martes, 10 de junio de 2014

LECTURA POSIBLE / 147

LA DOBLE VIDA DE ANNA SONG, DE MINH TRAN HUY. MÚSICA, FRAUDE Y UNA HISTORIA DE AMOR

Las historias más increíbles son las que suceden en realidad, como es sabido. A veces hemos leído narraciones basadas en hechos reales que, por mucho que el autor se hubiera esforzado, dejaban ver aquí y allá, en sus costuras, en sus trucos, algún rasgo de inverosimilitud del que carecía el modelo. Sucede porque el lenguaje está sujeto (para eso existen las academias de la lengua y sus oscuros habitantes: los académicos) a normas y leyes que la realidad insiste en ignorar. A llenarse de esa irracionalidad de la vida, anárquica, sustraída a las reglas de las academias, aspira, con variada suerte, la literatura.

Minh Tran Huy es una mujer de ascendencia vietnamita nacida en 1979 en Clamart, a las afueras de París. Su primer libro, la novela La princesa y el pescador, se publicó en 2007, habiendo sido traducido al castellano por la editorial La Otra Orilla y al catalán por Edicions Proa el año siguiente. El segundo, una colección de cuentos titulada Le lac né en une nuit et autres légendes du Viêtnam, se publicó en 2008. La doble vida de Anna Song, de 2009, es su segunda y por ahora última novela, que como el resto de sus libros ha sido editada por Actes Sud, y que este año ha publicado en español la editorial Navona.

Anna Song, como la autora, es una francesa de origen vietnamita. Sus padres huyeron de su castigado país natal para realizar cada uno una brillante carrera, él como ingeniero, ella como investigadora química. Con los padres y la hija vive la abuela, la señora Thi, que hace amistad con una señora francesa, también abuela, que ha debido hacerse cargo de su pequeño y único nieto, devenido repentinamente en huérfano tras un accidente de tráfico. En la casa de los Song siempre se oye música, y el primer día que el huérfano, a la edad de ocho años, es llevado por su abuela a dicha casa, la hija de los Song está tocando al piano la Pavana para una infanta difunta, de Maurice Ravel. El huérfano, que lleva tiempo sumido en la melancolía a causa de la desaparición de sus padres, en el acto se enamora de ella. Él nos contará su historia.

En principio la historia de Anna Song es la que cabe esperar de una niña prodigio. A ella le espera un luminoso futuro, y toda la relación entre los dos niños está marcada por ese primer deslumbramiento de la música, que para ella es una cuestión de tenaz aprendizaje, y para él, desde aquel primer día, una historia de amor. Pero he aquí que los Song se trasladan a Estados Unidos, a la soleada California, y si durante algún tiempo las cartas enviadas por Anna y que son leídas devotamente por el huérfano informan de los inicios de su carrera, de sus recitales, de su admisión en la prestigiosa Juilliard School, de improviso empiezan a espaciarse, hasta que terminan por no llegar. Así pues, el muchacho debe añadir una nueva ausencia a su vida, pero con la particularidad de que ésta no será una ausencia despoblada, al contrario: Anna Song se convierte, en lo que a él concierne, en un ser mitológico alrededor del cual girará su existencia.

“La vida es pasarte el tiempo preparándote para algo que nunca sucede”, escribió Yeats, y oportunamente esta es la frase con la que se abre La doble vida de Anna Song. En la novela se van alternando los pasajes escritos por el huérfano, ya adulto, y del que sabemos que se llama Paul Desroches, con otros textos tomados de diferentes publicaciones especializadas, los cuales van dando cuenta de los progresos de Anna Song en América. A menudo estos textos se anticipan a lo que Paul nos cuenta en su relato, y de esa manera sabemos que Anna regresó a Francia, que se casó, y que un cáncer de ovarios la condenó a morir prematuramente. Privada de aparecer en público a causa de su enfermedad, Anna dedicó los esfuerzos de sus últimos años de vida a grabar en disco sus interpretaciones de todos los maestros del piano en un estudio que a tal efecto instaló su esposo en la mansión que habitaban, a media hora de París. Su esposo, naturalmente, no es otro que Paul Desroches, su amor de infancia y ahora también manager, el cual se hace responsable de los registros fonográficos de su esposa, que, al ser enviados a la prensa musical, son recibidos con el mayor entusiasmo. Estos discos, más de cien, van a servir para hacer justicia y otorgar a Anna Song la gloria que merece, y que la larga enfermedad le había negado en las salas de concierto.

Mientras tanto, el relato intercalado de Paul nos va dejando retazos de un dibujo inscrito en la memoria: el del abuelo de Anna, que permaneció en Vietnam como granjero, triunfó y lo perdió todo; el de los estragos sufridos por el país en dos guerras, primero con Francia y después con Estados Unidos; y finalmente el de una tierra y unos personajes, los parientes de Anna, tocados a partes iguales por la épica y la leyenda. Porque del mismo modo que, por amor, Paul ha decidido consagrar su vida a edificar la gloria de Anna, también ella cree sentir instintivamente que el ejercicio de su arte es un acto de homenaje a sus mayores, que de algún modo su éxito, aunque sea póstumo, servirá para dar sentido a las penurias y los horrores de su gente.

En este punto de la novela, hacia su mitad, llega la sorpresa. Y es que por uno de los recortes de prensa intercalados en el relato principal nos enteramos de que los famosos ciento y pico discos de Anna Song, que le han dado enorme celebridad y que siguen editándose tras su muerte, son todos ellos un fraude. Anna Song, en efecto, no tocó ni una nota en la mansión donde vivía retirada, y el estudio de grabación de su marido no fue más que un laboratorio de corta-y-pega en el que se manipulaban interpretaciones de otros pianistas con procedimientos digitales. A dicha sorpresa se añadirá todavía otra, ya al final, y cuya naturaleza obviamente queda fuera de los límites de esta reseña.

Pues resulta que el libro, que es sobre todo una extraña historia de amor, tiene también algo de intriga y de investigación policíaca, siendo a la vez un libro que nos habla del desarraigo y de la imposibilidad de volver a los orígenes, así como de la forma en que éstos se revisten de la materia, tan fascinante como incierta, de la que están hechos los mitos. Virtud extraordinaria de la autora es que episodios y personajes separados por el tiempo y el espacio, verdades y mentiras, se hilvanen de un modo tan sencillo como eficaz, haciendo posible que la complejidad de su estructura se haga visible sólo en el último momento. No menores son en la narración los aciertos relativos a algunos personajes secundarios, en especial a la relación de amistad y gastronomía que establecen las dos abuelas; o por ejemplo la oscuridad de la que voluntariamente se reviste el narrador y artífice del fraude musical, de quien a fin de cuentas, más allá del revés causado por la muerte de sus padres y el amor a Anna, no llegamos a saber mucho. Esto hace de él un personaje tan perturbador como, paradójicamente, creíble. Y no en último lugar el libro viene a ser una irónica sátira del establishment que domina el aparentemente serio mundo de la música clásica, con sus sesudos críticos sedientos de estrellas fugaces y de morbo, todos ellos envueltos en inconfesables intereses comerciales.

Y es que, claro, el argumento de La doble vida de Anna Song está tomado de un hecho real que en 2007 sacudió al mundo del disco y de la crítica especializada. En febrero de ese año un aficionado quiso transferir a su iPod un disco de la pianista británica Joyce Hatto, que por entonces gozaba de un éxito fulgurante. El disco, que contenía los Doce estudios trascendentales de Liszt, fue identificado en el acto por la base de datos de iTunes, pero no como de Joyce Hatto. A partir de ahí se inició una investigación de la que resultó un informe aparecido en la revista Gramopohone, del que se desprendía que ninguno de los más de cien discos de Joyce Hatto era suyo. “Este es el escándalo más increíble en el tranquilo mundo de la música clásica”, escribió entonces James Inverne, editor de Gramopohone, quien añadió: “Las ramificaciones son potencialmente enormes ya que hay muchas compañías de grabación envueltas en el escándalo y son notoriamente conocidas por sus problemas de copyright. Este tipo de fraudes ya habían ocurrido en el mundo del teatro y la pintura, pero es el primero dentro de la música clásica”.

Joyce Hatto
Hatto había nacido en 1928 y se casó en 1956 con el productor William Barrington-Coupe, que con la ayuda de un socio fundó el sello discográfico Concert Artist Recordings. En 1966 el socio, diagnosticado de paranoia y depresión, asesinó a una empleada y después se suicidó. Incapaz de afrontar las deudas de la compañía, Barrington-Coupe debió pasar un año entre rejas. En los años sesenta y setenta Hatto realizó una discreta carrera como solista. Después se retiró, supuestamente a causa de un cáncer, y más tarde obtuvo la fama gracias a los discos manipulados por su marido, quien confesó haber actuado así “por amor”. La pianista murió un año antes de que se destapara el escándalo.

La sorprendente historia de Joyce Hatto ha dado lugar a otra novela, además de la que aquí comentamos: Two-Part Inventions (Counterpoint, 2013), de la neoyorkina Lynne Sharon Schwartz, y a un film de la BBC, con guión de Victoria Wood, que se estrenó en diciembre de 2012: Loving Miss Hatto. Y es que la realidad no deja de poner a prueba la capacidad de fabulación de los creadores, una capacidad de la que no anda escasa Minh Tran Huy. ¿Cuál de estas historias está más cargada de vida y de verdad: la que vivieron realmente Joyce Hatto y su marido o la que se nos narra en La doble vida de Anna Song? El libro nos interroga acerca de lo que tomamos como verdades que no requieren comprobación y de la mistificación de la vida. A eso mismo se refiere su enamorado y estafador protagonista, este hombre mediocre que con sus malas artes, de hecho, ha creado para su amada la música que, por las razones que fuesen, nunca salió de sus dedos: “Entonces la realidad no se falsea en mentira: se consuma en el espacio, extraño y maravilloso, de la fábula. En este sentido, Anna Song es y siempre ha sido verdadera”.

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Barrington-Coupe (Alfred Molina) conoce a Joyce Hatto (Francesca Annis) en Loving Miss Hatto, film de 2012 de la BBC dirigido por Aisling Walsh

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