miércoles, 26 de septiembre de 2012

DISPARATES / 44

EL ESTADO DE LAS COSAS

“Corren nuevos tiempos”, dijo el zartog Sofr-Aï-Sr*, “y parece que este siglo de ciencia ficción ya no es el nuestro. ¡Cómo! ¿La raza de los Andart-Iten-Schu desciende de esos hombres que, tras haber vagado largos años por el desierto de los océanos, han ido a parar a este lugar de la costa, donde actualmente se alza Basidra? ¡Así que estas miserables criaturas han formado parte de una humanidad gloriosa, al lado de la cual la humanidad actual apenas si balbucea! Somos ex pasajeros naufragados de una nave que nos ha depositado accidentalmente en solar ajeno. En nuestro exilio, no reconocemos ya a quienes dirigen nuestra sociedad ni lo que nos cuentan a través de sus medios de adoctrinamiento. El jefe de nuestra tribu es un putero y un borracho, y peores son aún sus consejeros. Todo el Estado se ha convertido en órgano policíaco y judicial, y apenas nos es posible expresarnos libremente. Nuestra especie, como todas, suele regirse por rutinas y por hábitos adquiridos. Por tradición, cuando los intereses de los grandes señores de la Tierra así lo aconsejaban, periódicamente se estimaba necesario dar una vuelta al estado de cosas en el mundo, lo que implicaba un nuevo reparto de territorios, nuevas cuotas y leyes comerciales, diferentes condiciones de vida para los pueblos y, a consecuencia de todo ello, nuevas costumbres y formas de vida. Tales transformaciones se verificaban por medio de la guerra, sin cuyo concurso las naciones poderosas nunca habrían doblegado a las débiles, pero ahora también esto ha cambiado. Que los grandes señores de Ultramar hagan resonar sus mortíferas armas y que tengan aliados entre nosotros, en lo más alto del Estado, no es nuevo, y de hecho en esa alianza contra natura se ha asentado el mal gobierno de nuestra civilización desde hace milenios. Lo que es nuevo es que ahora ya no sean necesarias las guerras para fracturar y aplastar la voluntad de los pueblos. Pues hoy se dicta el destino de cada nación, el lugar que corresponderá a su comercio, las privaciones que sufrirán los hombres y sus hijos fríamente, y es el mismo gobierno el que, cumpliendo órdenes, ejerce violencia sobre su pueblo. Ante estos hechos, los leales que quedamos a la memoria de la raza de los Andart-Iten-Schu nos hemos declarado en rebeldía permanente. Privados como estamos del recurso de las armas, las cuales en todo caso siempre serían insuficientes ante la potencia de nuestro enemigo, hemos decidido en asamblea que nuestra resistencia sea pacífica, y que regularmente nos encontremos en el lugar consabido y que debe permanecer en secreto, a fin de exponer libremente nuestras consideraciones y tomar las medidas que consideremos oportunas. Ante todo, las disensiones que existen entre nosotros, y que nos han sido impuestas por quienes usurpan ilegítimamente el poder público, nos impiden a fecha de hoy ofrecer al vasto y amado Imperio de los Cuatro Mares una línea de conducta, una pauta de acción que, por la vía del sufragio, triunfe sobre nuestros opresores. Pues he aquí la causa de nuestra tragedia: que siendo mayoría en Basidra, capital del Hars-Iten-Schu, así como en todo el territorio de los Cuatro Mares, somos en cambio minoría, e insignificante, en las cámaras del Estado. En atención a esto, y hasta el día en que consigamos acordar las líneas generales de la Alternativa, no sólo referidas a lo que ahora no queremos, sino también a lo que sí querremos en el futuro, la asamblea ha acordado adoptar el siguiente plan, que se pondrá en práctica a la recepción de esta circular: Primero. Admitida la imposibilidad manifiesta, por ahora, de derrocar al tirano, los leales de la raza de los Andart-Iten-Schu nos comprometemos en la medida de nuestras fuerzas, con los recursos a nuestro alcance, en la tarea de socavar la alianza entre el gobierno y sus padrinos y guardaespaldas de Ultramar. Y esto porque de diversas fuentes hemos obtenido la información de que dicha alianza comienza a agrietarse por el lado de allá. No dudamos que dichos padrinos pusieron al tirano donde está, ni que todavía el respaldo que recibe es superior a las dudas que suscita, pero nos basta que éstas existan y que en Ultramar, aunque sea todavía tímidamente, se ponga en entredicho a nuestros opresores. A tal fin, los leales de la raza de los Andart-Iten-Schu deberán notificar a Ultramar, por procedimientos que quedan al libre arbitrio de cada cual, los abusos de los que hoy es víctima el pueblo, al mismo tiempo que debe recordarse a los medios de adoctrinamiento de allá, por los mismos procedimientos, la espuria raíz y los sangrientos orígenes de nuestro Estado, a fin de debilitar en lo posible la maltrecha confianza que al otro lado de los Cuatro Mares tienen todavía en nuestros jefes. Segundo. Solicitar a la ONU el establecimiento en Basidra de un Observatorio de Derechos Humanos que tome nota y divulgue al resto del mundo los crímenes que se cometen en Andart-Iten-Schu contra los derechos y las personas, para que otros pueblos puedan imaginar el drama terrible que se desarrolla perpetuamente en el universo, y su corazón se llene de piedad. Por nuestra parte, sufriendo por los innumerables males que otros han soportado antes que nosotros, agobiados bajo el peso de aquellos vanos esfuerzos acumulados en el infinito de los tiempos, no tenemos nada más que decir, nada excepto que seguimos adquiriendo lenta, dolorosamente, la íntima convicción del eterno recomenzar de las cosas.”
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* El zartog Sofr-Aï-Sr es un personaje de El eterno Adán, novela de Julio Verne.

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