domingo, 24 de enero de 2010

DISPARATES / 7


.OBAMA EN HAITÍ

Para mayor ilustración de los legos en la materia, es decir, para todos aquellos que no hemos sido tocados por la gracia divina, el flamante obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha declarado que hay cosas peores que lo de Haití, y se ha quedado tan ancho. Es admirable este obispo que dio sus primeros pasos en el seminario de Toledo y son todavía más admirables sus valedores, Rouco Varela y Esperanza Aguirre, que por fin han conseguido poner a uno de los suyos en la diócesis vascongada, cosa con la que no soñó el Caudillo ni siquiera en sus mejores tiempos. Que casi toda la curia donostiarra haya dimitido tras la llegada de Munilla es cosa atribuible al consabido fanatismo de algunos que siguen sin enterarse de que España, incluso con Zapatero, va bien.

No creo que los haitianos se hayan enterado de que hay cosas peores que las que les pasan a ellos, pero es que no todo el mundo puede ser tan sabio como Munilla, y además los caminos de Dios son inescrutables, o inextricables, como dijo aquel. “Porque a cualquiera que tiene se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”, dijo Mateo (13, 12), que también se quedó tan ancho, y tengo para mí que el Evangelista pensaba en Haití cuando escribió semejante frasecita. Pues, ¿cabe imaginar mayores desgracias que las que han caído sobre este pueblo desde que el mundo es mundo, es decir, desde que las carabelas de Colón tropezaron accidentalmente con sus costas? De los nativos haitianos nada podemos decir hoy, ya que fueron exterminados por la codicia de los colonizadores y por las epidemias que estos les llevaron. Los actuales haitianos son todos ellos descendientes de esclavos, ya nacidos con callos en las manos y grilletes en pies, cuello y alma, en todo caso, mano de obra baratísima que fue reclutada en África y trasladada a la fuerza en las bodegas de barcos piratas subcontratados por su Católica Majestad, acompañados por hambrientos chinches y ratas. Y es que aquellas majestades eran unos adelantados de la globalización. Bajo dominio francés, se reforzó aún más la política esclavista, con lo que Haití se convirtió en una inmensa hacienda en la que unos 300.000 esclavos negros trabajaban en condiciones infrahumanas para una minoría blanca de apenas 10.000 individuos. Ya en el siglo XX se estableció la dictadura de François Duvalier, Papa Doc, a la que siguió un período de caos en el que se sucedieron las asonadas y los golpes de estado. La cosa no les ha ido mejor a los haitianos desde entonces, pero hoy las epidemias se llaman Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Ayuda Arancelaria, particularmente la de Estados Unidos. La deforestación intensiva y descontrolada ha reducido la masa forestal de un 60% en 1923 a menos de un 2% en 2006, y la renta per cápita de 772 dólares (2009) es la menor de todo el continente americano. Por si fuera poco, el presidente constitucional y reformista Jean-Bertrand Aristide, hoy exiliado en Sudáfrica, fue depuesto en 2004 por un golpe de estado que contó con el apoyo logístico y la financiación de ese laboratorio de la moderna globalización (esclavismo, se llamaba antes) que es el Pentágono.

Y ahora, mientras el (más) devastado Haití termina de consumirse, mientras la ayuda humanitaria se almacena en galpones insalubres sin que nadie se acuerde de distribuirla, y mientras el presidente Obama tiene a bien enviar la no desdeñable cantidad de diez mil marines armados hasta los dientes, las grandes compañías de cruceros siguen ofreciendo a los usuarios del primer mundo la ocasión de disfrutar de un inolvidable viaje por el Caribe, incluyendo una escala en Labadee, en la costa norte de Haití, ya que, como ellos dicen, “usted puede hacer sus sueños realidad”. Habíamos oído hablar últimamente del turismo humanitario, asociado a oenegés diversas que prometen disfrutar de pobreza auténtica en estos tiempos en los que casi nada es auténtico, pero es que este mundo no deja de sorprendernos, y ahora al parecer han inventado también el turismo de zonas devastadas, que permite saborear a plena satisfacción la disentería, el tifus, el cólera, el hambre y hasta el canibalismo. Los aficionados a los deportes de aventura están de enhorabuena, porque ahora, además de Afganistán, Irak y la franja de Gaza, pueden visitar Haití. ¿Qué más se puede pedir?

Ha querido el azar, o alguna otra instancia superior, que precisamente en estos días el descolorido presidente Obama, que sostiene a toda costa su política sobre Afganistán e Irak pero no puede hacer política en su propio país, haga pública su renuncia a ejecutar las reformas que figuraban en su programa electoral, reconociendo con ello implícitamente lo que algunos aquí (y en Haití) ya sabíamos: que el modelo democrático que ellos exportan es ineficiente, y que sencillamente no sirve para satisfacer las legítimas demandas de los ciudadanos, ni en Estados Unidos ni en Haití. Puesto que no va a cumplir sus promesas electorales, ¿por qué no dimite? ¿No es un fraude hacerse elegir formulando promesas que después no es posible realizar? Con la mayor humildad cabría sugerir a Obama que haga una visita, aunque sea de cortesía, al obispo Munilla en Donosti, y que de paso almuerce en Arzak, a ver si alguno de ellos le ilumina. ¿Será posible que todavía en algún lugar pueda aprenderse a gobernar, a hacer promesas y a cumplir?
______________________________________________

Y aquí, Ti ca, una canción del artista haitiano Altieri Dorival
.

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario