sábado, 22 de noviembre de 2014

DISPARATES / 119

“No se puede”, dicen. Bueno, pues se puede. El siguiente artículo, publicado el jueves por L’Obs (Le Nouvel Observateur), informa de las sentencias de prisión dictadas contra banqueros islandeses. El último de ellos, hasta ahora, es Sigurjon Arnason, ex director general de Landsbanki, segundo banco islandés hasta 2008, que fue condenado el miércoles por un tribunal de Reykjavik.

CÓMO ISLANDIA HA PUESTO EN PRISIÓN A SUS BANQUEROS VILLANOS

Pascal Riché

“¿Por qué Islandia logra enviar a sus banqueros a prisión, y no otros países? ¿Hay una explicación local?”, nos preguntan desde Twitter. Este miércoles por la mañana el antiguo responsable de Landsbanki, segundo banco del país hasta el crac financiero de 2008 (que supuso el hundimiento total del país), ha sido condenado a doce meses de prisión, y tres meses de libertad vigilada, por un tribunal de Reykjavik.

Sigurjon Arnason, de cuarenta y ocho años, ha sido acusado de manipulación de acciones bancarias. Dicha manipulación consistía en prestar dinero a inversores, a condición de que compraran acciones del banco. Otros dos antiguos responsables de la banca han sido condenados por el mismo tribunal a nueve meses de prisión y tres de libertad vigilada por haber participado en los hechos.

La respuesta a la pregunta formulada en Twitter tiene que buscarse en la voluntad de hacer de la crisis financiera un sujeto político: desde la explosión del sistema, los islandeses se han tomado la cuestión en serio, y han reflexionado acerca de su “contrato social”; en resumen: han dado al tema un sentido político.

• Tras manifestarse en las calles de Reykjavik, han hecho caer al gobierno de derechas que dirigía su pequeño país.

• Han convocado referéndums que condujeron a negar el pago de los contribuyentes a los bancos extranjeros afectados por el fraude.

• Se han comprometido en un proceso de reforma de la Constitución.

• Y, en fin, han decidido nombrar a un procurador especial (Olafur Thor Hauksson, hasta entonces comisario de policía de Akranes, un pequeño municipio portuario de 6.500 habitantes) para investigar los presuntos delitos cometidos por los dueños de la banca: los “neo-vikingos” villanos, financieros poco escrupulosos que se hallaban en la cresta de la ola en 2007, y que fueron los causantes políticos del desastre.

¿Los banksters? Muchos están bien, gracias.

Dicho esto, no es preciso exagerar los resultados de esta batida judicial: la justicia, en efecto, no ha perseguido a “los responsables de la crisis”, sino a los autores de delitos probados.

Un solo hombre político, fácil chivo expiatorio, ha sido juzgado: Geir Haarde, que era el primer ministro en el momento del crac. Arriesgaba dos años de prisión; finalmente, ha sido considerado culpable de una fruslería, sin que se haya pronunciado contra él sanción alguna: el tribunal le reprochó no haber organizado reuniones del gobierno después de la caída del banco Lehman Brothers.

Su mentor y predecesor de 1991 a 2005, David Oddsson que era en el momento de la crisis gobernador del Banco Central (una función para la que él mismo se había nombrado) consiguió esquivar el banquillo. Es él quien dirige uno de los más influyentes diarios islandeses, Morgunbladid (El Diario de la Mañana). “Un poco como si se hubiera puesto a Richard Nixon a la cabeza del Washington Post durante el Watergate”, hemos leído en Le Monde Diplomatique.

En cuanto a los banksters, en conjunto están muy bien. Pero algunos de ellos, los menos, han sido condenados por malversaciones concretas. La justicia encontró motivos para condenar a los dirigentes de tres bancos quebrados:

• Larus Welding, antiguo director del banco Glitnir.

• Hreidar Mar Sigurdsson y Sigurdur Einarsson, ex dirigentes del banco Kaupthing.

• El mencionado Sigurjon Arnason, director de Landsbanki, junto a otros dos ejecutivos.

Seis años de investigación

Cuando fue nombrado, el fiscal especial Olafur Thor Hauksson, hombre corpulento con cara de buenazo, era consejero de Eva Joly, magistrada francesa. Abrió investigaciones sobre cerca de noventa sospechosos. Su oficina empleaba hasta ciento diez personas, de lo que podría sentirse celosa la brigada financiera de París (o de Madrid).

No estuvo ocioso. Hizo arrestar en 2010 a Hreidar Mar Sigurdsson, ex dueño del banco Kaupthing, que pasó doce días en prisión preventiva. Luego dio una orden internacional de busca y captura contra Sigurdur Einarsson, el ex presidente no ejecutivo del mismo banco, que se negaba a presentarse a sus requerimientos.

Otro episodio notable: algunos meses más tarde, en enero de 2011, ¡investigó el Banco Central islandés! El mismo día, arrestó a Jon Thorsteinn Oddleifsson, antiguo director financiero de Landsbanki… En diciembre, inculpó a Larus Welding, dueño del Glitnir Bank. Al año siguiente, en enero, dos dirigentes del banco Kaupthing, Sigurdur Einarsson y Hreidar Mar Sigurdsson, fueron acusados de fraude y malversación, igual que el segundo mayor accionista del banco, Olafur Olafsson. Todos fueron condenados a largas penas de prisión en diciembre del año pasado.

Pero seis años después del crac, dos decenas de dossiers siguen abiertos. Se han atrasado, de hecho, a causa de los procedimientos internacionales, y a veces también como producto de los cambios legislativos islandeses… Hauksson se ha dado hasta diciembre para cerrar los casos abiertos. Nadie cree demasiado en ello.

Mientras tanto, buena parte de los bandoleros multimillonarios reconstruyen sus pequeños negocios y siguen sin dar un palo al agua. Los veinte o treinta financieros –un club exclusivamente masculino– que empujaron a Islandia hasta el precipicio viven bien en su mayor parte. Algunos se han quedado en Islandia, pero otros muchos se han dispersado por el mundo. Viven en suntuosos apartamentos en Londres, en Luxemburgo, en Lausana, en Toronto o en San Petersburgo.

En los meses que siguieron a la quiebra pudimos ver sus fotos en los urinarios de muchos bares. A falta de poder juzgarlos, los islandeses se meaban en ellos.

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