martes, 5 de mayo de 2009

CRÓNICAS TOLEDANAS / 1


TOLETI DAEMONES

A 70 kilómetros de Madrid, en dirección sur, se encuentra la ciudad de Toledo, famosa en todo el mundo por su casco histórico, su Corpus Christi y su mazapán. Esta pequeña localidad también fue la cuna del compositor Diego Ortíz y de los actores Nicolás de los Ríos y Agustín Solano, que estrenaron obras propias y de Lope de Vega allá por el 1600, cuando en Toledo vivía Doménikos Theotokópoulos, llamado El Greco. A ellos, a Ríos y Solano, dedicó un hermoso homenaje el dramaturgo José Sanchis Sinisterra en su obra Ñaque, estrenada en Sitges en 1980 (nunca ha sido representada en Toledo).

Hace algunos años los mandatarios turístico-políticos intentaron exhibir a Toledo como Ciudad de las Tres Culturas, en referencia a las tres religiones monoteístas que convivieron en ella durante varios siglos. Hoy, sin embargo, parece que este impulso mercadotécnico ha caído en el olvido, arrasado por los fastos de conmemoración del Quijote y algunos proyectos asociados al mismo, entre ellos un parque temático del que tampoco se sabe nada, y que parece muy lejos de poder prosperar. Hoy día Toledo es una ciudad de pequeños comerciantes, hosteleros y funcionarios, y es lástima que no se haya tomado ninguna medida a tiempo para preservar la artesanía local, ya totalmente desaparecida, aunque los escaparates de los comercios estén repletos de burdas imitaciones que llaman mucho la atención de los turistas poco avisados.

A la vista de la Toledo actual es difícil hacerse una idea del papel representado por la ciudad en tiempos pasados, en su magnífica Edad Media, cuando el fraile cisterciense flamenco-francés Helinando escribió que los escolares del siglo XIII iban “a París a estudiar artes liberales, a Bolonia los códigos, a Salerno los medicamentos, a Toledo los diablos (toleti daemones)... y a ninguna parte las buenas costumbres”. Toledo fue centro de estudios de herejes, donde podían conocerse la magia, la alquimia y todos los saberes prohibidos. La liberalidad y amplitud de estos conocimientos puede calcularse de manera aproximada a juzgar por el empeño puesto por la Iglesia católica, en los siglos siguientes, para implantar en ella su poder omnímodo, uniformizando el pensamiento y las costumbres, y eliminando personas, instituciones e ideas que no se ajustaban a su Doctrina. Aquel siglo XVII que vio pasar por Toledo a Cervantes, a Lope, a Ortíz, a los actores Ríos y Solano, y a El Greco, fue el canto del cisne de una ciudad que ha sido minuciosamente violentada (por hogueras, mazmorras e instrumentos de tortura) y de la que se ha aniquilado el libre pensamiento, lo que equivale a la amputación fría y cuidadosa de una parte de su rica Historia.

Y esa amputación continúa. Al hasta hace poco cardenal primado Antonio Cañizares (promovido recientemente a un cargo de gran influencia en el Vaticano) le bastaron unas llamadas de teléfono a las otras autoridades locales, siempre a su servicio, para que se prohibiese la puesta en escena de Revelación, obra del dramaturgo Leo Bassi; de la misma manera fue prohibido un congreso laico que iba a celebrarse en la ciudad y que previamente había contado con el visto bueno del Ayuntamiento; y una cabalgata medieval que se celebró en el Corpus de 2008, día en que tradicionalmente, en época de Cervantes, se acostumbraba a estrenar comedias y representar mojigangas, suscitó esta declaración de Monseñor en la homilía de la misa celebrada en la catedral al día siguiente: «Pido que se respete la auténtica libertad religiosa». A lo que añadió su rechazo «de los verdaderos sarcamos y blasfemias con los que se agredió la fiesta del Cuerpo de Cristo». Además, «son muchos los insultos, los agravios, son muchas las ofensas que está recibiendo la Iglesia ante la pasividad de tantos, y no puede continuar esta situación». No es este el lugar para valorar los méritos de la citada cabalgata, ni los de la dramaturgia de Leo Bassi, ni los de los promotores de aquel congreso laico frustrado, ni los de tantas y tantas cosas que hubieran podido hacerse y nunca se hicieron, pero se me ocurre que la pretendida libertad (la suya) que predica Monseñor es parecida a la que Hitler y Stalin habrían esgrimido en defensa de su derecho a poner en práctica la Europa con la que ellos soñaban.

Y continúa. El pasado 4 de enero trece jóvenes de la Peña En Precario se reunieron en la Plaza del Ayuntamiento para dar a Monseñor una pequeña despedida de carácter festivo. Al acabar el acto, en el que no se registró incidente alguno, cuatro patrullas de la Policía Nacional y la Policía Local rodearon a los jóvenes y les ordenaron que se identificaran. Un mes después se les advirtió de que habían sido expedientados y de que podían recibir una sanción administrativa de entre 300 y 30.000 euros. Han pasado los meses y el expediente sigue en marcha, habiéndose creado una red de solidaridad con los expedientados.

A 70 kilómetros al sur de Madrid, en 2009, la oscuridad romántica de la que todavía quiere rodearse a Toledo, y que envuelve aquel pasado anterior a los monseñores, al turismo y al caos de circulación, no es tal. Sospecho que aquélla debió de ser una ciudad más luminosa que la de ahora, y si las obras de tantos, sus creencias, sus costumbres, han caído en el saco sin fondo de la leyenda, tan fácilmente convertible en olvido, es porque un poder que hace mucho no tiene nada de espiritual se ha consagrado, con infinito esmero, a la tarea de suprimir todo lo que estorbaba a su Historia oficial. Por eso es aconsejable hacer Historia y contar historias, para que no nos conviertan también, antes de tiempo, en leyenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario