jueves, 2 de julio de 2009

CRÓNICAS TOLEDANAS / 2

GREKOS O QUIXOTES

De todos es sabido que el poder cuenta entre sus numerosos atributos con el de la retórica, nombre fino que a menudo se da a la demagogia o a la charlatanería. Así, las dictaduras de la órbita soviética eran paraísos del proletariado; la postguerra española fue toda ella una agradable fiesta en dos partes, con 25 años de paz en la primera y más tarde otros quince de propina en la segunda; y actualmente tenemos la suerte de vivir en un mundo sostenible que además a veces se convierte de pronto en un mundo autosostenible, sin que los legos en la materia nos enteremos muy bien de cuál es la diferencia. Con respecto a esto último podría decirse con profunda ignorancia que algo autosostenible es por ejemplo una mesa de tres o cuatro patas: sin embargo, que el mundo se sostenga a sí mismo en el vacío sideral es un misterio que desafía a la antigua y totalmente obsoleta física. Esta clase de retórica tiene siempre sus fuentes en las alturas más altas, es decir, en la cima del poder, que hoy ocupan los grandes cerebros del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones altruistas del mismo estilo. Como es lógico, los cerebros situados en posiciones inferiores de la escala repiten con absoluta convicción, aunque con fortuna irregular, las consignas de los que están más arriba, y a medida que la retórica desciende de nivel pierde significado (si es que alguna vez lo tuvo) y termina por convertirse en un conjunto de palabras-comodín que no dicen nada pero que resulta indispensable pronunciar en cualquier discurso moderno que se precie. Son palabras mágicas, con una función parecida a la que tenía el ábrete sésamo para Alí Babá.

En el nivel ínfimo de nuestra vida doméstica también existen palabras mágicas que sirven igual para que la tribu proceda a un barrido o a un fregado, o a un zurcido, si se tercia. En estos tiempos en que las ciudades no son ya comunidades de personas, sino solamente marcas de fábrica necesitadas de patrocinadores, o sea, de compradores, resultó de lo más conveniente que las privilegiadas mentes de nuestras autoridades político-turísticas concibieran a Toledo como Ciudad de las Tres Culturas. Quizá los judíos y moriscos que fueron expulsados, los que sufrieron torturas, combustiones espontáneas, confiscaciones de bienes y otras calamidades habrían tenido algo que decir al respecto, pero nadie les consultó. Además, aquella marca de fábrica no tuvo por lo visto demasiado éxito, y muy pronto fue aplastada bajo los cascos del autosostenible caballo que sostiene al conquistador Alfonso VI en ese cromo pastelero que se erige junto al así llamado Centro de Recepción de Turistas (en el que, por cierto, nadie ha visto nunca a ningún turista). Después llegó Don Quijote, que también iba a caballo y que se recorrió al parecer medio mundo, lo que nos resulta admirable teniendo en cuenta las descripciones que se hacen de su pobre rocín. Como mandan las costumbres, Don Quijote se convirtió enseguida en el icono y el personaje emblemático de nuestra comunidad autónoma y de parte del extranjero. Todo empezó con la agotadora ruta de Don Quijote, a la que siguieron infinidad de productos quijotescos hoy olvidados, hasta concluir (por ahora) con el llamado Quixote CREA, que sin duda será un dinamizador autosostenible de algo, ya veremos de qué (obsérvese el originalísimo cambio de la j por la x, signo indiscutible de modernidad sostenible). Y ahí no acaba la cosa. Para dar más variedad a la marca que pretende venderse y no aburrir al personal con tanto Quijote y Quixote, he aquí que aparece El Greco, al que hoy se le asigna por las buenas un festival de música y mañana el espectáculo Lux Greco, que no tiene nada que ver ni con el jabón Lux ni con las bombillas Lux (aquellas que daban brillo y arrebol al noble pueblo español), no. Los promotores del show, tal como es calificado en su página web, se apuntan a la novísima tendencia que consiste en enseñar al personal solamente fragmentos de obras de arte, ya que consideran que si es cansado escuchar toda una sinfonía de Mozart, más extenuante resulta aún ver un cuadro entero. Eso sí, los fragmentos podrán ser vistos a lo grande, y ya se anuncia un gasto de más de 180.000 watios en iluminación y 60.000 en sonido. Como se ve, todo un evento de lo más sostenible en estos tiempos de crisis, y que además, para acabar de redondear el asunto, coincide con la subida de la tarifa eléctrica. Pero esto no es nada, porque estoy seguro de que pronto llegaremos al Greko, nombre que se dará a un desfile de moda galáctica o a un emocionante certámen de DJs (pinchadiscos) regionales.

Hace poco se dijo también que Toledo es otra historia, y en eso han dado en el clavo. Mientras nos enteramos de qué historia es Toledo, tarea que parece ardua, nos empaparemos de Quijotes y de Grecos y esperaremos cualquier cosa de nuestras autoridades político-turísticas, cuya incansable imaginación nos llevará sin duda hacia el paraíso toledano, al que auguramos muchos años de paz en un marco que será tan emblemático como autosostenible. Y tal y tal.
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