viernes, 28 de diciembre de 2012

CRÓNICAS TOLEDANAS / 9


UNA MONUMENTAL ESCULTURA CONMEMORA LOS CINCUENTA AÑOS DE LA MUERTE DE ALBERTO SÁNCHEZ

Algunos escépticos y desnaturalizados, de esos que siempre hay, apostaban hace unas semanas que el cincuentenario del fallecimiento de Alberto, el mayor artista toledano del siglo XX, pasaría por su ciudad natal sin pena ni gloria, como corresponde a estos tiempos de recortes y a la tradición. Cierto es que el Ayuntamiento ha dejado los fastos conmemorativos para el último momento, que es como se sabe costumbre hispana, pero finalmente ha quedado claro para propios y extraños, y por todo lo alto, que el olvido no era tal, y que la más que justificada conmemoración (cuyos preparativos se han llevado a cabo en el mayor secreto) estaba desde hace tiempo en las iluminadas mentes de nuestros ediles.

En efecto, desde hoy mismo una obra colosal que puede ser admirada por nativos y foráneos en uno de los lugares más emblemáticos de nuestra ciudad celebra el genio de Alberto, que falleció en Moscú en 1962. La gigantesca pieza, según sus autores, se inspira en los orígenes de Alberto, cuando éste ejercía el oficio de aprendiz en la panadería de su padre del barrio de Covachuelas. “La realización de esta obra es una proeza técnica que nos ha llevado largos años”, ha declarado el artista manchego Ximeno Cervantes, que es profesor de plástica y combinatoria algorítmica en la Universidad Central de Sausalito. “Nos hemos inspirado en la célebre El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella”, afirma el co-autor de la obra, Domingos Theostíkulos, para quien la escultura “es expresión prístina de ese proceso de depuración espiritual y artística que fue propio de Alberto y en el que se fusionaban, en portentoso mestizaje, lo popular con la vanguardia”, todo lo cual acabó por concretarse en cierto café de la glorieta de Atocha madrileña donde el artista solía tomar un refrigerio con su amigo y colega Benjamín Palencia, que les servía para reunir fuerzas antes de iniciar sus legendarias caminatas hasta el vallecano Cerro Testigo. “Se iban turnando en llevar una mochila”, afirma Theostíkulos, “provista de algunos bocadillos y unas botellas de vino de Arganda, que después engullían junto al mojón del cerro, donde un día grabaron los nombres de Picasso, Eisenstein y El Greco. Así fue como Alberto se acordó de aquel proyecto de escultura que se le ocurrió en Toledo cuando era niño, y que entonces no pudo realizar por falta de medios. Nosotros, finalmente, lo hemos hecho”.

Al acierto del Ayuntamiento toledano que ha enriquecido de esta forma nuestro patrimonio cultural, hay que añadir la idoneidad de la ubicación elegida para la exhibición del postmoderno monumento. Así la pieza adquiere si cabe mayor relevancia, al hallarse delante del Alcázar toledano y en el lugar que ocupaba cierto angelote de no muy buen gusto que era testimonio, hoy felizmente desaparecido, de nuestro oscuro pasado. Este colorido homenaje a Alberto, junto a su valor estético, cobra un significado cargado de simbolismo histórico, al aparecer en todo su esplendor como la culminación de un largo y (ahora ya podemos afirmarlo) exitoso proceso de normalización democrática. Razones todas ellas por las que el Ayuntamiento, tan maltratado en otras ocasiones, merece esta vez el aplauso y la felicitación de los ciudadanos.

La inauguración del monumento se completará esta noche con la apertura de la Ruta de Cervantes y con el Gran Festival Theostíkulos de Luz y Sonido. Los asistentes podrán degustar además un típico tentempié alusivo. Cosas así, junto a la reciente reapertura del excelente Museo de Arte Contemporáneo, son motivo renovado para un sincero, legítimo y cultural, orgullo toledano.

Cervantes & Theostíkulos
Bocata de calamares con estrella

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