lunes, 19 de marzo de 2012

DISPARATES / 35


CHOMSKY O EL ENEMIGO INTERIOR

Uno de los acontecimientos más notables e influyentes de las últimas décadas ocurrió en los años 50 del siglo pasado, y a pesar de sus enormes consecuencias no figura en ningún libro de Historia. En esos años el gobierno de Estados Unidos desmanteló gran parte de la red ferroviaria, que por ejemplo en el estado de California estaba totalmente electrificada y constituía un medio de transporte no contaminante, eficaz y barato. En dicho estado la red ferroviaria fue adquirida, y acto seguido suprimida, por tres compañías: General Motors, Firestone y Standard Oil. Poco después, en nombre de la seguridad y de la defensa nacional, que requerían una red de comunicaciones que pudiera usarse para el transporte de tropas, el gobierno construyó una gran red de autopistas y de aeropuertos, que todavía existen. El resultado fue un sistema de transportes que no está basado en las necesidades de la población ni en la lógica del servicio público. Pero tal plan de ingeniería social, uno de los mayores de la historia, tuvo otras consecuencias: en primer lugar el deterioro de los centros históricos de las ciudades y el desplazamiento de sus habitantes a la periferia. A resultas de ello hoy la gente, obligada a moverse en vehículo propio, vive en las afueras, donde se construyen grandes superficies comerciales. Lo que a su vez ha tenido un enorme impacto en la sociedad, en los hábitos de consumo y en las relaciones personales. La descentralización de las ciudades ha traído consigo el aislamiento y la ruptura de las comunidades. Por último, la emisión de gases contaminantes se ha multiplicado hasta el punto de llegar a afectar a las condiciones climáticas del planeta. Y todo ello como resultado de una silenciosa operación realizada en beneficio de los fabricantes de automóviles, de neumáticos y de las petroleras.
.
Lo anterior, que constituye un modelo de actuación que hace tiempo se exportó al resto del mundo, es uno de los episodios de enriquecimiento de lo privado, a costa de lo público, que ha ilustrado minuciosamente Noam Chomsky en algunas de sus obras. En una de ellas se lee: “El sector público asume colectivamente los gastos y los riesgos, [en beneficio de] un sector privado que está en manos de instituciones totalitarias”. La avidez de éstas últimas ha provocado el debilitamiento de los estados, a los que únicamente se atribuye la función de acudir en su ayuda en caso de quiebra. A su vez, la progresiva debilidad de los estados provoca “una decadencia de las funciones que antes estaban al servicio de los ciudadanos, a un estancamiento o a un descenso de los salarios, a una prolongación del horario laboral, a una degradación de las condiciones laborales, y, por fin, a un quebranto de la democracia…” En este proceso ha desempeñado un papel protagonista la liberalización de los mercados financieros, que en las Bolsas han sustituido casi completamente a los valores del sector productivo. Hoy la salud de la economía se mide por el alza o la baja en las Bolsas de los valores especulativos, los cuales, por miles de millones de dólares, cambian de mano a diario, pero esto dice realmente bien poco acerca del estado de una economía, si tenemos en cuenta que la mitad de las acciones está en poder de menos del uno por ciento de los accionistas. Por cierto que esa minoría todopoderosa que dicta sus órdenes al Fondo Monetario Internacional, a los gobiernos y a otras instituciones, en contra de lo que nos vienen diciendo, sí tiene nombres y apellidos: son los miembros del Grupo Bilderberg, la Comisión Trilateral y el Foro Económico de Davos. Este club elitista se ha constituido en el auténtico poder mundial, que hace tiempo reemplazó a los gobiernos y a los estados. Ante este panorama, Chomsky concluye: “No hay nada que garantice el futuro de la sociedad, excepto el control de la ciudadanía”.
.
Chomsky niega que de sus escritos pueda deducirse alguna teoría y menos una ortodoxia, y afirma que aquellos son solamente un dictado del sentido común. Este descendiente de inmigrantes judeo-ucranianos es hoy un referente imprescindible para el activismo político, y su conciencia crítica de nuestra sociedad y nuestra economía han hecho de él una autoridad, la cual, si tiene el privilegio de poder expresarse (aunque lo haga casi siempre en medios más bien marginales), es a causa del prestigio que ha alcanzado como lingüista tras muchos años de ejercicio en su cátedra del Instituto Tecnológico de Massachusetts, del que en la actualidad, a sus 82 años, es profesor emérito.
.
La literatura política de Chomsky, como él mismo afirma, es producto de su renuncia a dejarse embaucar por los corruptos medios de información dominantes, de su búsqueda de fuentes de información fiables y de su independencia de criterio. No por casualidad uno de sus libros más citados es el que escribió en colaboración con Edward S. Herman, Los guardianes de la libertad, que se publicó en inglés en 1988 y que es hoy una de las obras de referencia para la crítica de los medios de comunicación de masas. Aportando gran cantidad de datos extraídos del tratamiento informativo dado a diferentes acontecimientos, sus autores muestran la dependencia de los medios con respecto a las grandes corporaciones, lo que explica que la desinformación institucionalizada por los mismos sea un ingrediente capital en la construcción del consenso que debe instaurarse en la opinión pública, en interés de las élites económicas y los gobiernos a su servicio.
.  
Esto último, la servidumbre de los gobiernos, ha podido comprobarse una y otra vez en Estados Unidos, donde son conocidas las fuentes de financiación de los candidatos al Congreso. Chomsky llama la atención acerca del hecho de que en las últimas elecciones el noventa y cinco por ciento de los candidatos electos habían invertido en la campaña electoral más dinero que sus adversarios, dinero procedente de las multinacionales. De este asunto, como en general de la degradación de la democracia, trata en Estados fallidos, continuación del análisis de la sociedad norteamericana que ya había iniciado en su Hegemonía o supervivencia, obra esencial para comprender el papel que los poderes económicos asignan en el mundo a Estados Unidos. Entre ellos, y ante todo, la militarización del planeta, una vez superado el caduco prejuicio de las fronteras nacionales, como demostró el caso de Irak, y la necesidad de que a tal política exterior acompañe un profundo “déficit democrático” en el interior. Igualmente estos libros desvelan la preferencia que dichos poderes (que a veces han tenido que vencer la tímida oposición de los gobernantes) han mostrado históricamente por las aventuras militares, en perjuicio de la diplomacia.
.
Semejante desvalorización de todos los valores no sería posible si, además de sobre el derecho internacional y la democracia, no se ejerciera una violencia radical sobre el individuo: “Hay que desviar a las masas hacia objetivos inofensivos, utilizando la gigantesca propaganda orquestada por el mundo empresarial, que destina unas sumas y una energía enorme a convertir a las personas en consumidores atomizados y en dóciles instrumentos de producción, eso cuando tienen la suerte de encontrar empleo. Básicamente, se trata de destruir los sentimientos humanos normales, ya que son incompatibles con una ideología al servicio de los privilegiados y del poder que eleva el interés individual a la categoría de valor supremo”.
.
Y sin embargo es precisamente esa alienación del individuo el punto débil de esta forma moderna de servidumbre, lo que justifica el grado superlativo que alcanza la propaganda que continuamente se dirige contra él. Pues como dice Chomsky “hay motivos para pensar que las personas tienden instintivamente a la igualdad y a la libertad”. Al individuo le basta una cierta apertura de espíritu para pasar de ser un consumidor pasivo de desinformación a un activista de la crítica política: “Para que la gente reaccionara, tendría que disponer de información. Por eso soy un firme partidario de la educación popular, entendida como algo muy distinto de los medios de comunicación, la escuela o la cultura intelectual dominante”. Se comprende que sólo una información que merezca tal nombre puede preceder al ejercicio de la responsabilidad individual, en nuestro nombre y en el de otros, ya que de este drama contemporáneo siguen estando ausentes algunos personajes, en especial las generaciones futuras. “Y serán precisamente ellas las que deberán soportar las consecuencias de nuestras decisiones actuales”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario