sábado, 13 de junio de 2009

DISPARATES / 1

UN PSIQUIATRA NACIONAL

No hace mucho hablaba aquí mismo de Antonin Artaud y mencionaba de pasada las difíciles relaciones que, por su parte involuntariamente, mantuvo con los psiquiatras de su época. Como es sabido, la simple alusión a Artaud solía suscitar (y suscita todavía) el malestar o por lo menos la desconfianza de casi la totalidad del gremio psiquiátrico, motivo por el cual, en desagravio a tan ilustre rama del saber, se me ocurrió enseguida escribir alguna cosa en defensa de la psiquiatría. La elección del tema no era muy difícil, ya que nuestro solar hispano dispone por fortuna de una eminente figura psiquiátrica que además fue estricto coetáneo de los doctores que tanto y tan enérgicamente (con una energía que sin exagerar podríamos calificar de “eléctrica”) trataron a Artaud. Por si fuera poco, sobre esta figura ejemplar de nuestra ciencia ha caído últimamente un olvido que está muy lejos de merecer y que también de manera enérgica, aunque humilde, intento paliar con estas palabras.

Antonio Vallejo-Nájera, pues no es otro nuestro personaje, nació en un pueblo de Palencia en 1889, realizó sus estudios en la Universidad de Valladolid e ingresó en el cuerpo sanitario del Ejército, en el que realizó diversas tareas que le valieron condecoraciones nacionales e internacionales. Siendo agregado de la Embajada española en Berlín, se familiarizó con las modernas teorías de Emil Kraepelin, Hans Walter Grühle y Gustav Schwalbe, en particular en el campo de la eugenesia. Tras concluir sus estudios en Alemania, dirigió desde 1930 la Clínica Psiquiátrica de Ciempozuelos. Al año siguiente fue designado profesor en la Academia de Sanidad Militar, y desde 1947 ejerció la docencia en la Universidad de Madrid. Como ensayista, fue autor de una abundante obra. Parece que durante sus años en Berlín se interesó especialmente por las teorías raciales del momento y por las técnicas de que podía servirse la psiquiatría (es decir: la esterilización) para ser útil al mejoramiento de la raza. Es bien sabido que en Alemania estas teorías se orientaron principalmente hacia las razas inferiores de los gitanos y, sobre todo, los judíos. A partir de 1936 los textos de Vallejo-Nájera tomaron una orientación decididamente racial, pero a falta de judíos nacionales a los que aplicar sus teorías, él optó por aplicarlas a razas inferiores inventadas por él mismo. En La locura en la guerra. Psicopatología de la guerra española (1939) escribió: "La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible". Y añadió: “La perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que ocurre con los regímenes aristocráticos, donde sólo triunfan socialmente los mejores.” Con el mismo rigor científico, demostró que “las hembras no están facultadas para la lectura de libros (excepto los piadosos)”, consecuencia lógica del hecho de que “a la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la Isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar por la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella.” Una vez aclarada la inferioridad racial de los marxistas y las mujeres, había que proceder a la purificación de la raza en el caso específico español, ambiciosa obra que solamente podría acometerse una vez reinstaurada la Santa Inquisición, porque “la parte del problema racial de España era que había demasiados Sanchos Panzas (físico redondeado, ventrudo, sensual y arribista), y pocos Don Quijotes (casto, austero, sobrio e idealista)”. Evidentemente era precisa “la militarización de la escuela, de la Universidad, del taller, del café, del teatro, de todos los ámbitos sociales".

A la luz de lo dicho hasta aquí, podría pensarse que Antonio Vallejo-Nájera, como otros sabios e iluminados de todos los tiempos, fue un hombre que toda su vida debió luchar desesperadamente contra los fantasmas de la incomprensión y de la marginalidad. Nada más lejos de lo cierto. Él fue el primer catedrático numerario de psiquiatría de la Universidad española, y resultó elegido miembro de la Real Academia Nacional de Medicina en 1951. En su calidad de jefe de los Servicios Psiquiátricos del Ejército, realizó un estudio, que fue supervisado por la Gestapo, que tenía por objeto manifestar al mundo, más allá de toda duda, la imperfección genética de los rojos y las mujeres. A tal fin reunió dos grupos de seres inferiores: uno de prisioneros de las Brigadas Internacionales y otro de cincuenta mujeres de Málaga (¿y por qué de Málaga?, preguntará algún lector poco informado. Pues muy sencillo: porque Málaga, según explicó Vallejo-Nájera, tiene puerto, y en consecuencia sus habitantes están más expuestos que nadie a influencias malignas procedentes del exterior). El resultado del experimento fue que todos los individuos examinados eran casos de anormalidad psíquica. Tampoco tuvo Vallejo-Nájera dificultades para llevar a la práctica las ideas que expresó en su obra Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la Raza (1937). Así, con el auxilio de la Acción Social de Falange y de la Iglesia Católica, consiguió salvar a decenas de miles de niños de las garras de sus padres rojos, poniéndolos a buen recaudo en familias adictas al régimen. El número de estos niños se desconoce, ya que tales prácticas nunca han sido investigadas por institución pública o privada alguna (se sabe, en cambio, que en 1943 los hijos de presos bajo tutela del Estado eran 12.043). Por parecidas razones se ignora el número de mujeres que fueron esterilizadas durante estos experimentos.

Vallejo-Nájera fue uno de los principales ideólogos del régimen franquista. A él se debe la institucionalización de conceptos como la limpieza de raza y el exterminio de indeseables, ideas tomadas del proyecto racial de los Reyes Católicos. Su ámbito de trabajo fueron los programas de reeducación política y los campos de concentración, y de hecho el único de sus proyectos que nunca prosperó, sin duda a causa de alguna negligencia burocrática, fue la reinstauración del Cuerpo General de Inquisidores. Resulta sorprendente que tal luminaria de nuestra psiquiatría no disfrute hoy de los honores que merece, y si bien no estoy seguro de que esta modesta contribución sirva para poner a Antonio Vallejo-Nájera en el destacado lugar que le corresponde, sí tengo la convicción de que a él también le habría gustado mucho unirse a la nómina de psiquiatras que trataron a Antonin Artaud. ¿Por qué no? Y, por otra parte, con psiquiatras así, ¿quién necesita locos?

Los interesados en el tema pueden consultar: Enrique González Duro, Los Psiquiatras de Franco. Los rojos no estaban locos (Península, 2008), Eduard Pons Prades, Los niños republicanos (RBA, 2005) y el blog de José Guillermo Fouce.

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