martes, 12 de febrero de 2013

LECTURA POSIBLE / 88


LA SIESTA DE M. ANDESMAS, DE MARGUERITE DURAS: UN EJERCICIO DE ESTILO DESDE EL ABISMO

Ya existió hace años una traducción de este libro, inferior a la presente, con el título de Una tarde de M. Andesmas. Conviene saber que el original, publicado en su día por Gallimard, se llama L’après-midi de Monsieur Andesmas, y que la traductora, Amelia Gamoneda, justifica el título elegido por aquello de La siesta de un fauno, nombre que la tradición ha consagrado entre nosotros para el poema de Mallarmé y para el así llamado “preludio” de Debussy, en origen también un après-midi. No estorba al libro que comentamos este guiño musical e impresionista, pues musical, y acaso impresionista, si es que tal adjetivo puede atribuirse a una obra literaria, es esta nouvelle que en sus escasas cien páginas de pura delicia constituye una obra maestra de este género de tan acreditado linaje en las letras francesas.

No está de más recordar que la autora de Un dique contra el Pacífico y Los caballitos de Tarquinia fue también una excelsa cultivadora de la nouvelle, de la que hay abundantes muestras en su extensa obra. Novelas cortas son Moderato cantabile, El vicecónsul, La amante inglesa, El arrebato de Lol von Stein y El amante; y en realidad casi toda su obra, incluyendo la que más o menos conscientemente fue creada para el cine, se inscribe en la narración breve. La razón de esto se encuentra en el propio estilo, en su preferencia por novelar escenas, momentos, preferencia que dominó por largo tiempo en su carrera, en especial cuando se sintió atraída por una rigurosa objetividad que algunos han llamado “behaviorismo”, y cuando sus exactas y con frecuencia minuciosas descripciones dieron pie a considerar a Duras parte integrante de la Nouveau Roman. A esta fecunda época pertenece el libro que comentamos.

Aparecida en 1960, La siesta de M. Andesmas (Demipage, 2011) narra unas pocas horas de una tarde veraniega, horas que el protagonista, cuyo apellido evoca a Antelme, Des Fôrets y Mascolo, amantes los dos primeros y amigo el último de la propia Duras, dedica a la espera. M. Andesmas es un rico hombre de negocios ya jubilado. Hace un año ha comprado tierras y una casa en algún lugar de provincias, ya que su hija quería vivir cerca del mar. Y junto a esta casa solitaria, situada al borde de un abismo desde el que se contempla, a sus pies, una pequeña población es donde le encontramos, sentado en un sillón de mimbre y aguardando a Michel Arc, el contratista con el que se ha citado para discutir el emplazamiento de una futura terraza. Al impuntual contratista no llegaremos a verle, pero sí visitarán al anciano una de sus hijas y, más tarde, su esposa. Antes ha pasado frente a M. Andesmas un perro rojizo, y poco más o menos esto, junto al lejano eco de una música de baile que procede del pueblo, es todo el movimiento, la acción, que compone el relato. Eventualmente el personaje cambia de posición, se incorpora, vuelve a sentarse, da una cabezada. Es al volver en sí después de una de esas cabezadas cuando ve ante la casa a la hija del contratista, una niña, aparentemente, aunque después sabremos que tiene casi diecisiete años. Ella presenta algún indefinido trastorno psíquico en virtud del cual carece totalmente de memoria inmediata, o al menos esto deduce M. Andesmas a juzgar por su conducta. A la muchacha le regala en efecto una moneda de cien francos, que ella deja caer y de la que se olvida completamente, aunque sólo para “encontrarla” poco después y de nuevo dejarla caer. Intercambian algunas palabras referidas a la tardanza del padre de la joven, y después ésta se marcha para no volver. De hecho, la única verdadera conversación del relato es la que mantendrá M. Andesmas con la madre de la muchacha.

Por esta conversación, y por algunos pensamientos captados aquí y allá en la mente de M. Andesmas, advertiremos el que viene a ser el tema de la novela, que es también, más allá de la espera del informal contratista, la principal preocupación del personaje. Y es que Valérie, pues así se llama la hija, tiene ya dieciocho años, y su padre, que ha puesto en ella todo su afecto y virtualmente todo el sentido de su vejez, ve muy contra su voluntad llegado el momento en que ella, por así decirlo, le abandonará “por otro hombre”. Así pues, la soledad física en que encontramos a M. Andesmas, literalmente “al borde del abismo”, es metáfora de su enorme soledad existencial, también ella al borde de un abismo desde el que para más pesar del hombre procede el sonido de la música de baile, un baile del que verosímilmente participa Valérie, y, encima, con el detestable Michel Arc. Cuando las lilas florezcan, amor mío / Cuando las lilas florezcan para siempre es la cantinela que, a modo de leitmotiv, procede una y otra vez de la plaza en la que la gente baila. Así, la espera del contratista se convierte en la mente y en el corazón del viejo M. Andesmas en la espera de su hija, devuelta imaginariamente a la infancia y por tanto al amor exclusivo de su padre. Devuelta a la infancia: exactamente igual que la niña-muchacha del contratista. Además, de la conversación con la esposa de éste, madre según parece de cinco hijos, se deduce que tampoco ella ha pasado por alto la posible relación entre su esposo y la bella y deseable Valérie. Cosa curiosa y sorprendente: una de las pocas narraciones de Duras (¡quizá la única!) que carece por completo de una perceptible y manifiesta carga erótica, apela a una relación presumiblemente erótica que aquí queda sin embargo fuera de la escena, insinuada, lo que al fin y al cabo, pues el erotismo es sobre todo insinuación, viene a hacer también de éste un relato erótico, aunque por vía indirecta, en elipsis.

Pues sucede, claro está, que M. Andesmas no puede amar sensualmente a Valérie, lo que le asemeja a otros personajes de carácter pasivo que aparecen a menudo en la obra de Duras, y sobre todo al protagonista de ese relato también magistral que es El mal de la muerte, cuyo héroe, que ha alquilado a una jovencita para pasar con ella algunas noches de placer, resulta que está enfermo, pero enfermo “porque no sabe amar”, lo que hace que la prostituta exclame: “Qué raro, un muerto”.

Y esa es la tragedia de M. Andesmas, que no puede amar; y sin embargo ama, pero de un modo imposible. Ciertamente él sabe que la casa, la futura terraza, el estanque que también proyecta comprar, que el mismo lugar en el que se encuentra, y hasta el mismo sillón, que todo eso no podrá disfrutarlo él con Valérie, sino que lo disfrutará, como a la propia Valérie, otro. De este modo el relato incorpora uno de los temas, junto al del erotismo, típicos de Duras: el dolor, un dolor callado cuya intensidad nos es dado conocer sin necesidad de que el narrador nos lo detalle y sin recurrir tampoco al socorrido monólogo interior, un dolor del que participamos, con el que nos identificamos y del que somos solidarios. Como también participa de él la esposa de Michel Arc. “Valérie me tiene muy preocupada”, dice. Y también: “Necesité un año entero para aclarar el enorme problema que suponía el deslumbrante esplendor rubio de su hija. Un año para, simplemente, aceptar su existencia, admitir tal acontecimiento: la existencia de Valérie, y para sobreponerme al pavor que me daba la idea de que aún había de ofrecerse sin reserva alguna a alguien, pero ¿a quién? ¿a quién?” Y todavía añade: “Poco a poco, día tras día, empecé a pensar en Valérie Andesmas, que enseguida iba a estar en edad de dejarle”. De este modo, es la mujer la que pone palabras al sufrimiento del protagonista.

Mientras hablan, el coche negro de Valérie asciende por la carretera, seguramente ocupado, además de por la propia Valérie, por el inefable contratista, y en efecto, poco después se oye en la cercanía el coche, que se detiene, y a continuación unas risas. De nuevo indirectamente, por medio primero de la música de baile, y después del movimiento de su coche y de las risas que se oyen fuera de la escena, tenemos localizada a Valérie en todo momento; localizada, pero inalcanzable. Y sin embargo, aún invisible para nosotros, alcanzamos a comprender también el preciso estado de su conciencia, la expectativa que entretanto se abre a su espíritu. A ello alude la esposa de Michel Arc refiriéndose al trastorno mental de su hija: “Mientras está buscando, no se siente desgraciada. Es si encuentra algo cuando se inquieta, es si encuentra lo que busca cuando se acuerda por completo de haber olvidado”. Buscar, encontrar, olvidar: buscar la vida adulta, encontrarla, olvidar la infancia. Encontrar es perder, nos dice Duras sin decirnos directamente nada en esta obra excepcional cuyo protagonista es el tiempo que fluye y cuyas apenas cien páginas, además de un prodigioso ejercicio de estilo, nos transmiten una visión completa de la decadencia, de la vida que continúa a pesar de todo, pero lejos de nosotros; y una emocionada, pese a la aparente frialdad de la que se sirve, visión del mundo. Páginas inolvidables de esta mujer que es uno de los pocos verdaderos clásicos del siglo XX.

martes, 5 de febrero de 2013

DISPARATES / 57

FRUTO VIVAS: ÁRBOLES PARA VIVIR

“Las personas tienen que soñar; si no, las cosas simplemente no suceden”, escribió una vez el arquitecto Oscar Niemeyer, que a edad bíblica falleció el pasado diciembre en su natal Río de Janeiro. Como el brasileño, Fruto Vivas es un arquitecto que trasciende el espacio propio de su oficio, uno de esos hombres que, al igual que otros hacen literatura o filosofía, consigue con su arquitectura explicar también al hombre y su historia. Así, la obra se convierte, incluso a pesar del propio autor, en justificación de una forma de ver el mundo: un testimonio personal.

Fruto Vivas nació en el estado Táchira (Venezuela) en 1928. De origen sefardita, se graduó en la Universidad Central de Venezuela, y durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez colaboró con el mencionado Niemeyer en la construcción del Museo de Arte Moderno de Caracas, y con el ingeniero madrileño Eduardo Torroja en el Club Táchira, en cuya bóveda éste último pudo poner en práctica sus ideas acerca del uso de grandes estructuras de hormigón alabeado. Tras la caída del dictador se inicia en Venezuela una tímida democracia, Vivas ingresa en el Partido Comunista y en las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, y para la guerrilla construye diversos refugios y una fábrica de armas. Por entonces Vivas ya era un arquitecto unánimemente reconocido, y a esos difíciles años pertenecen algunas de las obras que le dieron fama: el Hotel Moruco en Santo Domingo, y la iglesia del Divino Redentor en San Cristóbal. Tras un tiempo en el exilio, en los años ’70 reemprende su actividad profesional, recibe el Premio Nacional de Arquitectura y construye el “Árbol para vivir”, conjunto de apartamentos ubicado en Puerto La Cruz. Se trata de una vivienda multifamiliar realizada en volúmenes horizontales sobre columnas. Más tarde recibe el encargo de diseñar el pabellón de su país para la Expo 2000 de Hannover. De tal encargo es producto “La Flor”, construcción vanguardista que reproduce la estructura de una orquídea y que recientemente ha sido de nuevo construida en Barquisimeto. En torno a un mástil central de dieciocho metros de altura, el edificio consta de dieciséis pétalos gigantes y movibles, los cuales pueden abrirse o cerrarse de acuerdo a las condiciones climáticas para favorecer la ventilación interior.

Vivas ha desarrollado sus ideas en textos como El Manteco y el futuro de la ciudad (1980), Crisis para la acción, la reflexión y el porvenir (1985), Crónicas de la rebeldía y el saber popular (2008) y Las casas más sencillas (2011), que fue presentado en la última Feria del Libro de Venezuela. Esta obra, editada por la editorial El Perro y la Rana, constituye un compendio de las ideas de Fruto Vivas acerca de la bioarquitectura y de lo que en pleno siglo XXI, en materia de sostenibilidad, podemos aprender de la arquitectura tradicional.

Los libros de Vivas, como sus edificios, se inscriben en la hoy apremiante reflexión acerca de la vivienda y el urbanismo, entendidos como hábitat para la vida del hombre en un entorno de recursos cada vez más limitados, en el que es preciso entenderse con la naturaleza. Todo ello ya estaba presente en las investigaciones de Vivas de mediados de los años ’50, cuando se convirtió en pionero del uso en la construcción de materiales naturales. Por entonces ya eran características sus casas de techos inclinados cubiertos con teja criolla, sus espacios internos fluidos y con cambios de niveles abiertos al exterior por medio de rejillas de madera para filtrar la luz, sus muros blancos y sus suelos de arcilla y piedra bruta o pulida. En gran parte estas técnicas constructivas, y los materiales empleados, respondían a la necesidad de paliar en el interior de las viviendas las altas temperaturas exteriores, así como a favorecer la circulación del aire. En conjunto, sus proyectos de aquella época se inspiraban en pautas ya definidas por una arquitectura popular que llevaba siglos adaptándose al entorno, en condiciones que reclamaban el máximo aprovechamiento de recursos como la energía y el agua. De ahí procede un modelo de vivienda social basado en un sistema modular de prefabricación que aún se emplea hoy en día.

Las casas más sencillas es hasta ahora el último de sus libros y también el título de un programa televisivo del que está a cargo el propio Vivas y que se emite con mucho éxito en la televisión pública venezolana. El libro, según sus palabras, es “un manual para el pueblo en el que se muestran métodos de construcción sencillos y económicos”, y en el que se reúne todo el aprendizaje de una vida dedicada al ejercicio y a la investigación del arte de hacer viviendas. Un arte que su autor aplica naturalmente a Venezuela y a Latinoamérica, pero que en la medida en que aspira a dar solución a problemas generales, también puede guiar a quienes en cualquier lugar se animen a construir su propia vivienda por sí mismos.


“En la naturaleza”, escribe Vivas, “encontramos el manejo de las corrientes convectivas de aire. Los árboles son el mejor ejemplo. Cuando se evapora el agua en las hojas por la acción del calor solar, hay una baja de temperatura que genera corrientes ascendentes, así se renueva permanentemente el aire interior de los árboles. Esta cualidad es la que en el desarrollo de mi trabajo he aplicado a las edificaciones, por lo cual las bauticé Árboles para vivir”. En la primera parte, el autor aborda el tema de los constructores de la naturaleza, en el que describe ejemplos de diversos insectos y aves y del uso que hacen de los materiales naturales para obtener el mayor aprovechamiento del espacio, del calor y del aire. Modelos semejantes son los que se encuentran en las primitivas formas humanas de construcción, que Vivas desglosa en tres tipos: las casas de hielo y de viento y la casa solar. La última estaba muy extendida en numerosas culturas, desde el norte de Europa hasta Ecuador, y consistía en un tejado de palma apoyado sobre dos horquetas verticales que permitían su inclinación, a fin de proteger a los moradores de los rayos del sol. Entre las viviendas aborígenes estudiadas por Vivas figuran las de la América precolombina y las de Indonesia y Mongolia. “Mi convicción”, explica, “es que las casas aborígenes son árboles para vivir pues poseen un bioclima extraordinario, lo que sirve de lección en la adecuación al medio y en la lógica estructural de las edificaciones”.

El mismo procedimiento del tejado de palma abatible inspira la construcción de bóvedas y cúpulas, cuya tecnología, pasando por el barro y el ladrillo, habría de llevar al uso del hormigón y a los innovadores materiales empleados por el propio autor en el pabellón de la Expo de Hannover. Siguiendo la técnica empleada durante miles de años en el sur de la India, Vivas propone la cúpula y la bóveda “como alternativa para resolver el problema más difícil en la construcción de la vivienda, que es el techo”, y esto mediante la confección de un molde curvo en el que en lugar de barro se vierte yeso, con el que es posible construir cubiertas de grandes luces y mínimo peso.

Toda una parte del libro está dedicada a la bioarquitectura, que Vivas divide en tres capítulos según el material empleado: biobarro, bambú y madera. “De la explotación racional de ésta”, escribe Vivas, “depende el futuro de bosques y ríos, como bien se ve hoy en las regiones tropicales, por lo que debe ir acompañada de eficientes políticas de reforestación”. El autor describe los distintos tratamientos de la madera y sus aplicaciones a la construcción de edificios, inspirándose en las enseñanzas de pueblos, como el de la Amazonía, que han vivido desde tiempos remotos en armonía con su entorno.

Las tecnologías aplicadas a la vivienda ocupan algunos de los capítulos más interesantes del libro, en los que Vivas hace toda una enumeración de técnicas asequibles que permiten aprovechar al máximo los recursos y una mejora de las condiciones de habitabilidad. Las de raíz popular son producto de una larga experiencia y de un lento perfeccionamiento, lo que no impide que hayan sido arrinconadas en beneficio de procedimientos industriales, a menudo menos eficientes y perjudiciales para el entorno. Herencia del conocimiento y la tradición popular son el taladro doble, la plomada inercial, el calentador solar pasivo, el nodo hidráulico, la lavadora basculante y el biodigestor, invenciones muchas de ellas que en nuestros días, y precisamente por su sencillez, sirven de estímulo a arquitectos e ingenieros para proponer soluciones innovadoras a problemas como la autogeneración de energía y el reciclaje de residuos. Muchas de estas propuestas son fruto de lo que el autor llama “la tecnología de la necesidad”, procesos que tienen lugar dentro de la categoría de la máxima eficiencia y al alcance del pueblo. Esta tecnología “está realizada con la mínima y óptima calidad de materiales, diferenciándose de las tecnologías del despilfarro donde hay exceso de material y, en consecuencia, altos costos”.

El libro concluye con un capítulo dedicado a la obra del propio Vivas, una obra orientada hacia la consecución de lo que llama la “vivienda integral”. Ésta no es otra cosa sino el árbol para vivir, el cual debe reunir tres requisitos: el abastecimiento de oxígeno, el abastecimiento alimenticio reciclable “y el confort del clima, la frescura, el aroma y el lecho de todos los demás seres vivos”. Para completar esta vivienda integral el autor sugiere la incorporación de instrumentos productores de energía limpia, la horticultura y la hidroponía. El libro, como se decía al principio, ha sido concebido como un manual, está escrito de manera amena y didáctica y cuenta con abundantes ilustraciones del autor. Igualmente, por contenido y formato es a la vez apto para la lectura y para servir de guía práctica, paso a paso, en la construcción de una vivienda. Tal vez sería mucho pedir que esta publicación se distribuyese en España, donde de nuevo la vida rural es para muchos una opción a tener en cuenta. Como decía Niemeyer, es preciso soñar para que las cosas sucedan. Y el propio Vivas, que pone fin a su libro con un Manifiesto Verde, escribe: “Es mi convicción el que se promocione una cultura de la inventiva. Que el hombre del pueblo no se encuentre tan alienado frente al consumo, sino que sea capaz de poner su imaginación al servicio de su autonomía. Ese sería el paso más decisivo hacia la autogestión. Los árboles para vivir se pueden definir como la bioarquitectura de los hombres libres”.

lunes, 4 de febrero de 2013

DISPARATES / 56


POBREZA Y PROGRESO. LOS CASOS DE ESTADOS UNIDOS Y VENEZUELA

Eric Draitser

¿A qué llamamos “Tercer Mundo” en 2013? Si tomamos la definición clásica del término, el Tercer Mundo comprende a los países (no blancos) que luchan por alcanzar altos niveles de desarrollo económico y que, generalmente, permanecen en la periferia de la economía mundial. Sin embargo, desde el comienzo de la crisis en 2007-2008, muchos de estos problemas tradicionalmente exclusivos de los países pobres a veces aparecen de un modo aún más flagrante en el llamado mundo desarrollado. Males socio-económicos como la pobreza, el hambre y el desempleo se han agravado terriblemente en los países capitalistas desarrollados, como Estados Unidos, donde los políticos y los medios de comunicación siguen seducidos por el brillante espejismo de la recuperación económica. Tiene sentido, pues, preguntarse a quién beneficia la recuperación económica, ¿a los pobres o a Wall Street? En todo caso, el mundo debería reconsiderar la naturaleza de este progreso. Es interesante al respecto comparar por ejemplo las estadísticas estadounidenses con las de Venezuela, en tanto que se trata de dos países que se guían por políticas económicas bien diferentes. Al hacerlo, empezamos a tener una idea más clara, más allá de lo que cuentan los medios de comunicación sometidos a distorsiones políticas, de los avances logrados por la Revolución Bolivariana, mientras que la situación de los pobres y los trabajadores estadounidenses continúa deteriorándose.

¿Qué es la pobreza?

Antes de definir la pobreza en Estados Unidos y Venezuela, es preciso analizar las diferencias existentes entre los dos países en la forma de medir la misma. En Estados Unidos, la pobreza se mide sólo por los ingresos del hogar, utilizando un valor denominado “umbral de pobreza” que es determinado por la Oficina del Censo. Esta medida, basada en un límite puramente arbitrario entre lo que es pobreza y lo que no lo es, rige la mayoría de los análisis y las decisiones sobre los estadounidenses pobres. Como debería ser obvio, el sistema ignora el simple hecho de que las personas que están justo por encima del umbral de la pobreza no tienen la vida mucho más fácil que los que se encuentran por debajo. En ambos casos, la privación es la norma. Por otra parte, la creciente inflación, la caída de los salarios y otros factores siguen afectando el poder adquisitivo y las vidas de los pobres, lo que hace su situación más problemática.

Venezuela, por su parte, utiliza una serie de valores muy diferentes para determinar la pobreza, tales como el acceso a la educación, agua potable, vivienda, etc. Por tanto, la pobreza en Venezuela no es una cuestión de ingresos, sino de calidad de vida. Midiendo la pobreza de esta manera, el gobierno venezolano tiene una visión mucho más completa de la situación socio-económica del país. Cabe señalar que, a diferencia de Estados Unidos, las estadísticas sobre la pobreza constituyen una de las referencias principales sobre las que el gobierno venezolano se apoya para tomar sus decisiones. Si bien la misma palabra “pobreza” ha llegado a convertirse en Estados Unidos en una palabra sucia (como lo demuestra la total ausencia de la misma en los debates presidenciales del año pasado), Chávez y la Revolución Bolivariana la han convertido en el elemento central de sus políticas públicas en todas las áreas.

¿Qué dicen los números?

Cuando examinamos los datos recogidos por la Oficina del Censo de Estados Unidos, hay muchos hechos perturbadores. Ante todo hay que señalar que para el 2012 el umbral de la pobreza para una familia típica de cuatro personas estaba fijado en 23.050 dólares brutos anuales (17.000 euros). Téngase en cuenta que esta cantidad es bruta y que de ella hay que descontar los impuestos, por lo que ni siquiera refleja la verdadera gravedad de la situación sufrida por estas familias. Quienes conocen el coste de la vida en Estados Unidos se dan cuenta inmediatamente de que la “pobreza”, así considerada, es una broma cruel. En la práctica, este nivel de ingresos es sinónimo de pobreza extrema, lo que significa falta de lo necesario para la vida humana. Así que, en realidad, no estamos hablando de los “pobres”, sino de los que están en peligro de muerte debido a la desnutrición, las enfermedades graves que podrían curarse, y un sinnúmero de otros problemas. Además, cabe señalar que el ingreso promedio de una familia (de todas las familias, no sólo los pobres) sigue disminuyendo drásticamente: se redujo un 8,1% desde 2007. Por tanto, es evidente que la pobreza no sólo es alta, sino también que aumenta.

California, que ha sido durante mucho tiempo el buque insignia de la economía, tiene ahora, además de Silicon Valley y su hermosa costa, la tasa de pobreza más alta en los Estados Unidos. Medida de acuerdo con la Oficina del Censo, California puede presumir de tener una tasa de pobreza del 23,5%, y si sumamos a los que no cumplen con los requisitos técnicos que se incluyen en esta figura pero viven al margen de la economía, podemos decir que la pobreza se está extendiendo como una epidemia en California. Como explicó Timohty Smeeding, economista de la Universidad de Wisconsin Madison, “en general, la red de seguridad permite a muchas personas mantenerse a flote, pero es relativamente más difícil obtener cupones de alimentos y otros tipos de asistencia.” Vemos, pues, que en el estado más poblado de la nación, y supuestamente el primero en el plano económico, la situación de los pobres es devastadora y cada vez más personas sobreviven sólo con la ayuda del gobierno. Todo esto, por supuesto, con el telón de fondo de la austeridad en forma de la “entitlement reform” (“reforma de las prestaciones”) que quieren imponer tanto demócratas como republicanos y que efectivamente recortará estos programas de asistencia que son absolutamente esenciales para la supervivencia de millones de estadounidenses.

Los ingresos no pueden ni deben ser el único indicador de la pobreza y la situación económica. En realidad, hay muchos otros factores a tener en cuenta, tales como el acceso a una alimentación adecuada, algo crucial para los niños cuyos padres son pobres. De hecho, los datos más recientes del USDA muestran que, ya en 2011, al menos 18 millones de familias estadounidenses estaban en situación de “inseguridad alimentaria”. Y esto es sólo la punta del iceberg si pensamos en los millones de hogares que no fueron incluidos en esta estadística, pero que hasta ahora no pueden pagarse una comida de calidad, así como las muchas familias que escapan de la inseguridad alimentaria sólo a través de los programas de asistencia del gobierno, tales como el Programa de Asistencia de Nutrición Suplementaria (SNAP), conocido popularmente como “tickets de alimentos”. La falta de acceso a alimentos de buena calidad es una situación ampliamente generalizada en los barrios urbanos pobres, donde los negros en particular tienen dificultades para proveer a sus hijos con otra cosa que comidas preparadas y productos de gama baja.

Lo que constatamos al examinar esta información es que la inseguridad alimentaria y la pobreza no son sólo indicadores de dificultades económicas, sino que también definen las clases sociales. EE.UU. es el hogar de una sub-clase cada vez más grande que incluye a los trabajadores de más edad y los negros, pero aún afecta a más personas de otras comunidades de color. En todas las ciudades importantes y cada vez más en los barrios blancos que una vez fueron prósperos, la pobreza se ha convertido en una realidad cotidiana, una realidad apenas oculta por la ilusión colectiva de la “recuperación económica”.

El modelo venezolano

A diferencia de Estados Unidos, Venezuela está avanzando rápidamente en la erradicación de la pobreza, y esto en un país que durante décadas ha sido uno de los más pobres y más explotados del continente americano. En efecto, a pesar de su riqueza petrolera y sus vastos recursos, la pobreza se impuso en Venezuela, especialmente en las comunidades indígenas y campesinas. Este fue el resultado de un sistema colonial y post-colonial que permitió a una pequeña élite de piel blanca dominar el país, al tiempo que mantenía al resto de la población en condiciones de pobreza extrema. La situación comenzó a cambiar con Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana. Chávez, quien ha llegado a convertirse en un héroe a los ojos de los venezolanos pobres, comenzó inmediatamente a trabajar para realizar su modelo socialista con la lucha contra la pobreza en el centro de su proyecto político. Y continúa el mismo proyecto desde que llegó al poder hace catorce años.

Como he dicho antes, Venezuela utiliza varios criterios para medir la pobreza: el acceso a la educación, al agua potable y a una vivienda adecuada, la ocupación de una sola habitación por familias de más de tres personas, y los hogares cuyo cabeza de familia tiene menos de tres años de estudios. Estas estadísticas, conocidas como el sistema de cálculo de las Necesidades Elementales No Satisfechas, dan resultados sorprendentes. En los últimos diez años, el número de venezolanos que viven en la pobreza (los que reúnen al menos dos de los mencionados síntomas de pobreza) cayó del 11,36% a 6,97%, una reducción de casi la mitad. Al mismo tiempo, la esperanza de vida y la población han aumentado significativamente, lo que muestra la mejora de los servicios de salud. Un dato importante para la población nativa indígena, el grupo más marginado históricamente. Durante los últimos diez años, su número ha aumentado constantemente y ahora son el 3% del total de la población. Esto demuestra que los servicios sanitarios no sólo son mejores, sino que se han vuelto accesibles a los segmentos más pobres.

Cabe señalar que una de las piedras angulares de los programas de lucha contra la pobreza del gobierno bolivariano ha sido el aumento exponencial de la vivienda pública. El presidente Chávez anunció la Gran Misión Vivienda en 2011 para combatir la pobreza que enfrentan muchas familias venezolanas que viven en viviendas precarias y peligrosas. En septiembre de 2012, más de 250.000 casas habían sido construidas y entregadas a familias pobres de Venezuela. Esta cifra debería aumentar aún más en los próximos años, en cumplimiento de los planes vigentes de construcción de viviendas asequibles.

A pesar de la crisis económica mundial, el gobierno de Chávez continúa desarrollando sus programas contra la pobreza, como la vivienda y la salud, mientras que la mayor parte del llamado mundo desarrollado se ha dejado ganar por la histeria de la austeridad. La Revolución Bolivariana ha dado prioridad a la tarea de reducir y erradicar la pobreza, finalmente, en un país donde la pobreza era una tradición histórica y una realidad supuestamente ineludible. En la Venezuela post-colonial se experimentó la opresión y la dominación de Estados Unidos y del reino de las multinacionales, mientras que los pobres y la clase trabajadora vivían en la miseria. Esto es lo que el gobierno de Chávez se esfuerza en corregir, y lo que le hace tan caro al corazón de los venezolanos.

Las economías capitalistas desarrolladas de América del Norte y Europa están tratando desesperadamente de mantener su hegemonía y la supervivencia a través de los programas de austeridad económica que están diseñados para transferir el peso de la depresión causada por los financieros y los especuladores a los pobres y la clase trabajadora. Los recortes draconianos en los servicios sociales de los que dependen millones de estadounidenses son una evidencia de este proceso. A diferencia de Venezuela, las potencias imperialistas occidentales quieren destruir la red de seguridad social y aumentar la miseria y la desesperación de la población.

De hecho, la crisis permanente del capitalismo post-industrial avanzado es un sistema económico que ensancha la brecha entre ricos y pobres, crea enormes fortunas y pobreza extrema y mantiene reducida a la pobreza a las clases más bajas. Es por ello que republicanos y demócratas, Obama y Boehner, el presidente de la Asamblea, son igualmente responsables del sufrimiento de los estadounidenses pobres, los cuales pueden todavía mirar a Venezuela y a la Revolución Bolivariana para encontrar el modelo de una visión verdaderamente progresista del futuro.

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Eric Draitser es el fundador de Draitser StopImperialism.com. Es un analista geopolítico independiente que vive en Nueva York.

Fuente: Le Grand Soir