digo “según parece” porque la parte de su obra que nos es conocida es más que escasa, si bien la calidad de la misma nos hace añorar la que no conocemos y, lo que es peor: la que, por las particulares circunstancias de su exilio, nunca escribió.

Julián Bautista nació en Madrid en 1901. Como la mayoría de los compositores de su época, estudió en el Conservatorio de Madrid con Conrado del Campo, y ya con diecinueve años escribió un drama lírico a partir de una obra de Maurice Maeterlinck: Interior. Sus dos consecutivos cuartetos de cuerda (el opus 6 y el opus 8) recibieron el Premio Nacional en 1922 y 1926, respectivamente, y en esos mismos años inició una prometedora carrera como director al frente de las orquestas madrileñas. Fue miembro de los llamados “Grupo de los Ocho” y “Grupo de Madrid”, lo que basta para situarle entre aquella juventud de la tercera década del siglo pasado que se comprometió con una renovación de la música española, en torno a la generación del 27 y de figuras como el citado Conrado del Campo y Adolfo Salazar.

Pero es en la década siguiente cuando el precoz Bautista empieza a despuntar con sus primeras obras de madurez. La entrada en esa década de los 30 se inicia con una obra que supone un punto de inflexión en su carrera, pese a haber sido compuesta unos años antes: se trata del ballet Juerga, que fue estrenado en 1929 en la Ópera Cómica de París por la Compañía de Bailes Españoles de Antonia Mercé, La Argentina, con escenografía y vestuario de Manuel Fontanals. A lo que siguieron diversos reconocimientos, entre ellos el primer premio en el concurso de Unión Radio de 1932 por su Obertura para una ópera grotesca, que estrenó al año siguiente la Orquesta Sinfónica de Madrid dirigida por otro de los animadores de la escena musical de esos años: Enrique Fernández Arbós. En julio de 1936 fue nombrado catedrático de armonía en el Conservatorio de Madrid, y al año siguiente recaló en Valencia como vocal del recién creado Consejo Central de Música, institución concebida por el gobierno de la República con el propósito de impulsar la investigación y la creación musical. Desde su cargo, Bautista contribuyó a la creación de la Orquesta Nacional de Conciertos y a la publicación de la revista Música, así como a diferentes ediciones que fueron auspiciadas por la Dirección General de Bellas Artes.

En mayo de 1938, hallándose ya el gobierno en Barcelona, la orquesta creada pocos meses antes estrenó allí bajo la dirección de Lamote de Grignon la obra de Bautista por la que hoy le conocemos, su Tres ciudades para soprano y orquesta (de la que existe igualmente una versión para voz y piano), partitura que tendría una segunda audición en Londres ese mismo año. En los meses siguientes las obras de Bautista obtienen una incipiente atención internacional, recibiendo el primer premio del Concours International de Composition Musicale de Bruselas y siendo estrenada en la misma ciudad su Seconda Sonata Concertata a Quattro. Pero ahí terminó su fugaz carrera en Europa. Poco después, pasando por Ostende, Bautista llega a Buenos Aires, donde pasará el resto de su vida.

En los primeros años de su residencia en Argentina, Bautista sigue escribiendo música y algunas de sus obras llegan a estrenarse en el Teatro Colón. Pero el público no estaba familiarizado con los aires de renovación que habían dejado huella en la música de Bautista. Éste, necesitado de un medio de vida, y desgajado del ambiente de creatividad que conoció en España, abandona la composición para las salas de conciertos y se consagra a poner su talento al servicio de la por entonces pujante cinematografía argentina. En lo sucesivo, sólo volverá a componer para las salas en contadas ocasiones, por ejemplo cuando escribe su Sinfonía Breve, que fue estrenada en 1957 en Caracas por Jascha Horenstein, la Segunda Sinfonía “Ricordiana” de 1958 o el Cuarteto número 3 que ese año fue premio de la Asociación de Conciertos de Cámara.

En Argentina compuso alrededor de cuarenta bandas sonoras de otros tantos films para nosotros desconocidos, algunos de ellos considerados como míticos por los historiadores del cine argentino. Es el caso de Cuando la primavera se equivoca (1944), banda sonora por la que Bautista recibió el premio de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Argentina (premio que recibiría tres veces más), Donde mueren las palabras (1946), película musical pionera en su género que incluía una parte coreográfica, o Inspiración, del mismo año.

Junto a su actividad creativa, durante muchos años dedicada en exclusiva a la composición de bandas sonoras, Bautista no descuidó ni la enseñanza ni la teoría musical, a la que ya tempranamente había dedicado un Estudio crítico comparado de los tratados de armonía, desde Jean-Philippe Rameau hasta nuestros días. Además, como organizador y programador, fue uno de los impulsores de la música argentina.*
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Existe una reflexión debida a Vasili Grossman acerca de los amigos que debieron marcharse y a los que se quedaron para vivir su exilio interior y que podría aplicarse a toda la generación a la que pertenecieron Salazar, Fernández Blanco, Bautista y tantos otros: “En las personas que, habiendo sido brillantes, interesantes y fuertes, y que ahora parecían estar llenas de polvo y telarañas como objetos arrumbados en un trastero, se adivinaba un callado terror. No tenían futuro. Su moral, su honradez quisquillosa y sus conocimientos pasados de moda ya no hacían falta a nadie. Habían perdido el tren”. [Vasili Grossman, Por una causa justa, Galaxia Gutenberg, 2011, p. 605]
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* Jorge de Persia publicó sus investigaciones sobre Julián Bautista en el volumen Julián Bautista (1901-1961). Archivo personal. Inventario. Biblioteca Nacional, 2004.

Tres ciudades, sobre poemas de García Lorca, en su versión para soprano y piano. I Malagueña. II Barrio de Córdoba. III Baile en Sevilla.
María José Montiel, soprano. Fernando Turina, piano.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

MÚSICA NOCTURNA / 10


ADOLFO SALAZAR Y LA EDAD DE PLATA (II)

EVARISTO FERNÁNDEZ BLANCO: OBERTURA Y FINAL

La Edad de Plata, cuyo último tramo recibe en el terreno musical el nombre de “Generación de la República”, concluye paradójicamente, al menos en lo que respecta a su existencia en España (pues otra cosa sería su continuación en el exilio) con una obertura. Una obertura de acción retardada, podríamos decir, ya que tardó más de cuarenta años en escucharse.

El leonés Evaristo Fernández Blanco recibió los primeros rudimentos de armonía de dos sucesivos maestros de capilla de la catedral de su natal Astorga. Mostrando una excelente aptitud para la música, y careciendo su familia de recursos para darle una educación, reclamó una beca a la Diputación de León, que le fue negada. Trasladada su familia a Madrid, escribe sus primeras composiciones e ingresa en el Conservatorio de la capital, donde recibirá lecciones de Tomás Bretón y, posteriormente, de Conrado del Campo. En 1921 obtiene el premio extraordinario del Conservatorio por su obra Impresiones montañesas, concediéndosele una beca para ampliar sus estudios en el extranjero. Se traslada a Berlín, donde fue discípulo de Franz Schreker. A sus años en Alemania pertenece la mayor parte de la música que conservamos de Fernández Blanco: Poemas líricos (1923), Trío en do mayor y Movimiento perpetuo para piano (1928), y Dos danzas leonesas para orquesta (1932).

De vuelta en España da clases de música y frecuenta al llamado Grupo de los Ocho, al que tan asociado estaba Adolfo Salazar y del que formaban parte Juan José Mantecón, Julián Bautista, Fernando Remacha, Rosa García Ascot, Salvador Bacarisse, Gustavo Pittaluga y los hermanos Halffter. Fue delegado del Comité de Música en Madrid, y luego en Valencia y Barcelona, y participó activamente en la creación de la primera orquesta estatal española: la Orquesta Nacional de Conciertos, institución que Salazar venía reclamando con insistencia desde la proclamación de la República. Durante esos años Fernández Blanco toca el piano en el sexteto Unión Radio, que difundió por las ondas gran cantidad de música de cámara. Al concluir la guerra, se pierden muchas de sus partituras en el bombardeo de su domicilio y pasa dos años oculto en una aldea de Pontevedra, Viascón, donde escribe su impresionante Obertura dramática.

En 1941 continúa su exilio interior en Barcelona, donde se gana malamente la vida como músico de variedades en el Teatro Tívoli. Dos años después, a causa de las privaciones de la dura postguerra, muere su esposa, Sara. En los años 50 trabaja en las compañías de Celia Gámez y de Nati Mistral, e incluso en la orquesta del madrileño Teatro de la Zarzuela, pero para entonces, aquejado de una sordera progresiva, desengañado, aislado intelectual y afectivamente, e imposibilitado de dar a conocer sus obras, había dejado de componer. Sólo volvería a la composición en 1982 con su Suite de danzas antiguas, encargo de Radio Nacional. Murió en 1993.

En la década pasada se ha publicado el cátalogo completo de las obras conservadas de Fernández Blanco, y la Orquesta Filarmónica de Málaga dirigida por José Luis Temes, principal defensor hoy de su música (responsable también de la recuperación de otros autores olvidados, tales como Gerardo Gombau y María Teresa Prieto), ha grabado sus composiciones sinfónicas en un doble CD (Verso, VRS 2094-DDD).

La música de Fernández Blanco oscila entre aquella de carácter más personal, en la que se aprecian las provechosas enseñanzas vanguardistas que recibió de su maestro Schreker, y otra, de intenciones más modestas, en la línea del nacionalismo y cargada de ecos del folclore leonés, que fue la mejor recibida por el público de su tiempo. Todas ellas, sin embargo, delatan a un gran compositor, o mejor dicho, a un gran compositor en ciernes que se hallaba en plenitud de sus facultades en la postguerra. Que ésta le condenara al silencio nos ha privado de un músico más que prometedor, el cual había demostrado en sus obras unas dotes poco comunes en el arte de la orquestación. En concreto, la Obertura dramática, quizá su obra más personal, en la que está presente como en ninguna otra el dolor y la rabia causados por los horrores de la Guerra Civil, constituye acaso la tarjeta de presentación de un gran sinfonista que, por la fuerza de las circunstancias, no pudo cuajar.

La Obertura dramática de este hombre marcado por la desgracia, obra impregnada por la violencia de la guerra pero también por los ideales, y los himnos, de los vencidos, fue escrita con el emotivo recuerdo de ésta todavía a flor de piel, y hoy es de las pocas de Fernández Blanco que son conocidas por el público, habiendo sido estrenada, con más de cuarenta años de retraso, en 1983. El autor la subtitulaba «ambientación musical de un drama cívico-socio-bélico». Su primera parte, Desolación, muestra las huellas de la devastación y la barbarie de la guerra. La segunda, Acción, es un recuerdo de la crudeza del combate y de los bombardeos. La tercera es un Homenaje a los héroes. Escrita en 1939 en el aislamiento de la villa de Viascón, en una casa abandonada, y en un estado de total incertidumbre acerca de su futuro personal y colectivo, el autor se propuso expresar en apenas veinte minutos sus sentimientos acerca de los hechos que acababan de ocurrir.

La Obertura dramática es interpretada aquí por la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Superior de Música del Principado de Asturias (CONSMUPA), dirigida por José Luis Temes el 17 de febrero de 2010 en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo.


MÚSICA NOCTURNA / 9



ADOLFO SALAZAR Y LA EDAD DE PLATA (I)

OBRA Y ENTORNO

Alejo Carpentier, en cuya amplia cultura ocupaba un lugar destacado la música, reconoció en un artículo la pérdida que para Latinoamérica supuso la muerte de Adolfo Salazar en 1958. Con él, con Salazar, habría de polemizar el escritor cubano en uno de sus libros más apasionantes y a la vez menos conocidos, El músico que llevo dentro, que venía a ser el compendio de toda una vida vivida entre la literatura y la música, entre el gran escritor que fue y el músico que no llegó a ser. En el momento de su muerte Adolfo Salazar llevaba ya casi dos décadas lejos de su país, y el artículo de Carpentier fue uno de los escasos ecos que ésta despertó en el continente que lo había adoptado. Casi desaparecido en esos últimos años de la escena pública, Adolfo Salazar era un olvidado en México como también lo era desde hacía tiempo en su originaria y desmemoriada España, lo que ha venido a ser por desgracia una constante, a veces irreparable, entre esa comunidad que encarnó lo mejor de la cultura española en las primeras décadas del siglo pasado y que debió continuar su obra, cuando pudo, en el exilio.

Si el madrileño Adolfo Salazar fue alumno de Manuel de Falla y de Maurice Ravel; si entre 1918 y 1936 se encargó de la crítica musical en el diario El Sol y fue el fundador de la Sociedad Nacional de Música, desde la que realizó una importante labor de difusión de la música contemporánea; y si en el exilio fue profesor del Conservatorio Nacional y del Colegio de México, es porque Salazar, como Carpentier, sintió una inclinación por la música que iba más allá de su pasión intelectual, una de esas vocaciones que tienen que ver con la naturaleza y no con la razón, y que en el caso de Salazar pudo plasmarse en la composición de música sinfónica y de cámara, y también de canciones. La dedicación musical de Salazar tenía un doble sentido (triple, si incluimos su actividadd creadora) que hizo de él una rareza en nuestra cultura: por un lado estaba decidido a pensar la música, pero por otro, también, a renovarla. Si hoy le recordamos es por su ingente contribución al estudio de la música en España, de lo que dejó constancia en diversos títulos que conservan plena vigencia: La música moderna (1944), La música en la sociedad europea (1942-1946) y La música en España (1953), obras que constituyen el primer intento sistemático de creación de una verdadera musicología y de una historia de la música en español, ciencias ambas que él elevó a una categoría equiparable a la ya existente en otras lenguas europeas.

La comprensión que Salazar tenía de las estructuras musicales se asienta sobre los tres ámbitos en los que se ha desarrollado la cultura de Occidente: el templo, el teatro y el pueblo. Desde esta perspectiva la historia de la música, la de su evolución y sus logros, es inseparable del contexto social en el que se produce, convirtiéndose en la forma de expresión más genuina de una sociedad, de la manera en que ésta se ve a sí misma, de sus conflictos y de sus aspiraciones. Hay, naturalmente, una fuerte raíz popular en esta visión de la música no sólo como arte sino también como necesidad social, lo que constituye su gran originalidad, y no es extraño que las ideas de Salazar prosperasen en un ambiente musical como el suyo, dominado por la genialidad de Manuel de Falla, y en el que estaba muy presente la poesía, la de la generación del 27 y la de todo ese conglomerado al que José Carlos Mainer llamó con fortuna “La Edad de Plata”. Que dicho período fuera particularmente pujante en la literatura no debe hacernos olvidar que también la música participó de las mismas ansias de modernidad, lo que tendría que haber dado lugar a una renovación del lenguaje musical que se nutriría de las vanguardias europeas, y la cual fue frustrada por la guerra.

El libro Música y cultura en la Edad de Plata, 1915-1939 reúne contribuciones de diversos investigadores, los cuales tomaron parte en el Seminario Internacional Complutense que se celebró hace tres años con motivo del cincuentenario de la muerte de Salazar. La primera sección está dedicada al estudio de los aspectos ideológicos de la Edad de Plata, con especial atención a la llamada “razón poética” que caracterizó el período y en la que desempeñaron un papel fundamental autores como María Zambrano y Gerardo Diego. En la segunda sección se considera la obra de Salazar y de otros intelectuales de su generación que ejercieron la crítica o reflexionaron acerca de la música y de la función de ésta en la sociedad de su tiempo. La creación musical propiamente dicha ocupa la tercera sección.

Hay en este volumen abundantes referencias a ciertos lugares, personas, hechos y experiencias recurrentes que conmovieron a sus protagonistas y que tuvieron un papel principal en el despliegue de la cultura española de la época: la Residencia de Estudiantes, el folclore, la influencia francesa o el cine, por poner unos ejemplos. Y por supuesto la poesía, que se reunió con la música de forma ejemplar en la persona de otro discípulo de Falla: García Lorca. Por sus páginas desfilan Carmen Barradas, Antonio José, Julián Bautista y los hermanos Ernesto y Rodolfo Halffter. Y junto a las historias bien conocidas de los autores que pusieron su nombre a aquella generación, también aparece aquí y allá alguna que otra pequeña historia que sólo estamos empezando a conocer ahora, como es el caso de la de María Teresa Prieto, compositora asturiana, otra transterrada en México que gozó de la protección y la amistad de Carlos Chávez, igual que Salazar; o como la del comandante Gustavo Durán, compositor que puso música a poemas de Alberti, al que la guerra convirtió con sólo treinta años en teniente coronel del XX Cuerpo del Ejército y que más tarde, exiliado en La Habana, se convirtió en amigo íntimo de Ernest Hemingway, quien lo incluyó en Por quién doblan las campanas (de Gustavo Durán existe una moderna biografía a cargo de Javier Juárez: Comandante Durán. Leyenda y tragedia de un intelectual en armas, Debate, 2009).

Entre los perjuicios que la Guerra Civil trajo a España, uno de los mayores es el de la pérdida de una parte no menor de su cultura, una cultura que venía revitalizándose desde unas décadas atrás y que, roto su contacto con el país que le dio origen, sólo pudo dar sus frutos en el exilio. Frutos exóticos a decir verdad que hoy en el mejor de los casos centran la atención de los estudiosos, como sucede con el libro que comentamos, pero que difícilmente podrán ser asimilados por nuestra sociedad actual, para la que esa actividad creativa y crítica resulta ya más que lejana. Lo que no niega, sino todo lo contrario, la utilidad de investigaciones como las presentes, obra de especialistas todos ellos hijos o nietos intelectuales de Adolfo Salazar y de otros que pensaron nuestra música y nuestra cultura. Que la deseada y deseable normalización cultural tras la dictadura no ha tenido lugar lo prueba el hecho lamentable de que gran parte de la música a la que se alude en el libro es totalmente desconocida para nosotros, y está tan ausente de los estudios de grabación como de las salas de concierto. Triste balance, por ahora, para uno de los momentos más brillantes de nuestra historia reciente.

viernes, 9 de septiembre de 2011

DISPARATES / 25


DAMERO MALDITO

El dramaturgo suizo Max Frisch concibió como una comedia su pieza en dos partes Biografía: Un juego, que trata de las vicisitudes del personaje Kürmann, quien, insatisfecho con su existencia, ha reclamado (y obtenido) el privilegio de “volver a empezar”. Kürmann cree saber con certeza lo que habría que cambiar en su vida, y a tal fin dispone de un Registrador, una especie de notario que le va nombrando diversos episodios de su existencia, situaciones en las que, teniendo frente a sí dos o más opciones, eligió con más o menos convencimiento una, siendo tales decisiones (o algunas de ellas) las que ahora Kürmann quisiera cambiar, desdiciéndose de ellas a fin de encauzar su “nueva” existencia en un sentido diferente.

El asunto no era nuevo en la época en que fue tratado por Max Frisch, que escribió la obra en 1967, y de hecho se trata de un argumento que tiene sus raíces en la muy fecunda tradición fáustica: el ser humano, por naturaleza insatisfecho, sueña con reemprender el camino de la vida valiéndose para ello de artes mágicas, a menudo maléficas. En el caso de Biografía: Un juego la potestad que debe obrar la gran transformación no es un mago, ni un demonio, sino pura y simplemente el Teatro. Así lo explicó el propio autor: “La obra se representa en el escenario. El espectador no debe engañarse por ver una localización que es idéntica consigo misma: el escenario. Se representa lo que es posible representar: lo que una vida podría haber sido de haber cambiado. De modo que esto no es una biografía del señor Kürmann, que es banal, sino de sus reacciones ante el hecho de que la biografía se va haciendo con el devenir del tiempo. Este es el tema de la obra: los acontecimientos no se desarrollan en el presente, sino que son un reflejo, como en el juego del ajedrez cuando reconstruimos las jugadas principales de una partida perdida, con la curiosidad de saber cuándo y dónde hubiera podido jugarse de otra forma. La obra no pretende demostrar nada”. Y añadió: “El Teatro permite lo que la realidad no permite: repetir, ensayar, modificar”.

Pese al pretendido tono de comedia, el pesimismo de Max Frisch se impone sobre el personaje y sobre la vida que éste ha convertido en historia, su historia, la cual no reconoce como única posible; y será este pesimismo el que obligue ahora a Kürmann a elegir, en cada encrucijada de su existencia, la misma opción que eligió la primera vez, a reducir su nueva vida a una repetición de la anterior. Pero esto poco importa, ya que lo crucial en la obra de Frisch no es que Kürmann cambie o no su biografía, sino el hecho de que ésta se represente ante él, se escenifique, ofreciéndole la posibilidad de un cambio que él rechaza. Con lo que finalmente tampoco el Teatro servirá para cambiar nada.

Ignoro si Max Frisch conocía el film que Edgar Neville dirigió en 1945 y que tituló muy juiciosamente La vida en un hilo. Imagino que no, entre otras cosas porque durante muchísimos años esta cinta no la ha conocido casi nadie. Aquí se plantea el mismo asunto, pero Neville, hijo vanguardista de la farándula, del sainete, pariente cercano del humorismo de La Codorniz, dio al argumento un giro diferente, desplegándolo como verdadera comedia en la que sí era posible la gran transformación, y permitiendo con ello a la protagonista vivir la vida de la que en primera instancia se privó por un casual y esta vez reparable error. Aquí la entidad que hace posible la reparación es una maga viajera, y la beneficiaria de este “volver a empezar” está encarnada por esa mujer excepcional, difícilmente ubicable en la esclerótica España de postguerra, que fue Conchita Montes.

Esta mujer a la que Neville se unió sentimentalmente tras separarse de su esposa era licenciada en Derecho y había estudiado en Estados Unidos. Cuando el director de La Codorniz, Miguel Mihura, le preguntó si conocía algún pasatiempo original para el semanario que rutinariamente venía insertando el tradicional crucigrama, ella recordó un juego que había resuelto a menudo en su época de estudiante en el Vassar College de Nueva York y que consistía en un doble acróstico, al que llamó Damero Maldito, del que durante algunos años se encargó ella misma y que se convirtió en la primera sección fija de La Codorniz (hoy sigue publicándose en el suplemento de El País). Conchita Montes actuó en gran número de films de éxito de nuestra postguerra, entre ellos Domingo de Carnaval (1945), El último caballo (1950) y El baile (1959), los tres de Neville, y en diversas obras teatrales, la última de las cuales fue La estanquera de Vallecas (1982), de José Luis Alonso de Santos. Su última actuación fue un breve papel en Una mujer bajo la lluvia (1992), de Gerardo Vera.

De La vida en un hilo, además de la presencia de Conchita Montes, sorprende la frescura con que el film traza un retrato nada complaciente de la España contemporánea, retrato cargado de ironía y de sátira social que milagrosamente eludió los escollos de la censura. La mayor parte de la narración transcurre en un tren, y en ella lo real y lo imaginario, lo que es historia y lo que es posible, se mezclan con fluida naturalidad, desembocando en un optimista final en el que lo imaginario, no por obra de la casualidad, sino de la voluntad, se hace real. Un final que no podía estar más lejos del severo pensamiento de Max Frisch, pero que aquí, entre nosotros, y de una manera casi doméstica, resulta tan deseable como creíble. Y con los años, tras haber vuelto a ver el film, se me antoja más digna de crédito esta historia que empieza con la elegante y mundana Conchita Montes en una estación ferroviaria, a punto de subir al tren que la conducirá hasta el corazón de ese damero maldito que es la vida.

miércoles, 3 de agosto de 2011

MÚSICA NOCTURNA / 8


EL CURA ROJO Y LA MUJER DE NEGRO

Como se sabe, grandes artistas de aquellos que crecen con el tiempo los ha habido en todos los ámbitos de la actividad humana; y de algunos de ellos no conocemos ni el nombre, ya que vivieron en épocas lejanas y menos egocéntricas en las que no se daba la menor importancia a la autoría de la obra de arte, la cual parecía surgir espontáneamente de un tiempo y un lugar, encarnándose en signo, en pedazo de humanidad que podía presentarse como escultura, como melodía trovadoresca, como bajorrelieve o como miniatura en un libro de oración. Hoy, cuando los consabidos derechos de autor, y los sospechosos vigilantes de los mismos, están omnipresentes en todas las esferas de la creación, resulta difícil entender que la mayor parte del tiempo, desde que el hombre es hombre y crea obras de arte, los autores de las mismas han pasado sus vidas en el más absoluto anonimato, recluidos en la baja condición de artesanos, incapaces de imaginar los beneficios comerciales que sus obras rendirían, siglos o milenios después, a una industria turística, a una compañía de discos o a un grupo editorial. Quizá el ámbito en el que existe una mayor abundancia de artistas con nombre, pero cuya obra sólo hemos empezado a conocer recientemente, y que por ello no dejan de crecer, sea el de la música barroca.

Hace sólo un par de décadas creíamos saber quién era Vivaldi, o Handel. El primero de ellos había compuesto Las cuatro estaciones, además de otros trescientos conciertos de los que más valía olvidarse, ya que eran (eso nos dijeron) todos iguales; del segundo conocíamos El Mesías, lo que era más que suficiente. Ambas composiciones eran obligatorias en el programa de cualquier mediana orquesta de provincias, así como en la estantería de un salón como Dios manda, para lo cual la entonces boyante industria discográfica concibió el ingenioso invento de la colección de fascículos, en la que tampoco podía faltar alguna pieza de ese otro barroco que era necesario para completar la trilogía: Bach.

En esos años, los 80, se divulgaron entre el adormecido gran público dos novedades que no dejaron de provocar sarpullidos a los aguafiestas habituales: el disco compacto y las orquestas de instrumentos históricos. Al primero se le atribuían todos los males, pero nadie pudo negar que su existencia representaba una democratización de la industria del disco, ya que la tecnología digital era más accesible que la analógica, se podía extender al campo del vídeo sin pérdida de calidad y permitía unas posibilidades de distribución que unos años más tarde, con la llegada de internet, se multiplicarían hasta un grado que todavía hoy está lejos de haber sido explorado plenamente. En cuanto a las orquestas y los solistas que empezaron a guiar sus interpretaciones con criterios de época, y a utilizar instrumentos originales o reproducciones de los mismos, cabe decir que tampoco este fenómeno se libró de críticas que, repetidas hoy, causarían sonrojo. En primer lugar tales interpretaciones devolvieron la música a su estado natural, alejado de las grandilocuencias y los desquiciados efectismos que el siglo romántico hizo caer sobre ella. Pero es que además la aparición de artistas especializados en el período barroco permitió una descomunal ampliación del repertorio, lo que dio lugar a que descubriésemos a infinidad de compositores que estaban olvidados, y a que profundizáramos en el conocimiento de otros. En lo concerniente a esto último, el caso de Vivaldi es ejemplar.

Ahora comprendemos que no sabíamos nada del cura pelirrojo, y lo que es peor: que nunca habíamos escuchado su música. De manera que casi podría decirse que el viejo Vivaldi es ahora otra vez joven y que lleva unos cuantos años componiendo para nosotros, y no sólo los traídos y llevados conciertos para violín, sino también una cantidad inverosímil de obras para la voz humana, obras tanto religiosas como profanas.

Este año se cumplen los trescientos de la composición de su L’estro armonico, colección de conciertos entre los que figuran algunos que fueron una revolución en su momento y que anticipan hallazgos que desarrollaría unos quince años más tarde en otra colección, Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, que incluye las célebres Cuatro estaciones. Estas obras, como sus oratorios y óperas, fueron escritas a menudo para interpretarse en una ocasión señalada, como ocurre con las cantatas de Bach, lo que significa que muchas de ellas no se habían escuchado desde hace trescientos años. Una de estas composiciones es el oratorio Juditha Triumphans, que Vivaldi escribió en 1716 para que fuera interpretado por las muchachas del Ospedale della Pietà. Por cierto que este oratorio es el primero de los cuatro que compuso, y el único que se conserva. La obra le fue encargada a Vivaldi en celebración de la victoria de la República de Venecia sobre los otomanos en Corfú, y el libreto de Iacopo Cassetti cuenta la historia, extraída del Libro de Judith, del rey asirio Nabucodonosor, el cual envía a su ejército a Israel para exigir el pago de tributos. El ejército asirio, comandado por Holofernes, pone sitio a la ciudad de Betulia, pero la joven judía Juditha se presenta en su campamento para implorar clemencia. Holofernes queda prendado de los encantos de la joven, la cual, aprovechando que él se echa la siesta, le corta el cuello para regresar a Betulia convertida en heroína (el asunto ya había sido reproducido crudamente unos años antes por Caravaggio).

Interpretaciones recientes han devuelto a este drama toda la vibrante vivacidad que debió tener en el momento de su estreno y que en tiempos posteriores se le había negado. Quién sabe, todavía es posible que aparezca alguno de los oratorios perdidos de Vivaldi, al que imagino en algún ruinoso caserón de Venecia, en medio del desbarajuste de este mundo, escribiendo música que los artistas de hoy (los que también crecen porque lo son de verdad, como Nathalie Stutzmann) nos regalarán cualquier día de estos, a la vuelta del camino.

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La contralto Nathalie Stutzmann y la orquesta de cámara creada por ella, Orfeo 55, interpretan Ombra mai fu, de Xerxes (Handel)




Un fragmento del Stabat Mater (Vivaldi)

viernes, 1 de julio de 2011

DISPARATES / 24


GRECIA, RUINA Y NEGOCIO (II)

Entrevista de la BBC al economista Vicenç Navarro

Quién tiene la culpa de lo que pasa en la economía griega. Por qué se ha llegado a esta situación.


La responsabilidad de lo ocurrido recae en dos grupos principalmente. Uno en las clases pudientes de Grecia, que han tenido excesiva influencia en el estado griego, y en consecuencia no han pagado los impuestos necesarios para que el estado griego pudiera atender a las necesidades económicas y sociales de Grecia. El fraude fiscal es enorme y ello ha forzado al estado griego a endeudarse profundamente, lo cual ha beneficiado a la banca, tanto griega como alemana y francesa.
Por qué la salida por la que optan las instituciones internacionales es la austeridad, las privatizaciones y los recortes sociales. Qué busca el gobierno y cuáles considera que serán las consecuencias.
La austeridad tiene como objetivo el conseguir los fondos públicos con los cuales pagar a la banca los intereses de la deuda pública. Es una enorme transferencia de fondos públicos de las clases populares a las clases adineradas de Grecia, y de Alemania y Francia, que son las propietarias de la deuda pública. Por otra parte, las políticas de privatizaciones fuerzan al estado griego a vender patrimonio nacional a precios ridículamente bajos. Estamos viendo una enorme compra de euros a nivel internacional con el objetivo de comprar propiedades en Grecia. Es un expolio del estado griego por la banca internacional. En realidad una de las causas de que el euro continúe siendo muy fuerte se debe a la gran demanda de euros que se necesitan para comprar las propiedades y servicios privatizados. Es escandaloso lo que está ocurriendo, como también es escandaloso que el nuevo director del Banco Central Europeo sea el director europeo de Goldman & Sachs cuando este banco estaba falseando las cuentas del estado en complicidad con los instrumentos políticos de los ricos griegos (las derechas) que gobernaban aquel país.
Qué otras opciones se podrían plantear al paquete de medias aprobado por el parlamento.
Una reforma fiscal profunda que es de improbable realización debido al enorme poder de las clases pudientes de Grecia. Por otra parte, el Banco Central Europeo tendría que comenzar a funcionar como un banco central en lugar de ser un lobby para la banca como lo es ahora. El Banco Central Europeo debería comprar deuda pública griega masivamente y convertirla en eurobonos. Y una tercera medida es establecer un programa de estímulo económico con fondos del estado griego, ayudados por la Unión Europea, exigiendo que la banca privada absorbiera parte de las pérdidas resultado de la restructuración de la deuda.
Da la impresión que más que a los griegos, la UE y el FMI buscan salvar a los grandes acreedores del estado griego que se dice son bancos, sobre todo de Francia y Alemania. ¿Son tan importantes los bancos como para tener que pagar cualquier precio para evitar que quiebren?
Es importante para la salud de las economías europeas que el capital financiero sea menos poderoso de lo que es. Hoy su poder es una de las causas de la crisis financiera y de la crisis económica. Es una vergüenza que las instituciones políticas no se atrevan a enfrentarse con las instituciones financieras. Los estados deberían establecer bancas públicas y debieran gravar la banca privada en términos mucho más acentuados que lo que está ocurriendo, con el objetivo precisamente de que se disminuya el excesivo porcentaje de beneficios procedentes de la banca. Se tendría también que gravar las entidades especulativas y eliminar los comportamientos de alto riesgo, y naturalmente prohibir los paraísos fiscales.
Lo de la suspensión de pagos en un estado parece recibir el tratamiento casi de anatema. Qué tiene de malo que un país como Grecia entre en default.
Si usted, lector, debe 10.000 euros al banco y no puede pagarlos, usted tiene un problema. Pero si usted debe 30.000 millones de euros al banco y no puede pagarlo, el banco tiene un problema. Y esto es lo que está ocurriendo ahora. Grecia tiene mucho más poder de lo que se cree. Los primeros en no desear la suspensión de pagos es la banca, que quiere decir, los ricos que depositan su dinero en la banca. La gran mayoría de población griega no tiene depósitos bancarios. Grecia debería utilizar la amenaza de suspensión de pagos a fin de obtener más concesiones de la banca.
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POR QUÉ GRECIA (Y ESPAÑA) NO SE RECUPERARÁN
Vicenç Navarro - ATTAC
El mayor problema que tiene la economía griega no es primordialmente de carácter económico o financiero. Es un problema político. Tiene que ver con el enorme poder que la banca ha tenido, y continúa teniendo, en la estructuración de la Unión Europea y de la Eurozona, así como en la génesis de la deuda pública de los países llamados despectivamente PIGS, cerdos en inglés, (Portugal, Irlanda, Grecia y España). Ahora bien, este poder de la banca ha contado con un gran aliado y cómplice: las clases más adineradas de los países de la Eurozona, incluyendo las de los países PIGS.

Veamos los datos, comenzando por las reglas que los bancos escribieron sobre las cuales se establecería la Eurozona. Estas reglas son las responsables de que Grecia nunca podrá (ni tampoco España) salir de la recesión a través de las políticas que se están siguiendo. Una fue que los Estados, al incorporarse al euro, perdieron el control sobre su propia moneda. Es decir, que en momentos de recesión (cuando la economía está estancada), el estado griego no puede devaluar la moneda y con ello poder abaratar sus productos y venderlos más fácilmente al exterior, recuperándose a base de ello. Suecia y Noruega, por cierto, se han recuperado de la recesión mucho mejor y más rápido que Finlandia, como consecuencia de que los dos primeros pudieron devaluar su moneda, lo cual no pudo hacer Finlandia al pertenecer al euro.

Otra regla es que, al integrarse al euro, los Estados dejaron de tener la potestad de imprimir dinero y establecer el precio del mismo. Cuando un país está en recesión, su Banco Central imprime dinero y/o abarata el precio del dinero, disminuyendo así los intereses bancarios, facilitando que tanto los ciudadanos como los empresarios puedan conseguir préstamos con los cuales consumir bienes y servicios e invertir, y así producir empleo y estimular la economía. Negarle al estado que tenga control sobre el crédito es imposibilitarle el poder estimular la economía. Una función de un Banco Central es, precisamente, la de garantizar el crédito, lo cual funcionó bien en la mayoría de países europeos hasta que llegó la moda neoliberal con el Presidente Reagan de EEUU y la Sra. Thatcher de Gran Bretaña, que hicieron creer a muchos gobiernos europeos que desregular el crédito era bueno para un país. El último caso que vimos fue Islandia, que conllevó un enorme problema, como también lo creó en los otros países que desregularon el crédito (que fueron la mayoría).

Y, por si fuera poco, la tercera regla era que un país no podía seguir políticas expansivas de gasto público. Es decir, un estado no podría gastar mucho para estimular la economía, pues el estado, según el criterio de Maastricht, no podía tener un déficit estatal mayor del 3% del PIB y una deuda publica mayor del 60% del PIB. Claro que el criterio no decía cómo debía bajarse el déficit para alcanzar el número mágico del 3%. Pero insistieron en que los estados bajaran los impuestos como manera de estimular la economía, considerando erróneamente que los ricos, que eran los máximos beneficiarios de los recortes de impuestos, consumirían más que ahorrarían (de hecho, invirtieron en sectores especulativos). Esta insistencia en que el estado bajara los impuestos no dejaba al estado otra alternativa que la de recortar el gasto público. Esto eliminó la posibilidad de que el estado pueda estimular la economía mediante, por ejemplo, inversiones en áreas de creación de empleo.

Estas tres reglas hacen muy difícil, casi imposible, para Grecia (y para España), salir de la crisis. En realidad, estas reglas fueron muy importantes para que la crisis se presentara en Grecia con la gravedad con laque se ha presentado.

¿Qué pasa en Grecia? La alianza de la banca con los ricos

Una característica de Grecia, que comparte con España, es que ha estado gobernada por la ultraderecha por muchos años. La dictadura de los coroneles fue (como lo fue también la dictadura de los generales en España) una dictadura de los ricos en contra de las clases populares. Ello ha determinado que los ricos no tienen la costumbre de pagar impuestos. El fraude fiscal ha sido enorme, consecuencia de la laxitud del estado, que ha continuado controlado por los ricos durante la democracia que siguió a la dictadura. En 2010 sólo 15.000 griegos, de un total de once millones de ciudadanos, declararon al estado ingresos superiores a 100.000 euros al año, lo cual contrasta con la existente concentración de la riqueza y de las rentas, visible en los suburbios de las ciudades griegas. Se considera que casi la tercera parte de la renta nacional (la poseída por los ricos en su mayoría) no se declara.

Ello ha forzado al estado griego a endeudarse hasta la médula para pagar los gastos del estado (en infraestructura y en servicios públicos, así como en gastos militares que significan una carga muy importante en el presupuesto nacional). Esta deuda recoge también la deuda incurrida por los gobiernos militares, no elegidos democráticamente, y cuyo gasto militar lo tiene que pagar ahora el estado democrático. Éstas son las causas de que el estado griego tenga un problema de déficit del estado (12% del PIB) y de deuda pública, todavía mayor (150% del PIB). Pero esta realidad quedó, en parte, ocultada por el estado con la ayuda del banco Goldman Sachs. El diario alemán Der Spiegel descubrió las ocultaciones de las cuentas nacionales que el estado griego (gobernado por las derechas) había realizado con la complicidad de aquel banco estadounidense (que recibió un pago por ello de 800 millones de euros). Es imposible que la Comisión Europea (cuya mayoría son de partidos de derechas), no lo supiera. Por cierto, el que era Vicepresidente para Europa del banco Goldman Sachs, que realizó operaciones financieras con el gobierno conservador griego para ocultar la situación real del déficit público del estado griego, el Sr. Mario Draghi será el nuevo Presidente del Banco Central Europeo, poniendo a la cabeza de este Banco (que es un lobby de la banca, en lugar de ser un Banco Central) a la persona que ayudó más al desfalco de las cuentas públicas del estado griego.

Cuando el gobierno socialista salió elegido descubrió estos problemas, indicando que el déficit y la deuda eran mucho mayores de lo que el gobierno conservador había indicado. El estado está enormemente endeudado. Los bancos alemanes y franceses, pero también los bancos griegos (donde los ricos griegos depositan su dinero) han comprado la deuda pública a unos intereses abusivos. Por cierto, la mal llamada ayuda a Grecia es para asegurarse que el estado griego pagará a tales bancos. Y la enorme austeridad impuesta a la población griega por parte del estado (77.000 millones de euros, de los cuales 28.000 millones serán en recortes de gasto público y 50.000 millones en privatizaciones del patrimonio nacional) es para poder pagar a los bancos.

El euro y la crisis

Este endeudamiento del estado griego es beneficioso para los bancos y también para los ricos que no pagan impuestos, forzando al estado a endeudarse aún más. Pero es también beneficioso para los ricos y para los bancos extranjeros, pues el estado se siente en la necesidad de privatizar sus propiedades (a unos precios irrisorios) con lo cual vemos una enorme demanda de euros por parte de bancos de inversión para comprar tales propiedades. En realidad, en contra de lo que constantemente se dice y se alarma, el euro está en muy buena salud (demasiado buena para los empresarios españoles que tienen problemas para exportar), y ello se debe a la enorme demanda de euros con los cuales se compra la privatización de los bienes públicos de Grecia (y de España). Véase el caso de las cajas de ahorros españolas, que se están vendiendo a unos precios muy bajos. Y todo ello con la ayuda del Estado. De ahí que las privatizaciones sean una estrategia impuesta por la banca a los países del euro como manera de conseguir la venta del patrimonio y servicios muy rentables de los países periféricos.

Vemos así como el enorme dominio de la banca explica que los estados periféricos estén estancados en su deuda sin poder salir de ella, lo cual no ocurre por incompetencia, sino por diseño, pues así consigue introducirse y conseguir mayor rentabilidad al comprar a precios muy bajos lo que antes era público. Cualquier lector de este artículo debiera indignarse. Por cierto, este artículo fue enviado a algunos de los medios de mayor difusión del país, ninguno de los cuales consideró oportuno publicarlo. Agradecería al lector que lo distribuyera lo más ampliamente posible.

jueves, 30 de junio de 2011

DISPARATES / 23


GRECIA, RUINA Y NEGOCIO (I)

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El origen del problema vendría a ser el mismo que ya en su tiempo hizo posible la teoría del espacio vital alemán y del nazismo: la necesidad que tiene el país con el mayor sector exportador de Europa de un mercado en el que colocar sus productos. La Unión Europea se concibió en estos términos, y por eso constituye un mercado apto para la circulación de mercancías y capitales, pero carece por completo de un sistema redistributivo que armonice las desigualdades entre las naciones. La contención de los salarios en Alemania durante la pasada década, y la existencia de un enorme mercado europeo ansioso por adquirir dichos productos de un alto valor añadido, y pagados en una moneda única, constituía una situación idílica en el país de Angela Merkel, situación que sólo ha podido mantenerse gracias a un creciente endeudamiento de los países periféricos. Estos, definitivamente, han perdido el paso, y ninguna de las alternativas posibles es vista con buenos ojos en Alemania. Un incremento de los salarios allí supondría una mejora de la competitividad aquí, pero también, en Alemania, una disminución de la productividad y de los beneficios y un aumento del desempleo. La burocracia gobernante parece empeñada en mantener el modelo contra viento y marea y ya contra toda lógica, apelando a los prometedores beneficios de la banca.
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Transferir fondos públicos a bolsillos privados –o más sencillamente: el robo− no es una estrategia nueva en el mundo de las finanzas y de la banca internacional. Lo que sí es nuevo es que esta estrategia se desarrolle tan masivamente como ahora, imponiendo la ruina a los estados y los pueblos y condenando a estos a un empobrecimiento y una situación de bancarrota permanente que durará por lo menos algunas décadas, todo ello con el aplauso de la prensa y de los partidos dominantes, incluidos los llamados socialdemócratas. Bien claro lo ha dicho Theodoros Pangalos, vicepresidente griego y “socialista a la antigua usanza”, según fue presentado en su momento por el diario Público: “Hay que elegir entre el paquete de medidas [en alusión a los recortes aprobados ayer] o los tanques”, y, concretando aún más: El ejército tiene que salir a las calles a proteger los bancos. Por cierto que este socialista es nieto del general que participó en el golpe de estado en Grecia de 1925, a resultas del cual fue designado primer ministro de la dictadura entre ese año y el siguiente. De casta le viene al galgo.
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Según el economista Costas Lapavitsas, al que cita el autor del siguiente artículo, “hasta un alumno de primero podría llegar a entender que lo último que necesita alguien en bancarrota son más préstamos punitivos y un recorte de los ingresos”. ¿Qué sentido tiene entonces este nuevo rescate? La respuesta, según Lapavitsas, es que “se trata de rescatar a los tenedores de bonos y comprar tiempo para los bancos. Jean-Claude Trichet, el presidente del BCE –un burócrata no elegido– le ha impuesto su voluntad a Angela Merkel, la política más poderosa de Europa. En 2015, Grecia se encontrará en bancarrota, pero su deuda estará abrumadoramente en manos de entidades crediticias públicas: la UE, el BCE y el FMI. Cuando se produzca el impago, los bancos ya estarán fuera de ello y la carga recaerá en los contribuyentes europeos”. Ante la evidencia de que Grecia no podrá pagar la deuda que está contrayendo, tendrán que ser el resto de los europeos los que acudan a rescatar al rescatador (el Banco Central Europeo). La otra alternativa no deberían ser los tanques, como afirma Pangalos, sino el desmantelamiento de una unión económica y monetaria que a estas alturas ha dado pruebas más que suficientes de su fracaso. Según el economista americano Randall Wray, la razón principal de ese fracaso es la incapacidad para armar una respuesta en términos de política fiscal efectiva. A lo que el mismo autor añade que, a falta de una autoridad fiscal, hoy más improbable que nunca, ¿qué queda? Salir de la unión.

Alberto Garzón Espinosa - ATTAC

La revista digital Sinpermiso acaba de publicar en castellano algunos artículos sobre el futuro de Grecia y los países periféricos en general que son altamente recomendables. Me da la sensación de que por la elección de los mismos puede derivarse que la línea editorial de la revista apuesta por una salida del euro, algo sobre lo que no hay acuerdo en la izquierda política.

El artículo de Costas Lapavitsas, que por cierto es griego, apuesta por la salida del euro a pesar de los costes sociales que puede suponer a corto plazo. La alternativa, dice, es el paroxismo de la crisis. Según Lapavitsas los miembros de la troika UE/BCE/FMI saben perfectamente que Grecia va a acabar reestructurando la deuda, y que si están ofreciendo esos programas de “rescate” es únicamente para conseguir que los poseedores de títulos de deuda pública (y que son bancos fundamentalmente) puedan deshacerse de unos títulos que dentro de muy poco no valdrán nada. Eso significa que los planes de rescate lo único que consiguen es trasladar el riesgo desde las unidades privadas hacia las unidades públicas. Es decir, lo que ya veníamos diciendo una y otra vez.

Lapavitsas insiste en la necesidad de salir del euro, algo que ya proponía el informe del Research on Money and Finance del año pasado y del cual fue él mismo su coordinador. Por cierto que Lapavitsas habla de las horas trabajadas por los griegos, algo que ya vimos el año pasado al demostrar que son los segundos en la OCDE en horas trabajadas, y de la indignación masiva que puede derivar en una oposición frontal a los planes de la troika.

Por otra parte un poskeynesiano como Randall Wray también propone la salida del euro como única solución posible a la crisis de los países periféricos. Pero lo hace tras asegurar que la solución alternativa y de izquierdas no tendrá aceptación en los organismos actuales de la UE y que por lo tanto estamos ante un callejón sin salida. Esa alternativa progresista pasa por incidir en los desequilibrios comerciales y, en concreto, subir los salarios de los trabajadores de Alemania*. Es, por cierto, la solución que poskyenesianos radicales como E. Stockhammer y O. Onaran y marxistas como M. Husson recomiendan en algunos de sus artículos sobre la crisis griega.

En el fondo no parece que haya mucha disensión en torno a qué opciones tiene la UE para superar sus problemas actuales, ni mucho menos a la hora de predecir lo que está por venir. La diferencia estriba en que algunos (Stockhammer, Onaran, Hussson) confían en recuperar una Unión Europea social que otros (Wray, Lapavitsas) ya dan por perdida.

Sobre lo que está por venir no parece haber duda. Un proceso importantísimo de regresión social, con pérdida de derechos laborales (reformas en mercado de trabajo), sociales (reformas en sistema de sanidad y educación, entre otros) y económicos (reformas en sistemas de pensiones, por ejemplo). Todo ello reducirá la capacidad de demanda de los países, llevando a menores ingresos por parte de los Estados. Eso mantendrá la deuda en los mismos niveles o incluso en niveles crecientes, tras lo cual necesariamente vendrá el impago y la agudización -aún más- de la crisis. Pero un impago que seguramente sea gestionado por los acreedores y no por los deudores, que es como tendría que ser.

No parece haber duda de que pronto tendremos una nueva crisis financiera, bien porque la quiebra de un país supone un efecto dominó de impagos (y muy especialmente en el mercado de CDS**) bien porque los bancos están jugando con fuego como precisamente acaba de recordar el Banco Internacional de Pagos.

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* Algo con lo que no estoy del todo de acuerdo, puesto que eso puede resolver los desequilibrios comerciales de Alemania pero no necesariamente de España o Grecia. Los competidores de Grecia o España en materia comercial no son los países exportadores de alto valor añadido sino, desgraciadamente, países como China. Puede verse algunos datos en el working paper de Felipe, J. y Kumar, U. (2011): "Unit labor cost in the Eurozone: The Competitiveness debate again"

** CDS: Credit-Default Swaps. Estos contratos dan cobertura a los riesgos crediticios, permitiendo que bancos y fondos especulativos apuesten por la quiebra de un país entero y resulten beneficiados. Esta clase de coberturas y seguros casi derribaron a la gigante aseguradora American International Group (AIG).
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Aquí puedes leer el artículo de Costas Lapavitsas en la revista Sinpermiso
Y aquí el de Randall Wray