sábado, 14 de agosto de 2010

DISPARATES / 13


BICENTENARIO

La información desnuda, la de los hechos históricos así como la de los pequeños acontecimientos diarios, próximos o lejanos, constituyó hace tiempo una parte no menor del conocimiento que podía (y que debía) encontrarse en las personas inquietas, aquéllas que no se alimentan sólo de entretenimiento y que están dotadas de esa curiosidad que contribuye a hacernos mejores, ya que acrecienta nuestra libertad de criterio y, en suma, nuestra cultura. Que ese tiempo pasó es algo que salta a la vista cuando se presta un poco de atención a nuestra prensa o cuando se escuchan las conversaciones más frecuentes en las distintas modalidades de botellón (juvenil, para adultos y para la tercera edad) y otros eventos etílicos con los que nuestras corporaciones municipales tienen a bien obsequiarnos para aliviar los rigores del verano. De este modo, el desierto actual de la cultura es también el de la información.
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Así, en efecto, si nuestra única fuente de noticias fuese la prensa nacional no tendríamos ni idea de que América del Sur está celebrando en estos días el Bicentenario de su independencia, mientras aquí, como siempre, nos deleitamos en nuestra gran especialidad: desconocernos a nosotros mismos. Resulta llamativo, incluso para quienes estamos sobradamente familiarizados con el carácter español, comprobar de nuevo esa obsesión tan nuestra por ignorar, ocultar, y, llegado el caso, negar sin más ni más la realidad de la que procedemos. Comparativamente, Inglaterra, que también poseyó un gigantesco imperio, muestra una actitud más saludable hacia su propia Historia. ¿A quién no le suena, incluso entre nosotros, La carga de la Brigada Ligera, el poema patriótico de Tennyson? Media legua, media legua, / Media legua más allá, / En el valle de la Muerte, / Cabalgaron los seiscientos. Como todo imperio, el suyo también cometió atrocidades, lo que nadie niega, y en sus actos hubo sin duda mezquindad, lo mismo que generosidad y heroísmo, de todo lo cual nos han puesto al corriente los mismos ingleses por medio de la literatura y el cine. ¿Por qué no así los españoles?
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En lo que se refiere al proceso de independencia de las colonias americanas, nuestros libros de texto son hoy idénticos a los que se adoptaron en los años cuarenta del siglo pasado, inmediatamente después de la victoria franquista, sin que ninguna oficina ministerial y ningún sindicato de profesores, por no hablar de las asociaciones de padres, hayan no ya puesto el grito en el cielo, sino ni siquiera pedido una revisión. La enseñanza universitaria no va mucho mejor, y, hablando con suavidad, puede afirmarse que nuestra investigación académica no pasa en este campo de irrelevante. Por si fuera poco, la actual moda de la novela histórica no ha afectado a este período, y se diría que nuestros prolíficos autores de mamotretos históricos, todos ellos en busca del bestseller del año, huyen del asunto de la independencia americana como de la peste. Por otro lado, entre los grandes fastos del Bicentenario en América del Sur (celebrados sin representación del reino de España), se han editado numerosos libros que hacían falta y que conforman una bibliografía que ya es considerable.
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No es extraño, pues, que muy pocos entre nosotros puedan decir algo sensato acerca de Simón Bolívar, José de San Martín o Francisco de Miranda (que por cierto está enterrado en una fosa común en Cádiz, donde murió prisionero de Fernando VII). Estos hombres combatieron no sólo a la metrópolis opresora, sino también a la Inquisición y al tráfico de esclavos. Además de libertadores, fueron liberales, razón suficiente para que se les unieran algunos liberales españoles y para que todos ellos, en la España integrista y embrutecida de la época, fueran pintados como enemigos de la patria, ingratos y herejes. Parece ser que esa es la idea que en el siglo XXI tenemos todavía de ellos.
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Y no podemos sorprendernos de que esto sea así, ya que América del Sur sigue siendo hoy para España una tierra conquistada sobre la que se dirige una mirada de desprecio y de superioridad racial. De esa tierra conquistada nos interesan hoy, como entonces, su mano de obra dócil y barata y, sobre todo, sus riquezas naturales, de lo que son buena prueba los millonarios beneficios obtenidos por transnacionales como Telefónica (hace pocas semanas adquirió una empresa de telefonía brasileña) y Repsol, cuya propiedad de la que fue empresa nacional de petróleos de Argentina (YPF) enriquece tanto a sus accionistas como empobrece a los argentinos.
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América del Sur sigue conquistando hoy su independencia, ardua tarea que no ha podido completarse en doscientos años, cuyo futuro está erizado de dificultades y que sin embargo nunca se había vislumbrado tan posible como ahora. Estados que han vivido de espaldas, divididos y hasta enemistados artificiosamente por obra y gracia de las sucesivas potencias coloniales, vuelven ahora a mirarse y a descubrir sus semejanzas, así como las enormes riquezas que todavía atesoran, y que ya no deberían ser explotadas en beneficio ajeno. Riquezas entre las que la menor no es la étnica, como por fin empieza a reconocerse, lo que permitirá en el futuro una verdadera integración de minorías hasta hace poco excluidas: afrodescendientes e indígenas. Esta América del Sur se perfila como una potencia económica y diplomática con presencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que forzosamente hará reconsiderar a las autoridades de este lado del Océano su actitud, sus formas y el fondo de sus relaciones, empezando por esa risible farsa anual que es la Cumbre Iberoamericana. Sería deseable, en interés propio, que España supiera participar de los nuevos vientos que soplan en América del Sur, y que fuera capaz, pese a la desinformación a la que ya estamos acostumbrados, de mostrar hacia aquellas naciones, y sus pueblos, el respeto que ahora exigen y que no hemos sabido manifestarles desde hace quinientos años.

3 comentarios:

  1. Buen segundo centenario de su independencia, lo unico es que la "fiebre del oro" ha llegado a Colombia, ya se han instalado alli muchas empresas de miseria procedentes de Africa. Parece que eso va a ser otro motivo para que los de siempre se mantengan en sus posiciones. Esperemos que el oro sirva para crear una orquesta como la bolivariana de Venezuela, y que todo el mundo pueda vivir mejor. C.M.

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  2. CM quiso decir: empresas de Minería procedentes de África, y con ello sí portaran miseria, siempre que el estado se lo consienta.

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  3. En algunos países de América del Sur (Ecuador y Bolivia) hay reparos de los indígenas y de ciertas oenegés a explotar los recursos naturales, lo que a mí me parece un error. Si hay oro, pues bienvenido sea, y bienvenidos sean los inversores, siempre y cuando cumplan las leyes, que deberían asegurar un equilibrio entre el respeto al medio ambiente y el desarrollo de esas economías, que (no lo olvidemos) están entre las más pobres del mundo. Y tienes razón, no estaría mal que el Sistema de Orquestas Juveniles, que se creó en 1975 si no me equivoco, se extendiera por todo el contienente, e incluso en Europa. Por desgracia, creo que Colombia tiene otros problemas más urgentes.
    Un saludo.

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